…………………..la decapitación, mediante el uso del hacha (sobre todo en la Europa Mediterránea) o de la espada (en la Europa Central y países nórdicos), era uno de los métodos más antiguos de ajusticiamiento conocidos, junto a otros, como la muerte por lapidación, la horca, hoguera, crucifixión, el aplastamiento por elefante, el garrote vil (desde que Fernando VII decidiera implantarlo en España), y algo más cercano en el tiempo, el fusilamiento.
Desde sus orígenes, los dos considerados como más eficaces y menos dolorosos, fueron la decapitación y el ahorcamiento, si bien, la aplicación de uno u otro, dependía de la procedencia de clase del reo en cuestión, bien fuera aquel de origen humilde o perteneciente a la clase noble y pudiente. El frío acero en el cuello del ajusticiado era considerado, a priori, una muerte mucho más digna y limpia que la asfixia provocada por la áspera y rugosa soga, por lo que dicha conclusión estaba reservada, casi como un privilegio, a los miembros de la alta sociedad.
La pericia mostrada por el verdugo encargado de la ejecución, sobre todo en el método del descabezamiento, ofrecía al condenado una muerte rápida y limpia (como el caso de Ana Bolena (segunda esposa de Enrique VIII), cuyo ejecutor, probablemente como forma humanitaria de distracción y de no querer prolongar, en demasía, la angustia en la espera de la convicta, llegó incluso a solicitar su espada, de viva voz, mientras lanzaba esta contra el delicado cuello de la condenada), o por el contrario, como había sucedido en otras tantas ocasiones, tratarse aquellas de un verdadero calvario,con largas agonías, como la ocurrida en 1562 con el escocés Sir John Gordon, en Aberdeen, condenado por un delito de rebelión y en el que la clara incompetencia del verdugo provocó, antes de acabar con su vida, una auténtica carnicería, o la sufrida por Thomas Cromwell del que cuentan que el ejecutor, siendo ciertamente torpe o verdaderamente inexperto (si bien algunas crónicas llegaban incluso a narrar una noche previa agitada y de presunta ebriedad) tuvo que realizarle hasta tres profundas y dolorosas hendiduras, hasta poder lograr separar la cabeza del tronco.
En la Francia revolucionaria, el día 21 de enero, como hoy, de 1790, la Asamblea Nacional Constituyente, decretaba implantar la igualdad de todos los hombres ante la pena de muerte establecida por la ley, cualquiera que fuese su origen o condición social, por lo que, aprobaba la propuesta del uso del dispositivo mecánico, de los doctores Joseph Ignace Guillotin y Antoine Louis como método de ejecución más humano y menos doloroso, al que comenzaron llamando la “Louissette” y que acabarían popularizando con el nombre de “Guillotina”, para incomodo del galeno y de su familia, que incluso llegarían a solicitar, formalmente, dejar de asociar su ilustre apellido con el referido instrumento ejecutor.
Sin embargo, no fue esta la primera máquina de estas características, ya que existen vestigios de un artefacto similar, anterior en el tiempo, la llamada “Scottish Maiden”, (la doncella escocesa). La idea surgió al parecer de James Douglas, Cuarto conde de Morton y regente de Escocia que, en 1563, tuvo ocasión de verla en Halifax (al Oeste de Yorkshire en Inglaterra) durante un viaje de regreso procedente desde Londres, instalada durante el siglo XVI como alternativa a la decapitación con hacha o espada. Halifax fue una vez parte de la Mansión de Wakefield, donde la ley y la costumbre del lugar le habían otorgado al “Señor de la Mansión” la autoridad para ejecutar por decapitación al ladrón sorprendido con bienes robados, a partir de un cierto valor previamente establecido o que confesara haberlos robado. Construida, por los hermanos Patrick y Adam Shang, esta consistía en dos columnas de madera, de unos cuatro metros y medio de altura, entre las que se suspendía, en una viga transversal, una cuchilla de hierro, fabricada por Andrew Gotterson, la cual era accionada mediante cuerda y polea.
Fue presentada durante el reinado de María, reina de Escocia, en 1564, y según los registros, acabarían siendo ejecutadas con este artilugio al menos ciento cincuenta personas, utilizada por última vez alrededor de 1718. Instrumento que se conserva en el Museo Nacional escocés de Edimburgo y que podemos contemplar en la siguiente fotografía.
En Francia, el primer reo en ser ajusticiado por la “Guillotina” fue Nicolás Jacques Pelletier, de treinta y seis años de edad, acusado de asalto y robo a mano armada, ejecutado el 25 de abril de 1792, sobre las tres y media de la tarde, ante una multitud curiosa, que quedó defraudada tras el “espectáculo”, por la rapidez y eficacia del asunto en cuestión.
El 21 de enero, de 1793, de un día como hoy, de hace por tanto dos cientos veinticinco años, moría “guillotinado”, el rey de Francia, Luis XVI, como el ciudadano Luis Capeto, tenía treinta y ocho años de edad. Nueve meses más tarde, el 16 de octubre, lo hacía su mujer, María Antonieta, a diecisiete días de cumplir los treinta y ocho también. Cuentan los allí presentes, que subiendo al cadalso, pisó involuntariamente a Henri Sanson, su verdugo, de quien cortésmente se disculpó diciéndole; -“Le ruego que me perdone, señor”-