LA MATANZA DE SAND CREEK

29NOV

 

29 de noviembre………….y entonces sucedió que……………….
…………………en la confluencia de los ríos Missouri y Heart, en Dakota del norte, se había asentado, alrededor del año 1575, la tribu de lengua siux de los Mandan. Allí permanecerían durante casi trescientos años, viviendo del cultivo del maíz, la cosecha de la calabaza y de la caza del bisonte, cuyas pieles comenzaron a comerciar desde 1739, con los hombres blancos que se acercaban a aquel poblado.
 El contacto con aquellos, y en especial con los trabajadores de la Compañía de piel Americana (American Fur Company) que padecían de viruela fue el desencadenante de una epidemia que acabaría reduciendo la población de los cerca de mil ochocientos miembros a tan solo ciento veinte, viéndose obligados a abandonar aquellas tierras, buscando, los pocos supervivientes que quedaron, refugio hacia el Oeste, uniéndose a los Hidatsa y los Arikara.
Aquella aldea, poco tiempo después, pasaría a ser ocupada por un destacamento militar con varias secciones de caballería que establecieron allí mismo una fortificación que acabaría con el tiempo siendo denominada como Fuerte Lincoln y con el devenir de los años, quizá el más importante de los emplazamientos de las Grandes Llanuras.
A poco más de sesenta y cuatro kilómetros del Fuerte Lincoln, hacía el Sur Oeste, en el  actual estado de Colorado, se encontraba el poblado indio de Sand Creek habitado por tribus Cheyennes y Arapahoe, con quienes las autoridades militares del gobierno de los Estados Unidos habían alcanzado una serie de acuerdos amistosos, en virtud de los cuales, los guerreros indios podían salir a cazar bisontes y moverse con relativa soltura por aquellas praderas, procurándose el necesario acopio de carne, víveres y de pieles, respetando las zonas “militarizadas”, a las que no podían acercarse, creándose de esta forma una delimitación territorial. En 1863 los jefes indios Black Kettle y Lien Bear viajarían incluso a Washington donde el presidente Abraham Lincoln les haría entrega de una bandera de los Estados Unidos, como señal de buena amistad.
Pero desde hacía dos años, con el inicio de la guerra entre los estados del Norte y los del Sur, la situación se había agravado, al ocupar el ejército de la Unión (los del Norte) territorios del Oeste donde las diferentes tribus indias habitaban. Con el inicio de los enfrentamientos destacaría un ex capellán, John Chivington, de cuarenta y tres años y casi dos metros de altura, que acabaría alistándose en las filas de los ejércitos del Norte, en el Primer Regimiento de Voluntarios de Colorado y que en poco tiempo sería ascendido al grado de Mayor.
Chivington en tan solo un año sería nombrado coronel y considerado todo un héroe nacional por su valor y entrega y sus particulares arengas previas a los ataques contra el ejército confederado, a quienes sorprendió en el mes de marzo de 1862 en la batalla que le encumbraría con la victoria en Glorieta Pass al Norte de Nuevo México.
Durante el verano de 1864, una familia de colonos blancos apareció asesinada cerca de Denver, en Colorado, atribuyendo el acto a los indios de la zona, de los Cheyennes o perteneciente a la tribu Arapahoe. El gobernador, John Evans hizo un llamamiento a la población para atacar y acabar con los nativos hostiles, al que se sumó con especial virulencia en sus proclamas el ya entonces coronel Chivington, el cual llegaría a decir, -“estoy convencido de que matarlos es la única manera de alcanzar la tranquilidad en Colorado”-.
El jefe Black Kettle se reunió con las autoridades militares que le aseguraron su inmunidad y la de los suyos, recomendándoles permanecer en las proximidades de su campamento.
Y entonces sucedió que durante el amanecer del miércoles 29 de noviembre, como hoy, de 1864, Chivington junto a setecientos hombres voluntarios, atacaron la aldea de Sand Creek, -“librando, según escribiría posteriormente a sus superiores, una severa batalla contra enemigos atrincherados y bien armados que había concluido con una elaborada y merecida victoria”-.
Sin embargo, poco después vería la luz una carta de uno de los miembros de aquel regimiento, el capitán Silas Soule, junto a una segunda escrita por su teniente Joseph Cramer que describían, lo que Chivington había relatado como una “elaborada victoria frente a enemigos salvajes bien armados”, haber sido en realidad un despiadado y vil ataque a una población indefensa, la mayoría mujeres y niños, relatando en la misma, consternado, los escalofriantes sucesos vividos en San Creek, que llegaría a describir de verdadera masacre.
-“Vimos a cientos de mujeres y niños correr hacía nosotros, poniéndose de rodillas, en busca de piedad”-, escribió el capitán, -“recibiendo a cambio un disparo por parte de quienes dicen ser hombres civilizados. Los indios no lucharon atrincherados, sino que huyeron hacia el arroyo, siendo perseguidos y asesinados”.
Un comité del Congreso acabó determinando que el coronel había planeado con deliberación la masacre, a sangre fría, de una población que creyó encontrarse bajo protección del gobierno de los Estados Unidos, por lo que determinó condenar los hechos, comprometiéndose a hacer efectivas una serie de compensaciones por los “ultrajes sufridos” a aquella comunidad.
Chivington dejó el ejército y su “brillante” carrera militar. El capitán que denunció los hechos moriría asesinado por las calles de Denver en abril de 1865.
De los cerca de doscientos muertos de aquella masacre, sesenta eran mujeres y niños. El jefe Black Kettle lograría sobrevivir al ataque, desplazándose con algunos supervivientes más, hasta las tierras de Oklahoma, donde cuatro años después, en 1868, volvería a padecer otra masacre de estas características a manos del general George Custer, en la batalla de Washita river, donde acabaría perdiendo la vida.
Algunos jóvenes guerreros Cheyennes, los llamados Dog Soldiers, se unieron a otras tribus de las Grandes Llanuras para hacer frente al irreconciliable enemigo hombre blanco, de los que de sus palabras ya no llegarían a confiar jamás.
Ya lo decían los nativos, -“Semejante a una flor que parece linda, pero no tiene ningún perfume, así son las palabras vacías del hombre que habla y no las pone en práctica”-

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