11 de marzo…………………y entonces sucedió que……………………
……………………era jueves aquel 11 de marzo, de hace catorce años, los mismos que tendría hoy Patricia Rzaca, que con siete meses de edad viajaba en aquel tren de Cercanías, en el que había subido en la estación de Alcalá de Henares, junto a sus padres, Yolanda (que lograría sobrevivir al atentado) y Wieslaw, ambos originarios de Polonia, país en donde se conocieron y desde el que hacía diez años habían decidido trasladarse hasta España, fijando su residencia en la aludida población madrileña. Acudían, como casi todas las mañanas, hasta la estación de Atocha en Madrid para dejar a la pequeña en casa de su tía Katarina, y desde allí, acudir a sus respectivos trabajos. Viajaban en el mismo vagón algunas de sus compatriotas, como Alina Bryck, a quien sus amigos llamaban “Ala”, y Danuta Spizla de 28 años, que acomodada en su vagón “wasapeaba” con su novio Krysztof, al que saludaba deseándole tener un buen día. En aquella terminal, a esas horas subía también Inés Novellón, una enfermera de 29 años que nunca trabajaba en el turno de la mañana y que aquel fatídico día se lo había cambiado a una compañera que tenía prevista cita con el ginecólogo. Su novio Víctor Rodríguez cogía el tren inmediatamente anterior salvándose de la tragedia de las explosiones.
Eran aproximadamente las siete y diez de la mañana, hora punta para aquellos cuatro trenes abarrotados con unos pasajeros que viajan en la línea C-2 que cubre el trayecto desde Guadalajara hasta Chamartín, la mayoría con destino a sus lugares de trabajo y que a fuerza de repetir itinerario, día tras día, van conociéndose unos a otros, al menos de vista.
En la estación de Torrejón de Ardoz, un grupo de cinco personas de origen rumano, suben al mismo animadamente, a pesar de ser tan temprano. Todos dedicados a la construcción, Czaba Zsigovski, Stefan Budai, Tibor Budi que viaja con su amigo Alois Martinas junto a su novia Eva Rodica (que tienen previsto casarse el próximo mes de agosto) y que logrará sobrevivir al apearse del tren en la estación de Vicálvaro, escuchando desde allí mismo la explosión que en la siguiente, en la de Santa Eugenia, acabaría con la vida de todos ellos. Precisamente allí, subía Stefan Modol que al verles se une a aquel grupo y comienza a comentar sus impresiones sobre el partido de champions de la noche anterior entre el Madrid y el Bayern y que le daba, con aquel gol de Zidane el pase a cuartos al Real Madrid.
Y es que aquel jueves bien temprano todo el mundo hablaba de lo mismo, de fútbol y de política (con unas elecciones previstas para ese fin de semana, que parecían, a tenor de las últimas encuestas publicadas, concederle una clara victoria con un amplio margen al Partido Popular) y de un partido de octavos de la Champions, que se había celebrado la noche anterior en el Santiago Bernabéu, entre el Real Madrid y el Bayern de Munich y que a pesar de la lesión de Ronaldo Nazario, los blancos habían podido deshacerse de un rival tan incómodo como lo era el equipo teutón.
Allí en Torrejón, subían también, cogidos de la mano, Kalina Dimitrova y Adrián Asenov, ambos naturales de Bulgaria, que llevaban saliendo aproximadamente año y medio y que iban a contraer nuevas nupcias en apenas dos meses, en una ceremonia prevista para el día 15 de mayo. Adrián tenía, ese jueves, el día libre y había decidido acompañar a su novia. A pesar del triste suceso, en el que ambos perderían la vida, las hermanas de Adrián, Albena y Polia celebrarían una simbólica ceremonia el día de su entierro, engalanando los ataúdes con sus trajes de novios.
En la estación de Coslada, entre otros, suben Petrica Geneva, al que cariñosamente llaman “Pedro” con su primo Ionut Popa que se unen rápidamente a la conversación con aquellos, y Miriam Melguizo de 28 años, que para poder compatibilizar su trabajo con las atenciones que requiere el cuidado de su hija Lucia, de nueve meses de edad, por fin había conseguido que la empresa la ubicase en el turno de la mañana, también acceden Livia Bogdan y su novio Juan Muñoz, un cordobés que estaba de baja, con el que mantenía una relación desde hacía ya cuatro meses y que esa misma mañana se había animado a acompañarla, y Juan Carlos del Amo que a sus 28 años ya era doctor en la especialidad de químicas, y Eva Cid, y Oscar Abril un estudiante de educación física en el INEF de 19 años, acompañado de su novia Jana, que resultaría herida de gravedad en la tragedia que estaban a punto de vivir.
La megafonía del convoy anuncia la siguiente estación, -“próxima parada, Vicálvaro, correspondencia con la línea 9”-, allí se despedía para siempre (sin ser consciente de ello) Eva Rodica de su novio Alois Martinas, y allí subía Juan Carlos Sanz de 33 años, cuya mujer Rosana se encontraba en el sexto mes de gestación de su hijo, al que llamaron Alberto y que nunca llegaría a conocer.
En la parada de Santa Eugenia de un tren que acabaría explotando en el Pozo, monta Domnino Simón de 45 años, al que llaman “Nino” y cuyo automóvil esa mañana del día 11 parece estar averiado al negarse a arrancar, por lo que decide tomar aquel tren de Cercanías junto a su mujer, Cristina López, dejando a partir de ese día huérfanos dos niños, Eduardo de 4 y Alberto de 11 años de edad. En esa misma terminal subía Nuria del Río junto con una amiga suya, María Dolores Durán, encontrándose en el mismo vagón con Marta del Río, la hermana mayor de Nuria que va acompañada de su novio Paco Quesada, falleciendo los cuatro.
A las 7 horas y 37 minutos de la mañana del jueves 11 de marzo, de un día como hoy, de 2004, se producía una primera explosión en la cola de un tren ya estacionado en la terminal de Madrid-Atocha, a la que le sucede, apenas unos segundos después, dos detonaciones más, ubicadas en el mismo convoy, una en su parte central y la otra en su cabecera. Sin tiempo para poder reaccionar le sobrevienen a estas, cuatro bombas más, situadas en los vagones de un tren, a quinientos metros de la estación, en las proximidades de la calle Téllez, en el barrio de Pacífico, que espera las indicaciones precisas que le procuren para tener acceso y vía libre hacía la terminal, y otra más, la que hace ya una octava explosión, en la estación de Santa Eugenia de la Villa de Vallecas y dos más en el Pozo del tío Raimundo del distrito del puente de Vallecas, siendo en su número final un total de diez detonaciones, de una masacre de apenas cuatro minutos de duración, desde las 7.37 hasta las 7.41.
Cuatro trenes, cada uno con seis coches, en la hora de mayor tráfico del día, y en la que perderían la vida 193 víctimas inocentes, además de los casi mil cuatrocientos heridos de diversa consideración y de los noventa y siete menores de edad que de alguna u otra manera quedaron huérfanos de padre o madre, o de ambos progenitores como en el caso de los hijos de Domnino Simón y Cristina López, así como de otros tres niños habidos en el matrimonio de los hondureños Saúl Valdés y Laura Ramos fallecidos igualmente en el atentado, y una población consternada por unas imágenes que rápidamente darían la vuelta al mundo, tiñendo de luto una jornada que no sería fácil de olvidar, y que pasaría a la posteridad como uno de los sucesos más brutales del terrorismo islámico en España conocido desde entonces como el “11M”.
Por aquellas víctimas y sus familiares, para que un acto de esta naturaleza no vuelva a producirse jamás. Siempre presentes en nuestros corazones.