«LAS HEROÍNAS DE PALENCIA»

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24 de mayo……………………y entonces sucedió que………………………………

…….en mayo de 1385 el rey de Castilla Juan I, mandaba que se enrolasen, en su ejército, todos los varones sanos disponibles de las localidades más importantes de sus dominios, para hacer frente así al reino de Portugal, en un conflicto armado cuya batalla acabaría librándose, durante la tarde del 14 de agosto, en la localidad portuguesa de Aljubarrota, con el malogrado intento de conquistar Lisboa.

La derrota de aquella batalla, que parecía dejar aparentemente a la Corona de Castilla muy debilitada, despertaría las ansias de conquista de Juan de Gante, duque de Lancaster, autoproclamado pretendiente de la corona castellana, que unía sus fuerzas a las del monarca portugués, João I de Avis, lanzándose a la conquista y repartición, de las estratégicas y muy deseables tierras castellanas que les permitirían poder ostentar el control de la mayor parte de las rutas comerciales, aislando, al enemigo de ambos, Carlos VI, rey de Francia.

Noventa navíos partían desde Plymouth, arribando al puerto de A Coruña, una de las principales y más poderosas ciudades castellanas de por aquel entonces, a principios de julio de 1386. No sería tarea sencilla superar la casi inexpugnable fortaleza coruñesa. En contrapartida, Juan I de Castilla disponía fortalecer las defensas de la costa Vizcaína, Cantabria y Asturias, estableciendo en Palencia su cuartel general como núcleo de defensa, una ciudad con muy poca presencia masculina tras haber sido reclutados la mayor parte de aquellos. No había mujer palentina que no hubiera perdido un padre, algún hermano, hijos o su marido, alguna incluso, a todos ellos.

Tras la ocupación de A Coruña, el ejército inglés dirigía su atención hacia el principal distribuidor de todo el comercio coruñés, la ciudad de Santiago de Compostela, y tras ella, la amurallada Pontevedra. Vigo, Baiona y una resistente fortaleza y oposición en Orense, que acabaría finalmente siendo conquistada, tras haber resistido un asedio de cinco días, pondría fin a la invasión de las tierras gallegas, dirigiéndose hacia el interior de la corona.

El 27 de marzo, llegaban a la provincia de la actual Zamora, situándose en las mismas puertas de la localidad de Alcañices. Tres días después, esto es el 30, en Tábara y el día 2 de abril frente a los muros de la villa de Benavente en cuyo interior el gobernador Alvar Pérez Osorio, había logrado reunir un contingente de unos dos mil quinientos soldados (entre caballería e infantes) y aunque en número eran, notablemente inferiores, frente a los cerca de diez mil portugueses e ingleses, tenían la moral muy elevada, de tal manera que, lejos de amedrentarse ante la presencia del despliegue en torno a ellos, de tan enorme ejército acampado por los aledaños de la villa, llegaron incluso a realizar pequeñas salidas organizadas atacando todo cuanto encontraban a su paso, regresando además indemnes.

Aquel infructuoso asedio y al parecer “status quo” reinante de equilibrio, condujo a la propuesta de realizar entre dos parejas de caballeros un doble duelo, con caballo y lanza. Si salían derrotados los elegidos benaventanos, harían entrega, sin más, de la ciudad a aquellos. De lo contrario, en el caso de resultar vencedores, los sitiadores levantarían el cerco.

Se impusieron los sitiados de Benavente en aquel singular duelo, pero a pesar de la consiguiente alegría y algarabía manifestada por toda la Villa, aquellos no cumplieron su palabra y no levantaron el cerco, adentrándose, llenos de ira, hacia Matilla de Arzón y desde allí, hacia el río Carrión, hacia Palencia.

El tañido de las campanas de la Catedral de San Antolín (en la actual plaza de la Inmaculada) faltando apenas cinco días para la conmemoración del octavo aniversario de la coronación del rey castellano, un 24 de mayo de un día como hoy, de 1387, alertaban a su población, conformada desde hacía dos años, básicamente por mujeres, niños y ancianos, al encontrarse lejos de allí los hombres, defendiendo los intereses de su monarca.

Las noticias traídas por una vecina de Villabermudo, Teresa Varçala, contando el infructuoso intento fallido de la toma de Benavente por parte de las huestes inglesas y el consiguiente resentimiento que traía el duque y sus deseos de venganza, daban la alerta a aquellas mujeres que rápidamente se organizaban tratando de tomar una decisión al respecto. Conocedor el duque, una vez informado de la ausencia de casi todos los hombres de la ciudad y la consiguiente aparente fragilidad de la defensa que Palencia iba a presentar, el inglés se frotaba las manos considerando aquel bastión, presa fácil de conquistar.

Las mujeres cierran las puertas de la ciudad y asomadas en lo alto de las quebradizas murallas comienzan a disipar, como aquellos sin aparente prisa alguna, proceden a acampar por las inmediaciones de la ciudad. Debaten la opción de huir por la noche, pero rápidamente descartan la misma, al ser en número muchas y por tanto fácilmente detectables, por lo que deciden, lejos de rendirse, con valerosa determinación, defender, como puedan, su ciudad y a los suyos, y si fuera menester, hasta con su propia vida.

Cualquier objeto es susceptible de ser usado por ellas como arma en el combate. Cuchillos, hoces, estacas y palos, en una lucha desigual, pero mostrando una determinación y un arrojo fuera de lo común. Hay miedo, pero no huyen, lo vencen, llegando a transformarlo en rabia, derrotando e imponiéndose a aquel ejército invasor.

La principal consecuencia se plasmaría en julio del año siguiente, cuando Juan de Gante, renunciaba a sus aspiraciones dinásticas con la firma del tratado de Bayona.

El rey de Castilla, Juan I, creaba la “Orden de las Damas de la Banda”, honrando de este modo a las mujeres palentinas, por su valor, arrojo y determinación en la defensa de su ciudad, concediéndoles el llamado “derecho de tocas”, un privilegio perpetuo de portar una banda dorada en sus tocados, que hasta entonces solo ostentaban los caballeros, un derecho y prerrogativa que únicamente tienen las mujeres palentinas.

Conserva Palencia una mesa de nogal rematada con una placa de mármol en la que se deja constancia de este privilegio, con la inscripción; —‘LOOR ETERNO A LAS HEROÍNAS DE PALENCIA’—.

Rendimos hoy un sentido y merecido homenaje a las mujeres Palentinas que fruto de este acto de heroísmo, acabaron siendo distinguidas con el título de, —“Caballeros de Honor”—, no debiendo volver a inclinarse, ni reverenciarse ante ningún rey, simbolizando así el respeto hacia estas mujeres ganado a través de su coraje.

Ya lo dijo el mismísimo Napoleón, cuatrocientos años más tarde;

—‘El coraje no se puede simular: es una virtud que escapa a la hipocresía’—.

Y las mujeres de Palencia nos mostraron ese coraje, esa virtud.

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