OPERACIÓN «BOLA DE CRISTAL».-

2802201802

28 de febrero……………………y entonces sucedió que………………………
…………………………..aquel sábado 28 de febrero de 1998, tras el incidente sucedido trece días antes, que abría una nueva línea de investigación, la Unidad Central Operativa de la policía judicial de la Benemérita, podía poner, por fin, un rostro identificable como posible sospechoso, del asesinato de la profesora de Castellón, Sonia Rubio Arrufat, de 25 años, cometido el día 2 de julio de 1995, en Benicàssim, a la salida de una discoteca. Aquel sábado 28 de febrero de hace hoy por tanto veinte años, la Guardia Civil con aquel sujeto a investigar, activaba la operación que llevaría el nombre en clave de “Bola de Cristal”.
Los investigadores estaban muy cerca de descubrir, no solo al asesino de Sonia, la profesora de inglés, sino de cuatro víctimas más, de las tres jóvenes, Francisca Salas León de 23 años, Natalia Archelós Olaria, también de 23 años y Mercedes Vélez Ayala de 25 años, cuyos cuerpos sin vida aparecieron los días 2, 27 y 30 de enero de 1996, y de Amelia Sandra García Acosta de 22 años, cuyo cadáver sería  descubierto flotando en una balsa de agua en la Partida Plá dels Olivars de Onda, en febrero del año siguiente, todos ellos cometidos en la provincia de Castellón, y aunque parecían, en un principio, aparentemente constituir hechos aislados, sin conexión alguna, los unos de los otros, con el perfil elaborado por el criminólogo y psicólogo, Vicente Garrido Genovés sobre aquel sujeto, se pudo realizar un engarce entre los mismos, del que a la postre sería considerado como uno de los criminales más peligrosos de nuestra historia delictiva, autor de aquella serie de cinco asesinatos, todos ellos mediante muerte por estrangulamiento.
Trece días antes, acudía a denunciar ante el cuartel de la Benemérita de Castellón, una joven de diecinueve años, Lidia Molina, que afirmaba que durante la noche del pasado sábado 14 de febrero (madrugada ya del domingo día 15), un hombre había tratado de secuestrarla e introducirla en su vehículo, atacándola por detrás. La joven señalaba que defendiéndose como buenamente había podido, durante el forcejeo, aquel había intentado estrangularla, llegando a perder el conocimiento. Contaba, que una vez  había recuperado el sentido, se encontraba en el interior del vehículo de aquel sujeto, y que este, al parecer, discutía, en ese momento, con un vecino que presenciando los hechos le reprochaba su proceder, argumentando el agresor, para justificar aquella situación, que ella era su novia, que le había engañado con otro, exhortándole a no inmiscuirse en aquel asunto, momento que la denunciante aprovecharía para darse a la fuga, dando una descripción detallada del sujeto y del vehículo en el que la había introducido.
El hombre al que señala como autor de este acto, y que las pesquisas policiales ponen rostro el sábado 28 de febrero, es Joaquín Ferrándiz Ventura, un joven de 34 años de edad, que ya había sido condenado en 1989 a catorce años de prisión por un delito sexual y que había logrado la «libertad condicional», el 4 de abril de 1995, (tan solo tres meses antes del crimen de la profesora castellonense) tras haber permanecido algo más de cinco años entre rejas y después de dos meses en el denominado «tercer grado».
Los hechos por los que acabaría siendo condenado se remontan a la mañana del 6 de agosto de 1989, cuando María José, de 18 años, la víctima seleccionada, circulaba con su ciclomotor por Benicàssim, por la calle del Palmeral (paralela esta a la avenida de Ferrandis Salvador), cuando el acusado, con la firme y decidida intención de causar un accidente, se abalanzaba sobre aquella voluntariamente con su coche, un Seat Ronda, produciéndole como consecuencia del alcance, heridas a la joven en uno de sus tobillos. Este, bajaba de su vehículo para amablemente preocuparse por la chica, al igual que hicieron los ocupantes de otro vehículo, testigos del suceso que acabarían posteriormente identificándolo, viendo como aquel se ofrecía, muy educadamente, a trasladarla al centro hospitalario, donde nunca llegaría a llevarla, desviándose de su camino para agredirla, violarla y abandonarla cerca del hospital. Absolutamente nadie de su entorno llegaría a creer aquella historia, nadie que le conocía podría si quiera imaginar que Ximo, un chico tan considerado y educado, hubiera sido capaz de semejante acto, del que estimaban era acusado injustamente.
Tras haber pasado aquellos cinco años, con un comportamiento fuera de toda duda por Instituciones Penitenciarias, volvió a casa de su madre, incorporándose a una compañía de seguros en la que todos creyeron la historia de su inocencia. De hecho en aquella oficina tenían a Ximo, por una persona “absolutamente normal”, de trato impecable, amable, cordial, atento, e incapaz de hacer aquello de lo que le habían acusado.
Pero aquel compañero, amigo e hijo ejemplar, frecuentaba de madrugada el polígono “Los Cipreses”, donde por aquel entonces se ubicaban numerosas discotecas, donde acudía como cualquier joven en sus noches de ocio, pero con una salvedad, y es que mientras estaba de fiesta, estudiaba y seleccionaba a sus posibles víctimas, a las que realizaba un minucioso seguimiento de sus movimientos. No las conocía, pero todas seguían un patrón, todas eran jóvenes, de complexión y estatura media y regresaban a sus casas siempre solas.
Con la “Operación Bola de Cristal” activada, tras varios meses de seguimiento, sería cuando durante la noche del sábado día 12 del mes de julio, miembros del dispositivo de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que esa noche le vigilaban, observaron como a las puertas de la discoteca Botánico, desinflaba una de las ruedas de un Renault 5, el vehículo de su próxima víctima, cuya propietaria al salir sola de la discoteca, se subía a su coche, ajena a este incidente, sin ser consciente de llevar uno de los neumáticos en aquellas condiciones, teniendo un accidente al salirse, un poco más tarde, de la carretera en una de las curvas, momento en el que Ximo Ferrándiz, acudía en su ayuda, pero esta vez, en lugar de abusar de ella y terminar con su vida, acabaría llevándola al Hospital General de Castellón.
Con todos los datos recogidos, el 29 de julio se produciría su detención en la oficina, donde trabajaba, ante el asombro y desconcierto de sus compañeros, que no se lo acaban de creer, al igual que sucediera aquel año de 1989, siendo posteriormente procesado por el asesinato de estas cinco víctimas, en el Juzgado de Instrucción nº 8 de Castellón, cuyo titular Josep Lluis Albinyana, dictaba sentencia, condenándole a una pena de sesenta y nueve años de prisión, el 13 de enero de 2000.
Hay dos dichos populares, recogidos en nuestro sabio refranero que dicen; -“Debajo del agua mansa está la peor corriente”-, -“Guárdate del agua mansa”-
 

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