¡BUENA SUERTE MR. GORSKY!

BSMG

16 de julio………………………………..y entonces sucedió que…………………………

……………la mayoría de aquellos jóvenes talentosos fueron seleccionados por la agencia espacial estadounidense basándose casi exclusivamente en sus currículums, prácticamente sin tener que realizar entrevista alguna. De esa forma los directores de aquel ambicioso proyecto aeroespacial, Gene Kentz y Gerry Griffin, lograban confeccionar un selectísimo grupo conformado por una veintena de jóvenes, con una media de edad de veintisiete años, entre matemáticos, físicos e ingenieros, algunos recién graduados, procedentes de todos los rincones del país.

 La mayoría de aquellos chicos, escogidos para aquella misión bautizada como «Apolo 11», no tenían experiencia profesional alguna, pero todos ellos poseían algo en común, “no le tenían miedo a nada”, resultando a la postre idóneos para llevar a cabo aquel proyecto consistente en querer llevar al hombre hasta la misma superficie de la Luna.

La idea principal se basaba en poner a prueba las capacidades de este grupo de graduados universitarios para poder rendir al máximo desde el centro de control donde deberían ofrecer, en cuestión de segundos, soluciones eficaces inmediatas, en aquella situación constante de máxima presión, y para ello fueron entrenados, entre otros asuntos, a escuchar cuatro conversaciones diferentes a la vez mientras se les ofrecían una serie de datos precisos. 

El 16 de julio de un día como hoy de 1969 desde el tercer piso de la sala de control en el Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral, Florida, uno de los directores  de vuelo, Eugene Kentz, se dirigía a los presentes para darles la última arenga necesaria de una misión que estaba a punto de comenzar, -“Hoy es el día para el que hemos estado trabajando duramente, entramos como equipo y saldremos de aquí como equipo”-, cerrando acto seguido las puertas de aquel recinto del que no entraría ni saldría nadie durante los próximos días.

A las 14 horas y veintisiete minutos el brazo de acceso del Apolo 11 se separaba de la plataforma de lanzamiento. Los astronautas a bordo Edwing Aldrin, colocado en el asiento central, Neil Amstrong en el izquierdo y Michael Collins en el derecho, cinco minutos más tarde eran propulsados por el cohete Saturno V hacia el espacio exterior. Todo iba sucediendo minuciosamente según el plan previsto. Y desde sus casas más de medio millón de personas fueron testigos de este histórico lanzamiento.

Cuatro días más tarde el Apolo 11 entraba en órbita con el satélite natural de la Tierra. Los astronautas son conscientes que cuentan con un escaso porcentaje de un 50% de éxito en el alunizaje sobre la superficie lunar. Estabilizada la nave, al día siguiente, 21 de julio, Armstrong y Aldrin subían al vehículo espacial que les habría de transportar hasta el mismo suelo de la Luna, una nave bautizada como “Eagle” (Águila), mientras que el tercer astronauta, Collins permanecería gravitando en el módulo de mando del Columbia sin saber, en aquellos momentos, si volvería a verlos con vida. La consigna era clara, si aquellos no lograban llevar a buen puerto la misión o salir de allí con vida, este debería regresar solo a la Tierra.

El descenso del módulo lunar no estuvo exento de contratiempos y complicaciones. La superficie de la Luna tiene una especie de polvo que les recuerda a las tormentas de nieve. El primero en descender de la nave fue el comandante Amstrong y que a la postre sería el que o bien se llevaría la mayor parte de la fama de aquella misión o la desgracia de una muerte vivida con tensión por millones de personas a casi trescientos noventa mil kilómetros de allí.

Neil Alden Amstrong, a dos semanas de cumplir los treinta y nueve, antes de apearse de la escalinata del  “Eagle” pronunciará una frase que quedará registrada para los anales de la historia de la humanidad; “Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”.

El siguiente en salir de la nave fue Aldrin. Tras realizar las tareas encomendadas, tomar muestras e intercambiar impresiones con el centro de mando en un momento dado Amstrong diría una frase que para muchos pasaría desapercibida, -“¡Buena suerte Mr. Gorsky!”-. Algunos desde el centro espacial vieron en aquella misteriosa frase un mensaje cargado de mucha ironía hacia la administración soviética, quizás hacia algún astronauta que Neil conociese o algún ingeniero aeroespacial ruso.

Por mucho que durante los siguientes años alguien sacase el tema y pretendiese averiguar su significado o al menos el destinatario de aquel mensaje se topaba con la sonrisa y el silencio por respuesta del entonces ex astronauta y profesor aeroespacial de la Universidad de Cincinnati.

Veintiséis años más tarde, el miércoles 5 de julio de 1995, en Tampa Bay, en el estado de Florida, tras un discurso a un mes de cumplir los sesenta y cinco años, tras ser de nuevo por enésima vez preguntado al respecto, tomó aire, y solemnemente empezó a contestar ante el asombro de los presentes.

-“Bueno, supongo que ha pasado ya mucho tiempo y puedo contar aquello. Además sé que hace ya algunos años los protagonistas fallecieron por lo que no molestaré a nadie con mi indiscreción”- comenzando a contar la historia….

“yo era por aquel entonces un crío. Una tarde estaba jugando al beisbol con un amigo en el jardín de mi casa, en Wakaponeta. En uno de los lanzamientos aquel le dio a la pelota tan fuerte que llegó casi hasta casa de los vecinos, donde vivían el señor y la señora Gorsky, cayendo esta justo enfrente de la ventana de su dormitorio. Cuando fui a agacharme a recoger la pelota escuché a la señora Gorsky elevando la voz decirle a su marido,

“¡Ja!, ¡¿sexo oral?!, ¡¿quieres sexo oral!?, mira, tendrás sexo oral cuando el chico de los vecinos se dé una vuelta por la Luna”.

Y aunque el refranero en estos temas sea más que claro al afirmar que “más vale un toma que dos te daré”, Neil Armstrong aquel día se acordó de su vecino deseándole suerte porque la señora Gorsky alardeaba de “no mentir nunca”, y ya se sabe que;

“Cosa prometida es medio debida, y debida enteramente, si quien promete no miente” —.

Me tomo unas semanas de descanso para recargar pilas. Volveré el último viernes de agosto. Felices vacaciones!!!.

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