J. K. ROWLING, UNA HISTORIA DE SUPERACIÓN PERSONAL.

31JULIO

31 de julio……………………….y entonces sucedió que……………………….

……………..…..la lluvia cae incesantemente, como suele ser habitual en esta época del año. Está desorientada, sin saber dónde acudir. A casa no quiere volver, por lo menos hasta que anochezca y se le pase el disgusto. Y si fuera posible, llegar a tiempo para meterse en la cama y ponerse a dormir. Lleva con ella, en el cochecito, a la niña, que dentro de diez días cumplirá cuatro meses. Ha visto libre una mesa que hay en la entrada del “Café Majestic”, en el 112 de la rua de Santa Caterina, uno de los mejores de todo Oporto, y sin pensárselo dos veces entra en él para resguardarse de la lluvia, de la vida y de aquella tensa y amarga discusión que acaba de tener en plena calle con Jorge, su marido.

Parece que los negros nubarrones que se ciernen sobre el cielo de la ciudad lusa han oscurecido también su corazón. No es la primera discusión subida de tono que tienen, ni la primera en la que él le habla mal y le insulta, pero sí es la primera vez que llega a las manos y le propina un bofetón. Joanne llora desconsoladamente porque sabe que a partir de ese mismo miércoles 17 de noviembre nada volverá a ser igual ni para ella, ni para él, ni para la niña. Le duele mucho el manotazo en la cara, pero más que el golpe en sí mismo, lo que más le duele es el alma. No puede, ni debe, ni quiere consentir otro acto así, y si bien aquella ha sido la primera vez, está segura que también será la última.

La muerte de su madre, durante las Navidades de 1990, le dio el empujón que necesitaba para aceptar aquella oferta de trabajo como profesora de inglés en un colegio privado en la avenida de Fernão de Magalhães de la ciudad de Oporto en el norte de Portugal. Y sin conocer allí a nadie, quizás escapando de aquella profunda tristeza que el vacío de la pérdida de su madre le había proporcionado, se embarcaba en aquella aventura docente.

Una aventura que en pocos meses le traía, acompañando al trabajo, el que parecía ser el amor de su vida. Recuerda cuando lo conoció, apenas año y medio antes, lo distinto que era. Una noche en la Ribeira, en el «Bar Ponte Pensil» a orillas del Duero, enfrente del puente de Luis I se le acercaba él, con ese aire seductor y se le presentaba educadamente, -“Boa noite, meu nome é Jorge Arantes”-. Hablaron durante toda la noche, como si se conocieran de toda la vida. Después de aquella noche vinieron otras más. Ella entonces no detectó el problema de Jorge con el alcohol, y cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde.

En octubre se casaba con aquel periodista portugués con el que nueve meses más tarde, el 27 de julio de 1993, tendría una niña, a la que llamaba Jessica Isabel.

Siente que todo aquello se le escapa, como hace la arena fina entre los dedos de las manos, sin poder conseguir ni un solo argumento que le haga cambiar de opinión. –“Mañana hablaré con mi hermana, no puedo quedarme aquí por más tiempo”– se dice así misma, mientras sigue con la mirada las gotas de lluvia que parecen querer hacer carreras en el cristal de la ventana de la entrada de aquel establecimiento.

Antes de acabar el mes abandona Portugal con destino a Edimburgo, donde su hermana Dianne, le acoge hasta que puede alquilarse un apartamento en el barrio portuario de Leith, con la ayuda de una pequeña subvención que el Estado, dada su situación, le procura. Hace mucho frío en Escocia en esta época del año. Se siente sola, triste, sin trabajo, sin dinero, sin amigos y sin saber, muchas veces qué hacer, durante las largas e interminables horas del día.

El proceso de su separación socava sus pequeños momentos de equilibrio emocional. Lo único que verdaderamente le mantiene con ganas de seguir luchando y hacer frente a todas aquellas adversidades es la pequeña, que ajena a todas las penurias que están viviendo, logra alejar de su mente las ideas suicidas que en ocasiones le asaltan. Le han diagnosticado además depresión clínica.

Da largos paseos por la ciudad con su hija para conseguir que se duerma más fácilmente. Entre paseo y paseo acude al Café de Nicolson’s, lugar que regenta su cuñado y que le gusta mucho. Allí retoma unas viejas anotaciones que comenzó a escribir meses antes de la muerte de su madre, en un viaje en tren que hizo desde Manchester (ciudad en la que por aquel entonces vivía) hasta Londres, y en las que estuvo retenida cerca de cuatro horas. Estación en la que le asalta la idea de escribir sobre un chico huérfano con poderes mágicos al que llama Harry Potter. Y desde una de las ventanas de aquel local, sin ser todavía consciente, en el que considera que es uno de los peores momentos de su vida personal, irá dándole vida a aquel personaje que está a punto de cambiar la suya propia. 

Una novela que estará acabada en 1995 y a la que llama –“Harry Potter y la piedra filosofal” – y de la que remite tres capítulos a una pequeña agencia, la de Christopher Litle, llamada “Litterary Agents” en el 48 de Walham Grove, en el barrio londinense de Fulham, quienes le solicitan el manuscrito entero, de unas doscientas páginas, para remitirlo sin éxito hasta a doce editoriales británicas diferentes que lo acabarían rechazando, alegando no ver ninguna oportunidad de negocio.

Un año más tarde llegaba aquel manuscrito a una pequeña editorial de Londres, la Bloomsbury, cuyo editor, Barry Cunningham, les comunicaba que aceptaban publicar aquella novela remitiendo la cantidad de dos mil quinientas libras, aconsejando a su vez a la escritora buscarse un trabajo más estable ante un futuro, a su juicio, nada prometedor, sugiriéndole así mismo firmar la autoría de su libro de manera que no se intuyera que era una mujer quien había escrito el mismo, firmando así como J.K. Rowling.

Fue una niña de ocho años Alice, hija de Nigel Newton, presidente de la editorial Bloomsbury quien al leer el primer capítulo de aquel borrador de Harry Potter le pedía a su padre entusiasmada que le dejara leer otro más.

Diez años más tarde con su séptimo libro de “Harry Potter y las reliquias de la Muerte”, escrito en una de las habitaciones del exclusivo hotel Balmoral de Edimburgo, Joanne Rowling vendería once millones de copias el primer día de su lanzamiento solo en el Reino Unido y en los Estados Unidos (menos mal que no hizo caso al señor Cunnuingham, el que no le auguraba un futuro prometedor como escritora). 

Hoy viernes 31 de julio, Joanne Rowling cumple cincuenta y cinco años.

–“Trabajar duro es importante, pero hay algo que importa más aun; creer en ti mismo”– [Harry Potter y la Orden del Fénix].

Hasta el viernes 28 de agosto…¡¡¡felices vacaciones!!!

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