LA BATALLA QUE CAMBIÓ EL RUMBO DE LA HISTORIA

75 AÑOS DE SATLINGRADO

2 de febrero…………….y entonces sucedióque……………………………….
………………….hoy, 2 de febrero se cumplen setenta y cinco años del final de uno de los enfrentamientos bélicos más encarnizados, que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial, y que acabaría siendo considerado “fundamental”, en el transcurso de la misma, ya que suponía, la primera derrota de una Alemania, invencible hasta aquella batalla, y un punto de inflexión a partir de aquel momento, que acabaría decantando, el triunfo final, hacia el bando de los aliados.
En junio de 1941, Hitler activaba los últimos preparativos de la llamada “Operación Barbarroja”, concentrando en las proximidades de la frontera con la Unión Soviética, un contingente de cerca de cuatro millones de soldados, perfectamente camuflados, desde Finlandia hasta el mar negro, con el objetivo de invadirla, convirtiendo en papel mojado, de esta forma, aquel pacto de no agresión mutua, firmado en agosto de hacía casi dos años.
Un movimiento de estas características no había pasado inadvertido para los servicios secretos soviéticos que desde el Kremlin en Moscú, y a través de su primer secretario en la embajada soviética de Berlín, Valentín Berezhkov, trataba, en vano, de hacerle llegar su malestar y preocupación al Ministro de Asuntos Exteriores alemán Joachim von Ribbentrop, al que no llegó a localizar (según argumentaban fuentes oficiales al no encontrarse en Berlín durante aquellos días). El 20 de junio, un día antes del inicio de la invasión, se computaban treinta y nueve incursiones aéreas alemanas en suelo soviético.
La confirmación de aquellas fundamentadas sospechas tendría lugar el sábado día 21 de junio de 1941, cuando el almirante Nikolai Kuznetsov, comandante en jefe de la flota del Mar Negro, enviaba mensaje a Moscú advirtiendo de un ataque aéreo alemán realizado, alrededor de las cuatro de la mañana, contra la base naval de Sebastopol, dando comienzo de esta forma a aquel conflicto armado que a la postre supondría el final de la hegemonía alemana. Antes de que los guardias fronterizos de la NKVD (comisariado para asuntos internos) pudieran reaccionar, los puentes sobre los ríos, habían sido tomados.
Aquella invasión llegaba con cerca de cinco semanas de retraso sobre la planificación prevista, en un principio, para el 15 de mayo. La Luftwaffe alemana dirigía sus ataques contra los regimientos de aviación del Ejército Rojo. Durante las primeras nueve horas iniciales de aquel sorpresivo ataque nada parecía poder detener aquella maquinaria de guerra creada por Hitler. 1200 aviones (la mayor parte en tierra), 2500 tanques y cerca de 300.000 hombres atrapados parecían augurar una ocupación mucho más sencilla de lo que a la larga acabaría siendo.
Pero hubo varios factores que la Wehrmacht (el ejército alemán) no había evaluado correctamente. Uno, el haber subestimado al soldado raso soviético, que aún estando en situación franca desfavorable, incluso superado numéricamente, no se entregaba con facilidad. Un segundo elemento, la infinita extensión territorial, que procuraba la sensación a las tropas alemanas, que a pesar de ir ocupando inmensas superficies, no tener estas límite alguno, conquistando, avanzando y observando aún así un horizonte interminable y un tercer factor, sin duda determinante, la peculiaridad del clima soviético.
 Cuando la invasión dio comienzo, en el mes de junio, el calor comenzaba a dejarse notar. El soldado de infantería alemán (el landser), con sus cerca de treinta kilos de peso en su equipaje realizaba marchas de hasta sesenta y cinco kilómetros diarios, achicharrándose literalmente de calor. Las lluvias del final de mes de agosto y sus barrizales, comenzaron a dificultar aquel avance, ralentizándolo al máximo durante el mes de julio. Las nieves acabarían haciendo su acto de aparición la misma noche del lunes 6 de octubre, eso sí, para derretirse rápidamente. A finales de noviembre la situación era dramática, la nieve, los vientos gélidos y unas temperaturas por debajo de los 20 grados bajo cero frenaron el ataque que comenzaban a mermar la moral de unos ya debilitados soldados.
Sin embargo, el Führer estaba plenamente convencido de que, si lograban aguantar todo el invierno, acabarían con la histórica maldición de los invasores de Rusia. La consigna era clara, -“Venced el paso del invierno”-, mientras que por parte soviética, Stalin daba a sus hombres la suya, -“resistir, resistir, resistir”-. Y así transcurriría un año de agónica incursión en aquellos territorios, hasta llegar, en el mes de julio de 1942, hasta las puertas de la ciudad de Stalin (Stalingrado, el punto de partida de la revolución), al margen del río Volga.
El domingo 23 de agosto la aviación del mariscal de campo de la Luftwaffe, el barón von Richthofen comenzaba un bombardeo sobre la ciudad de Stalingrado por turnos, muy cerca del suelo, contabilizándose hasta mil seiscientas incursiones. Hitler creía que una rápida victoria en aquella ciudad provocaría el derrumbe definitivo del Ejército Rojo. El general Gueorgui Zhukov, una vez nombrado vicecomandante supremo, sólo por debajo de Stalin, llegaba a Stalingrado el sábado 29 de agosto para supervisar las operaciones, convirtiendo cada edificio, calle, sótano y hasta cada alcantarilla, en una lucha sin cuartel, en un combate cuerpo a cuerpo, que los soldados alemanes llegaron a denominar “Rattenkrieg” (guerra de ratas). En una lucha contra un enemigo invisible, de emboscadas.
En noviembre una ofensiva del ejército soviético arrinconaba y aislaba, en el interior de la ciudad, al Sexto ejército alemán del general Paulus, que quedaba a partir de aquel momento, sin posibilidad de abastecimiento desde el exterior. Siendo el hambre atroz, el frío, las enfermedades y epidemias las que acabaron por mermar a su debilitado ejército, que acabaría cediendo y rindiéndose, contraviniendo así las órdenes de Hitler, que insistía en no dar –“ni un paso atrás” – .
La rendición oficial se produjo el 2 de febrero, de un día como hoy, de 1943. La derrota alemana supondría el final de su supremacía militar. Los soviéticos a pesar de contar con innumerables bajas en sus filas (más de dos millones de muertos) salieron reforzados de este conflicto, en el que vieron cometer el mismo error en su enemigo, que el cometido en 1812 por Napoleón . Y ya lo dijo el propio Bonaparte;  
-“Nunca interrumpas a tu enemigo cuando esté cometiendo un error”-  

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