18 de febrero…………………y entonces sucedió que……………………
……………………………………….habían transcurrido veintiocho días desde que se iniciara, aquel martes 21 de enero de 1945, próximo al ocaso de la Segunda Guerra Mundial, la “Campaña de Birmania”, con el nombre en clave de “Operación Matador”, con el que las tropas del comandante William Slim , al que sus hombres llamaban “Tío Bill”, al frente del «Decimocuarto Ejército Británico», se enfrentaban a los valerosos y siempre aguerridos soldados japoneses, sobre quienes recaía aquel mito de su invencibilidad. Birmania había sido colonia británica, hasta que en 1942 fueron expulsados por los tailandeses y los soldados del ejército imperial japonés, que desde entonces ejercían su influencia en aquella zona.
Birmania, actual Myanmar, era considerado un territorio estratégico por los ejércitos aliados, fundamental para la ubicación de sus bases aéreas. Tras la toma de la isla de Munaung (sin apenas resistencia nipona), sus esfuerzos se dirigieron entonces hacia la isla del norte, la de Ramree, que pasaría posteriormente a los anales de la historia por ser una de las batallas más sangrientas conocidas, sin apenas intervención humana.
En aquella isla, sin embargo, la guarnición japonesa opuso una feroz resistencia ante la ofensiva británica efectuada sobre la bahía de Hunter. Los británicos lograron, con la ayuda del acorazado Queen Elizabeth y la dotación aérea de la escuadrilla 804 del portaaviones Ameer, el lunes 12 de febrero, desembarcar una batería de quinientos infantes de la Royal Marine, que fueron aumentando progresivamente hasta llegar, el jueves 15, a cerca de veintitrés mil.
El domingo 18 de febrero, de un día como hoy, de hace setenta y tres años, tras un intenso enfrentamiento, cuerpo a cuerpo, las defensas niponas de la costa superadas en número cedieron, dividiéndose en dos fracciones, quedando aislado un pequeño contingente, de unos mil hombres, que rodeados se vieron obligados a abandonar sus puestos, adentrándose al interior de la isla, hacia los manglares, en dirección a aquellos terrenos pantanosos, típicos de las zonas tropicales, en donde crecen árboles que logran vivir en agua salada, tan difíciles de transitar. La idea de estos hombres era la de reunirse con el grueso del ejército recorriendo para ello, los dieciséis kilómetros que conformaban aquel barrizal.
Y así, la noche del 19 de febrero, en silencio, con el agua hasta la cintura, tratando de ser lo más sigilosos posible, fueron entrando en aquellas aguas los casi mil soldados que desafiando el cansancio, las altas temperaturas de la noche y la humedad del ambiente, de aire caliente y pegajoso, se dispusieron a atravesar aquel manglar de troncos leñosos, lleno de mosquitos, escorpiones e infestado de cocodrilos de agua salada.
Estos cocodrilos marinos, están considerados como el mayor reptil de todos los que habitan el planeta, pudiendo algunos ejemplares llegar a medir hasta cerca de siete metros de longitud y presentar un peso que puede alcanzar hasta los mil quinientos kilogramos. Dentro de las aguas, son extremadamente ágiles y de movimientos vertiginosamente rápidos, pudiendo con un simple impulso de sus colas, llegar a desplazarse hasta cerca de cuatro metros.
La dentellada del cocodrilo de mar es quizás una de las más potentes de todo el reino animal. Sus mandíbulas, compuestas por sesenta y seis dientes, no cortan ni cercenan al morder a sus presas, sino que estas les sirven para agarrarlas y sujetarlas fuertemente para seguidamente, realizando una serie de súbitos giros bruscos sobre sus propios cuerpos, proceder a desmembrarlas.
Y allí, cuentan que aquellos mil hombres, avanzando en mitad de la lúgubre noche del lunes 19 de febrero, fueron sorprendidos por cientos de cocodrilos, sufriendo el peor ataque que hubieran podido si quiera imaginar. Saliendo desde la nada aquellas enormes mandíbulas, que les agarraban y estiraban de los brazos, piernas, o de la misma cabeza, arrastrándolos hacia las profundidades de aquel lodazal. De todos los que allí se adentraron, solo salieron vivos una veintena de hombres.
El soldado inglés y naturista Bruce Stanley Wright, testigo de los hechos descritos durante aquella noche, escribiría años más tarde en su libro “Wildlife Sketches, Near and Far” (Bocetos de vida salvaje, cerca y lejos);
-“Fue la noche más terrible que cualquiera de nosotros haya vivido. Entre el silbido de los disparos podía escucharse el grito desgarrador de los hombres heridos, atrapados entre las fauces de los cocodrilos; el turbador ruido de sus huesos, en las mandíbulas de aquellos reptiles, girando sobre sus cuerpos, creaba un desagradable e infernal sonido”-.
Algunas fuentes desmienten estos hechos de la matanza de la isla de Ramree que sin embargo, sí que vienen recogidos en el “Libro Guinness de los Récords”, como “el mayor desastre de la historia provocado por animales”, aumentando de esta forma su aura de leyenda.