31 DE MAYO; —“LA BO[MB]DA DE BUBI”—

31052402

31 de mayo………………………y entonces sucedió que……………………………..

………a primera hora de la tarde del 30 de mayo, llegaba el rey Alfonso XIII a París. En la misma expedición, acompañando a la comitiva real, viajaban los escritores José Martínez Ruiz, “Azorín”, y Álvaro Calzado, que habían sido enviados por el propietario del entonces semanario ABC, Torcuato Luca de Tena, para cubrir la crónica diaria de aquel viaje, diseñado para que el joven monarca encontrase esposa, además de aprovechar el mismo y relacionarse, de paso, con los grandes dignatarios de la época.

En el andén de la estación parisina, una comitiva compuesta por diversas personalidades, a cuyo frente se encuentra el presidente de la República Francesa, Monsieur Loubet, recibe al monarca español, al que acompañan en su traslado hasta el número 37 del Quai D’orsay, donde se ubica el Hotel del Ministerio de Negocios Extranjeros y donde quedará hospedado el rey de España durante su estancia en París.

La noche del viernes 31 de mayo de 1905, invitado por el presidente, acude a la representación de “Sansón y Dalila” en el Teatro de la Ópera. Al finalizar los tres actos, ante una multitud agolpada a las puertas, se suben a un coche descubierto.

Azorín, testigo de excepción, narra los acontecimientos que se van a vivir a continuación, en una crónica que vería la luz el 2 de junio;

La comitiva se pone en marcha. Frente a este teatro se extiende una recta avenida, adornada con flores y banderas, por la que desfila la comitiva que entra en la calle de Rohan. Es corta esta calle. En el fondo está el edificio de las Tullerías. La multitud lo invade todo. Una fila de agentes de vuelta hacia las fachadas bordea las aceras y de pronto, cuando el coche Real acaba de dejar la calle de Rohan y va a torcer hacia la de Rívoli, retumba una detonación. Una enorme masa humana corre y se atropella; los caballos de los soldados saltan y patean; son derribadas las mesas y las sillas de los cafés que están en las aceras, y rápidamente, por todo París se extiende la noticia. Se ha cometido un atentado contra el Rey de España”—.

Una bomba había estallado junto al Café de la Régence, dejando algunos heridos de diversa consideración. Cuenta la crónica del periodista como el monarca poniéndose de pie trataba de calmar al presidente francés al tiempo que le decía a su ministro de Estado, Wenceslao Ramírez de Villa-Urrutia que estaba bien, -“Tranquilo, estoy bien, no es nada. Son gajes del oficio”-, (misma expresión esta que, años después, repetiría su nieto Juan Carlos I, tras el atentado fallido, en agosto de 1995, contra su persona en Palma de Mallorca), al tiempo que solicitaba no alterar los actos que tenían previstos realizar los siguientes cinco días.

Las pesquisas policiales apuntaban a la autoría de algún español anarquista, pero en aquellos momentos no se pudo determinar quién fue el ejecutor del mismo.

El viaje prosiguió tal y como estaba previsto, visitando, después de París, Londres, residencia de la corte británica de Eduardo VII, a donde llegaba el 7 de junio, para conocer a la nieta de la reina Victoria, la princesa Patricia de Connaught, de reconocida hermosa belleza.

Pero “Patsy”, que así era conocida la princesa, no mostró interés alguno por el joven monarca, que sin embargo centraba su atención en una sobrina más joven del monarca inglés durante un baile ofrecido en su honor en el palacio de Buckingham, llamada Victoria Eugenia de Battenberg.

Y aunque ninguna de las futuribles era del agrado de la reina madre, María Cristina, para su hijo, finalmente aceptaría que la inglesa fuera la esposa, de su pequeño “Bubi” que así era como ella le llamaba, en un enlace que tendría lugar en un soleado, curiosamente, 31 de mayo de 1906, de un día como hoy.

Sobre las dos de la tarde de aquel 31 de mayo salían los novios engalanados desde los Jerónimos de la Capital. Toda Madrid vivió con entusiasmo el enlace de sus reyes. Las calles y sus balcones estaban colmados de curiosos que aclamaban a su paso el recorrido del carruaje sobre el que unos felices recién casados devolvían con gratitud las muestras de cariño.

Al pasar por la calle Mayor, a la altura del entonces 88 (hoy 84), frente a la calle de San Nicolás, el anarquista Mateo Morral Roca lanzaba, desde el piso en el que se encontraba asomado, un ramo de flores en el que camuflada se escondía una bomba de fabricación casera, cuya explosión sesgaba la vida de veinticuatro personas y dejaba más de cien heridos, de diversa índole.

De nuevo un 31 de mayo y un segundo atentado con bomba. No sería el último que sufriría el campechano bisabuelo de Felipe VI, que a lo largo de su reinado sufriría otros cuatro más, antes de verse abocado a abandonar España, tras las elecciones municipales celebradas el 13 de abril de 1931, un día antes de declararse la Segunda República española.

En enero de 1902, cuatro meses antes de cumplir los dieciséis y asumir la Corona, finalizando la regencia de su madre, María Cristina de Habsburgo, un joven Alfonso había escrito en su diario, premonitoriamente;

“En este año me encargaré de las riendas del estado. Puedo ser un rey que se llene de gloria regenerando a la patria, pero también puedo ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin puesto en la frontera”—.

El 28 de febrero de 1941, un mes después de haber abdicado la corona de España en nombre de su hijo Juan de Borbón, en su habitación, la número 32 del Gran Hotel de Roma, a las doce menos veinte de la mañana, moría. Tenía cincuenta y cuatro años.

Victoria Eugenia de Battenberg, fallecería veintiocho años más tarde, a las once y veinte de la noche del 15 de abril de 1969, en Lausana. En sus memorias, publicadas un año antes, dejó escrito;

“La verdad es que no echo de menos nada de lo que dejé atrás en España, pero a veces recuerdo mis paseos por los maravillosos bosques y jardines que rodean el palacio de La Granja, y en esos momentos, me digo a mí misma, cuán acertada estuve en disfrutar las cosas mientras pude;

porque el viento huye y las nubes pasan”—.

Deja un comentario