28 de enero…………………………..y entonces sucedió que…………………………
………………habían transcurrido setenta y cinco días sin haber vuelto a saber nada de las tres jóvenes, Miriam, Toñi y Desirée, desde que aquel viernes 13 de noviembre de 1992, fuesen vistas por última vez, en la gasolinera situada en la entrada de Picassent. Setenta y cinco días, sin noticia alguna, llenos de intranquilidad, de desasosiego, de tristeza, de rabia contenida, en uno de los episodios más trágicos, acaecidos en la localidad valenciana de Alcácer.
Miriam García Iborra, de 14 años, Desirée Hernández Folch, de 14 también, y Antonia Gómez Rodríguez, a la que llamaban Toñi, de 15 años de edad, aquel viernes por la tarde habían ido a casa de su amiga Esther Díez, que se encontraba constipada, para ver si se animaba a salir y poder así acudir todas juntas a la fiesta que daba un instituto en la discoteca “Coolor”, de la localidad vecina de Picassent. Pero su madre, Rosalía, no estaba por la labor de dejarla marchar con aquel resfriado, que sin saberlo todavía, le haría perder tan ansiada fiesta pero acabaría salvándole vida.
Desde allí, Miriam llama a su padre, Fernando, afectado también por la gripe, para pedirle que las acerque en coche hasta la referida fiesta, pero este tiene el cuerpo tan dolorido, (tanto como a partir de aquel día tendría el alma) que se encuentra metido ya en cama. Quien contesta la llamada de Miriam es su madre, Matilde, que le dice que su padre no puede ir a por ellas y que esas horas (las ocho de la noche) ya no son horas de ir a ninguna discoteca.
Las tres niñas, salen decididas pues a hacer autostop, para desplazarse hasta el mencionado evento (solo es, «ir, ver el ambiente y volver», se dicen). En el último semáforo que hay a la salida de la localidad de Alcácer, en la avenida de Ricardo Hernández, sobre las ocho y cuarto de la noche, son recogidas por una pareja de novios, que las conocen de vista, Paco Hervás y su novia MariLuz López, que las llevan hasta la gasolinera de la entrada de Picassent, en donde las dejan. Una vez allí, no volvería a saberse más de ellas. Nadie volvería a tener noticias suyas. Únicamente dos testigos afirmarían haberlas visto en aquella zona. Quedaría, posteriormente constatado, que al lugar de aquella celebración, no llegaron a acudir nunca.
Y así, sin rastro de las jóvenes transcurriría aquel triste mes de noviembre, con todo el despliegue mediático que aquel asunto trajo consigo, con la emisión en directo de los programas sensacionalistas de las nuevas cadenas privadas de televisión, Antena 3 y Tele 5, que junto con TVE, se volcaron en transmitir, el desgarrador dolor de aquellas tres familias, y junto a ellas, el de multitud de conmocionados hogares españoles, que de pronto se sintieron tan identificados, que en cada casa, no solo de aquella localidad valenciana, sino de toda España, había también una Miriam, una Desirée y una Toñi.
Las Navidades del 92, sin conocerse todavía el paradero de sus hijas, fueron terribles en casa de los García, de los Hernández, y de los Gómez.
Y entonces, sucedió que, setenta y cinco días después, el miércoles 27 de enero de 1993, dos apicultores (criadores de abejas) Gabriel Aquino y José Sala, haciendo un alto en el camino, en el llamado barranco de la Romana de la localidad de Tous, a unos veinte kilómetros de la gasolinera de Picassent, vieron lo que parecía una mano que asomaba enterrada en el suelo, y que una vez avisada y personada la Guardia Civil junto con la policía científica determinarían ser aquel, el lugar en el que habían sido enterrados los cuerpos de las tres chicas desaparecidas.
En aquella pequeña fosa excavada al efecto, aparecieron tres cuerpos envueltos en una moqueta de tonos verdes y marrones, que tras el pertinente examen forense determinaría un horrendo crimen que aturdiría todavía más si cabe a Alcácer y sus gentes, y por extensión horrorizaría a miles de familias españolas. Junto a los cuerpos en descomposición, aparecía un elemento incriminatorio, una receta médica a nombre de Enrique Anglés Martins, de la población cercana de Catarroja, cuyo hermano, Antonio, era un conocido delincuente habitual, fichado por la policía, en numerosas ocasiones por pequeños delitos de hurtos, asuntos de drogas y trapicheos.
Cuando la Guardia Civil se persona en casa de los Anglés, Antonio, se escabullía por una de las ventanas para no ser localizado jamás. En el momento de la personación de las autoridades en el citado domicilio, hizo acto de aparición un amigo de Antonio, llamado Miguel Ricart Tárrega, de veintitrés años, al que apodan el “rubio”, que es llevado a las dependencias de la comandancia de la localidad, en calidad de testigo y no como detenido, donde un día como hoy, 28 de enero, de hace veinticinco años, acabaría confesando los detalles de aquel crimen ofreciendo los pormenores del mismo.
Ricart daría varias versiones sobre lo sucedido, incriminando directamente del asunto a su amigo Antonio Anglés. Según relataría en aquella confesión, recogieron a las tres chicas en su Opel Corsa blanco, matrícula V-7757-BJ al verlas en la gasolinera, y tras averiguar hacia donde se dirigían, les dijeron que las acercaban a la referida discoteca donde, según afirmaron, ellos también iban. Una vez subidas en el vehículo acabaron desviándose hacia el paraje de la Romana, en el término municipal de Tous, en donde las violaron, torturaron y asesinaron de un tiro en la sien con la pistola automática Star del calibre 9 mm, que portaba el propio Anglés.
La Audiencia Provincial, en su sección Segunda, determinaría el 5 de septiembre de 1997 condenar a Miguel Ricart como autor de tres delitos de asesinato y de cuatro delitos continuados de violación, en concurso ideal con tres delitos más de rapto y dos circunstancias agravantes, la de lugar despoblado y ensañamiento, a cumplir una pena de treinta años por cada asesinato, y de veinte por cada violación (lo cual ascendía a una pena de ciento setenta años) y una multa de cincuenta millones de pesetas (300.000 €) para cada familia, siendo incrementada esta, en la misma cantidad [esto es, a percibir cien millones de pesetas (600.000 €)] para Rosa Folch, la madre de Desirée Hernández Folch, como indemnización, por el fallecimiento, posteriormente a los hechos enjuiciados, de su esposo.
Tras veinte años entre rejas, Miguel Ricart, aplicando la doctrina Parot, salió de la prisión de Herrera de la Mancha……
Anglés, permanece en paradero desconocido y huido de la justicia……un auténtico misterio.