NOCHEBUENA EN COVINA.-

 

COVINA

24 de diciembre……………….y entonces sucedió que…………………….
……………………todo estaba preparado para la celebración de la Nochebuena en el 1129 de la calle East Knollcrest Drive, del suburbio angelino de Covina, a unos treinta y siete kilómetros al noroeste del centro de la ciudad de Los Ángeles, en el estado de California, donde veinticinco miembros de la familia Ortega, iban a celebrar, reunidos, aquella noche del jueves 24 de diciembre, la vigilia de la Navidad de 2008.
Al domicilio del matrimonio formado desde 1955 por Joseph Ortega, de ochenta años, y Alicia Sotomayor, de setenta años de edad, se unían esa noche, entre otros invitados,  sus cuatro hijos, James de 52, Charles de 50, Alicia de 46 y Sylvia de 43, con sus parejas respectivas y los hijos de estas.
La única que no llevaba acompañante aquella noche era Sylvia, la pequeña, separada de mutuo acuerdo desde el pasado mes de febrero, tras cuatro años de convivencia y dos de matrimonio con Bruce Pardo, y con el divorcio concedido, hacía tan solo una semana, cuando en los juzgados de west Covina, el pasado jueves día 18, firmaba los papeles de la disolución definitiva del mismo.
El señor Ortega, al que cariñosamente todos llaman “papá Joe”, antes de proceder a encender las velas de los candelabros, llamados a presidir ambos lados de la mesa del evento, a la que por cierto no le falta detalle alguno, va haciendo recuento de los allí presentes. Su hijo mayor, James y su esposa Teresa, sorben una copa de vino junto a su otro hijo Charles y la mujer de este, Cheri. La señora Ortega y sus dos hijas ultiman los detalles de la cena de los más pequeños, mientras quince niños y adolescentes, animadamente, charlan, corretean, se persiguen, ríen y llenan de vida una casa a la que los Ortega llegaron hace ya veintiséis años, allá por el año 1982, desde la ciudad mexicana de Torreón en el estado de Coahuila.
Sentados a la mesa disfrutan de los ágapes dispuestos por las extraordinarias manos de Alicia Ortega y su exquisita manera de preparar los alimentos con sus condimentos, y muy especialmente su “caldo de pozole”. La noche discurre con el recogimiento que suelen darse en este tipo de veladas, todos  juntos, sonrientes y felices, hablando, en ocasiones, todos a la vez.
Y entonces sucedió que, a eso de las once y media de la noche, de aquel 24 de diciembre, como hoy, de hace nueve años, un Dogde Caliber aparcaba en la puerta de la casa de la familia Ortega, descendiendo del mismo un hombre vestido de Papá Noel, sacando del maletero del vehículo lo que parece ser un enorme obsequio, envuelto en papel regalo con su lazo correspondiente. La nieta de los Ortega, Katrina Yuzefpolsky de ocho años de edad, viendo sentada desde la mesa por la ventana aproximarse aquel Santa Claus,  al escuchar el timbre de la entrada sale apresurada a abrir la puerta del domicilio. Todos están pensando que aquella sorpresa, sin duda alguna, es obra del señor Ortega, aunque este ponga cara de sorpresa como el que más.
La niña gira el pomo de la puerta y cuando se dispone a abalanzarse llena de felicidad sobre el más deseado de los posibles visitantes, en una noche especial como aquella, sin mediar palabra alguna, recibe un disparo, a quemarropa, que impacta sobre su cabeza, hiriéndola de gravedad, sin ser conscientes todavía, los miembros de la mesa, que era lo que allí estaba sucediendo, sin asociar aquel ruido a una detonación de un arma y lo que sobre ellos se cernía, porque en cuestión de segundos, aquel hombre disfrazado de Santa Claus, acercándose hacia ellos, comenzaba indiscriminadamente a descargar sobre sus miembros, toda la munición de su semiautomática de 9 mm. En aquel ataque fallecieron nueve personas, el señor y la señora Ortega y sus cuatro hijos (james, Charles, Alicia y Sylvia), las esposas de los dos hijos (Teresa y Cheri Lynn) y Michael André Ortiz (hijo de Alicia de un anterior matrimonio). Una vez descargadas toda la munición de hasta cuatro pistolas que portaba el atacante, sacando de lo que en un principio parecía un regalo, un lanzallamas casero, prendía fuego a toda la casa, huyendo de aquel lugar.
La niña que había recibido el primer disparo en la cara, milagrosamente sobrevivió a aquel despiadado ataque.
Los bomberos durante más de hora y media intentaron sofocar el incendio provocado, quedando la casa prácticamente reducida a escombros y cenizas.
El hombre disfrazado de Santa Claus, era Bruce Pardo, el ex marido de Sylvia Ortega, la hija pequeña, que había alquilado el mencionado coche Dogde Caliber para no levantar las sospechas, de los allí presentes, al acercarse hasta el domicilio de sus ex suegros y que tras perpetrar el ataque dejaba abandonado, dos calles próximas a la casa de su hermano, en Sylmar, una localidad a unos 48 kilómetros de allí, donde se había refugiado.
Las investigaciones policiales determinaron que Bruce Pardo, que había trabajado como ingeniero electrónico en ITT Corporation, en paro desde hacía cinco meses, al parecer, ante las desavenencias suscitadas con motivo de su divorcio, había planeado la muerte de su ex mujer Sylvia , y por extensión de la de toda su familia, para posteriormente huir hacia la localidad de Moline, en Illinois y  visitar a un amigo de la infancia (con el que ya había contactado y quedado) encontrándose en su poder los correspondientes billetes del vuelo, pero que ante las graves quemaduras sufridas en ambos brazos y quedar el traje de Papa Noel, derretido y adherido a su piel, entre otros motivos, decidió variar sus planes iniciales y acabar con su vida, siendo encontrado muerto en el domicilio de su hermano.
En el siguiente enlace el momento en el que una testigo, que había logrado escapar dela masacre, desde casa de Jeannie Goltz, vecina de la familia Ortega, hacía una llamada a emergencias, al 911 https://youtu.be/cyJMkU-N3Uw.
Ya lo decía el filósofo y pensador chino, el maestro Confucio; -“Antes de empezar un viaje de venganza, cava dos tumbas”-,

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