UN «SELFIE» MUY MONO.-

 

26ENERO
26 de enero…………………y entonces sucedió que……………………….
……………………..el fotógrafo inglés, David Slater, de Blackburn, localidad situada a una hora y media de camino en coche al noroeste de Manchester, especializado en la captura de imágenes de animales salvajes, en su propio hábitat natural, se disponía a realizar, durante aquel otoño de 2011, otro de sus fantásticos viajes, en aquella ocasión, con dirección a Indonesia, y más concretamente a la reserva de Tangkoko, ubicada en el extremo norte de la isla de Sulawesi, un viaje, del que años más tarde acabaría en una fuerte controversia y que daría mucho de qué hablar.
El propósito, eligiendo aquel destino, consistía en poder fotografiar los bellos parajes que ofrecía la isla, así como de una especie de “primate catarrino” endémica de aquella zona, conocidos como “macacos crestados negros”, que desde hacía ya algunos años habían sido declarados en peligro de extinción. Reciben la denominación de “catarrinos”, al tener separadas las fosas nasales por un finísimo y estrecho tabique cartilaginoso que orienta las ventanas de la nariz hacia abajo.
Las instantáneas, tanto de simios como de monos, requieren de una gran dosis de dedicación y entrega, acompañadas de una enorme serenidad y paciencia en grado extremo. David Slater solicitó ayuda de un guía local, habituado a recorrer la isla de Sulawesi y aquellas selvas llenas de malezas, desde Sengkang en el extremo Sur, hasta el lago de Poso-meer, en su parte central, y las espesas arboledas en el Norte de Minahassa y Tangkoko, y cuya presencia no despertaba desconfianza entre aquellos grupos de primates.
El primer día, ya en la reserva, se toparon con un grupo de veinticinco miembros de “Yakis”, que así es como en el idioma local denominan a estos macacos crestados, a los que decidieron seguir con la intención de obtener buenas instantáneas. De hábitos diurnos, permanecen en tierra la mayor parte del tiempo, donde se interrelacionan y socializan, subiendo a los árboles para conseguir comida y disponerse a descansar.
Cargados con cerca de veinte kilos de material fotográfico, abriéndose paso a través de la maleza, con fuerte humedad, fue durante el segundo día, en un alto en el camino que aquellos realizan para acicalarse, cuando un grupo de unos valientes macacos se aproximan al fotógrafo, comenzando a “arreglar sus cabellos”, en una clara muestra de aceptación hacia su persona. Este, sin soltar la cámara, se deja acicalar, colocándola sobre un trípode con una lente gran angular, esperando que su curiosidad innata los llevara a manipular la misma, dando algunos pasos, alejándose un poco, con la firme convicción de que comenzarían a “manosear” la cámara, como así acabó resultando hacer, una hembra, a la que llamaban Naruto.
El sonido que empezó a realizar el obturador despertó aún más su interés, tomando varias instantáneas, como si supiera lo que verdaderamente estaba haciendo.
Al revelar las fotos realizadas, había una en particular que llamaba poderosamente la atención, ya que la curiosa primate parecía haberse hecho un “selfie”, en una pose en la que parecía estar sonriendo, y que a su regreso, el fotógrafo vendería a la agencia de noticias Caters, originándose a partir de entonces una batalla legal, por determinar quien ostentaba los derechos de autor de aquella fotografía, si el dueño de la cámara, David Slater (DJSPhothografy) o el autor material de la instantánea, esto es, la primate de seis años, a la que llamaban Naruto, representada por la organización por los derechos de los animales, PETA (People for the Ethical Treatment of Animals; Gente por el Trato Ético de los Animales) que llegaría a presentar  demanda ante la corte  de justicia californiana de San Francisco, cuyo abogado, Jeffrey Kerr, alegando que si bien la ley otorga derechos a los autores de los trabajos originales, no realiza limitación de especia alguna.
El juez del Distrito Norte de California, William Orrik Tercero, de sesenta y dos años, fue el encargado de conocer la demanda de aquel proceso judicial, cuya última sesión, acabaría produciéndose, un día como hoy, el 26 de enero de hace un año.
Tres días más tarde comunicaba a las partes su decisión definitiva, en virtud de la cual, desestimaba la pretensión de la organización PETA, en el sentido que si bien se le reconocen a los animales la íntegra protección y el absoluto amparo de la ley, no pueden aquellos reclamar los referidos derechos de autor, que corresponden en exclusiva al género humano, fallando por tanto a favor del demandado David Slater, que podría por tanto disfrutar de los beneficios generados por aquella fotografía.
Este, sin embargo, posteriormente anunciaba que procedería a donar el 25% de los ingresos obtenidos, por el mencionado autorretrato, para aquellas organizaciones, en activo, encaminadas a la protección y el bienestar de los ecosistemas en Indonesia donde habita el macaco y otros ejemplares de su especie.
Poniéndose fin, de esta manera, a la controversia surgida, a raíz de esta simpática instantánea y que acompaña a la referida reseña.
Ya lo dijo el filósofo Martin Buber, -“Los ojos de un animal tienen el poder de hablar un gran idioma”-

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