13 de diciembre…………………….y entonces sucedió que……………….
……………………hay algunas personas que cuando uno conoce acontecimientos de sus vidas le recuerdan a la de George Bailey, en aquella película de Frank Capra, que llevaba por título ¡Qué bello es vivir!, interpretado por James Stewart, en la que el protagonista se veía obligado a renunciar a sus sueños, sacrificándose por cumplir unos ideales y vivir la vida de una manera que realmente no quería, lo mismo que le sucediera a Alvin York, un granjero de Tennessee que siendo llamado a filas durante la Primera Guerra Mundial, y no queriendo disparar a nadie, acabó siendo el soldado más condecorado de toda la historia, hasta entonces, de los Estados Unidos de América.
Alvin York, había nacido un martes 13 de diciembre, de un día 13 como hoy, de hace ciento treinta años, en 1887. Era el tercero de once hermanos (Henry, Joseph, Alvin, John, Albert, Hattie, George, James, Lillie, Robert y Lucy) del matrimonio habido entre William York y Mary Elizabeth Brooks, dedicados todos ellos a las labores del campo en la pequeña granja que tenían en Pall Mall, en el estado de Tennessee.
En noviembre de 1911, al fallecer su padre de una coz recibida por una mula a la que intentaba herrar, Alvin, a sus veinticuatro años, como hijo mayor que aún permanecía soltero, tuvo que hacerse cargo de la explotación agrícola, acudiendo desde entonces, con mayor asiduidad a las localidades vecinas de Jamestown, Moodyville y Byrdstown y con ello, de la misma forma, a visitar de paso sus garitos y tabernas, en donde tras las consabidas borracheras de rigor venían las acostumbradas grescas y peleas en las que, un día sí y otro también, se veía envuelto, ganándose, de esta forma, la fama de ser tan responsable, serio y trabajador como de borrachín y pendenciero, hasta que a finales de 1914, en una de aquellas trifulcas, fallecía de un disparo uno de sus mejores amigos, jurándose, desde aquel entonces, no volver a beber ni meterse en más líos, renunciando a la violencia y abrazando la biblia como reducto de salvación.
Había heredado de su padre, además del oficio de granjero, la férrea honestidad de su carácter, y la pasión por la caza, sobre todo de aves (patos y pavos), de la que gozaba de una puntería asombrosa. Era capaz de aguardar durante horas sin pestañear hasta ver pasar la pieza que le gustaba y descargar sobre aquella un único y certero disparo. Gracias a esta innata destreza en la granja de los York, siempre había para comer un buen plato de carne.
Desde julio de 1914 Europa se encontraba en guerra, en un conflicto lento y agónico que las potencias involucradas pensaron que tendría, por la sofisticación tecnológica y armamento desarrollado previamente, un desenlace mucho más rápido. Conforme se prolongaba esta en el tiempo iba implicando a más países, hasta el miércoles día 4 de abril de 1917, cuando al publicarse en los periódicos norteamericanos el “telegrama Zimmermann”, según el cual, el ministro de asuntos exteriores alemán le hacía llegar a su embajador en México una propuesta, de alianza común entre ambos países, para atacar a los Estados Unidos, proposición que acabaría siendo rechazada por el propio gobierno mexicano y que provocaría que los estadounidenses considerasen aquello motivo suficiente para declarar la guerra a Alemania.
Siete meses más tarde, en noviembre, Alvin fue llamado a filas, debiendo personarse en el Camp Gordon de Georgia para realizar la instrucción. Argumentando su estado de objetor de conciencia quiso evitar hacer uso de la violencia a la que desde hacía ya tres años había jurado renunciar. El capitán Danforth y el comandante Buxton viendo sus extraordinarios registros de tiro efectuados en las prácticas, trataron de hacerle ver que no era incompatible practicar su religión y ejercer la defensa de su país, utilizando para persuadirle incluso algunos pasajes bíblicos.
Y así, el día 1 de mayo de 1918 como soldado de la Compañía G, del 328 Regimiento de Infantería, perteneciente a su 82 División embarcaba con destino a Francia. Allí, en la región boscosa del Argonne, cercana a la localidad de Verdún, sería donde Alvin York acabaría haciéndose un hueco en los anales de la historia convirtiéndose en toda una leyenda.
Junto a diecisiete soldados más le fue asignada la misión de infiltrarse en las líneas enemigas alemanas que bien posicionadas y haciendo uso de metralletas dominaban aquellos bosques. Nada más adentrarse en el boscaje de aquellas tierras, capturaron a un grupo de soldados enemigos, siendo acto seguido sorprendidos por una ráfaga de disparos, falleciendo nueve de aquellos hombres. Ordenando marchar a aquellos restantes siete supervivientes para custodiar al grupo de los cerca de setenta prisioneros, el entonces cabo Alvin York, echándose al suelo entre los cuerpos de sus compañeros extintos y con su fusil M1917 Enfield, con un calibre del 30, como hiciera otras tantas veces practicando la caza pacientemente en Pall Mall, fue abatiendo, con una extraordinaria precisión, uno a uno a aquellos soldados alemanes que teniendo que asomarse desde sus escondites, trataban de vislumbrar su posición, entre la espesa niebla, que aquel martes 8 de octubre, cubría la zona. Hizo veintiocho disparos certeros que acabaron con la vida de otros tantos soldados, hasta conseguir que el teniente Paul Vollmer, a la vista de lo que allí estaba aconteciendo, ofreciera su rendición.
Aquella jornada del 8 de octubre Alvin York, acabaría capturando a ciento treinta y dos soldados alemanes y silenciando treinta y cinco ametralladoras, siendo ascendido a sargento y concediéndole la Medalla de Honor y la Cruz de Servicios Distinguidos por el Congreso de los Estados Unidos, amén de hasta cincuenta condecoraciones más por su arrojo y valentía.
Al mes siguiente, el día 11 de noviembre de 1918, se firmaba el armisticio que ponía fin a esta guerra.
Las hazañas de este soldado fueron llevadas a la gran pantalla en 1941, bajo el título de “El sargento York”, dirigida por Howard Hawks e interpretada por Gary Cooper, que obtendría once nominaciones al Oscar, llevándose finalmente dos, “el de mejor actor” y “al mejor montaje”.
El 2 de septiembre de 1964, a la edad de 77 años, fallecía este hombre que no quería disparar y que acabaría siendo el soldado más condecorado y reconocido de la historia, y que preguntado por su gesta, años más tarde, llegó a decir; -“Aquel díaun poder mayor que el del hombre me guiaba, me vigilaba y me decía qué tenía que hacer”-…