LA DESAPARICIÓN DEL «NIÑO PINTOR»

06042018

6 de abril……………..y entonces sucedió que…………………
………………era lunes aquel 6 de abril de 1987, cuando Málaga entera amanecía engalanada. El nuevo teatro Cervantes, tras seis años cerrado, volvía abrir sus puertas al público, aquella misma tarde, recibiendo la visita de SM la reina Doña Sofía que presidiría la inauguración, con la celebración de un concierto, ofrecido por la Orquesta Sinfónica de la ciudad malacitana, mediante la ejecución de la pieza «la Creación» de Joseph Haydn.
Esa misma tarde, en la galería de arteLa Maison”, ubicada en la calle Duquesa de Parcent tenía lugar una exposición bajo el título “Recorriendo la Semana Santa”, a la que acudían varios artistas invitados. Uno de esos pintores participantes en el evento,  David Guerrero Guevara, era un joven de apenas trece años (-“trece y medio”- decía, cuando le preguntaban por su edad, -“que en octubre cumplo los catorce”-, curiosamente el mismo mes que el gran pintor malagueño, Pablo Ruiz Picasso, cuya fotografía acompaña esta reseña). A pesar de su juventud, ya mostraba un prodigioso talento, que podía ser admirado en aquella exposición con la obra titulada «el Cristo de la buena muerte».
Aquel lunes David acudía al colegio Divino Pastor de la calle Gaucín (a un kilómetro de su casa), junto a su hermano pequeño Raúl, de nueve años de edad, con total normalidad. Sus profesores no denotan en su comportamiento nada anómalo o fuera de lo habitual. Es un buen chico, algo tímido y retraído, que no presume de sus logros artísticos.
Fruto de la emoción, o de los nervios por la responsabilidad, David siente un nudo que le atenaza el estómago, siendo incapaz de tomarse el bocadillo que le ha preparado su madre, Antonia Guevara. Al llegar a casa sobre las seis, solo es capaz de llevarse a la boca un yogurt, mientras habla con su padre, José Guerrero, que le hace un plano para señalarle en que parada ha de bajarse para llegar hasta la galería de arte.
 –“coge el N1, no tiene pérdida, cuentas cinco paradas y en el salitre bajas, cruzas el puente del Perchel y por la calle Pinzón llegas enseguida-“, le dice. –“¿Seguro que no quieres que te acerque?”-, pero él no quiere molestar a su padre, de hecho acude al centro de la ciudad en autobús muchas veces a sus clases de pintura en la academia la peña el Cenachero de la calle Granada, donde al salir, sobre las nueve de la noche su padre le recoge para llevarlo a casa.
A las seis y media aproximadamente, vestido con unos vaqueros, jersey blanco y unas zapatillas deportivas sale desde su casa, en la calle Sargento García Noblejas, para dirigirse hasta la parada de autobús más próxima, situada a unos de ciento cincuenta metros, que le acercará hasta la calle donde se encuentra la galería, en donde le van a hacer una entrevista para la radio.
Sobre las ocho y media de la tarde, su padre acude a recogerlo, pero en la galería nadie lo ha visto. De allí acude a la academia de la peña donde tampoco le ha visto nadie. Alarmado vuelve otra vez a pasar por la galería, en un intento infructuoso por encontrárselo. Nada. Mientras regresa a casa, cree avistarlo en todas las calles por las que pasa. Confía en que al llegar verá a David que le dará una explicación que le proporcione cierto orden y lógica a aquel hervidero de imágenes angustiosas sin respuesta, poniendo fin a su pesadumbre. Pero al llegar a casa tampoco está allí.
En aquellos días de 1987, no existía todavía la instrucción 1/2009 de la Secretaría de Estado de Seguridad sobre la inmediata actuación policial ante la desaparición de menores de edad y otras desapariciones consideradas de alto riesgo, por lo que sus padres, Antonia y José, tuvieron que esperar las protocolarias 24 horas para interponer la pertinente denuncia sobre su desaparición.
Hasta Málaga se desplazaba el entonces Secretario de Estado, Rafael Vera para brindar su apoyo a la familia Guerrero Guevara, reuniéndose también con ellos el  comisario José María García Calabuig, en un intento por movilizar a la mayor cantidad de efectivos posibles que proporcionasen una pista sobre la que comenzar a trabajar. Nadie recordaba habérselo cruzado al salir de casa, o en la parada del autobús, ni en ningún otro lugar. Nadie, nada, en ningún sitio.
Con el transcurso del tiempo, un matrimonio interponía una denuncia en la que aseguraban haber visto a David por las calles de Lisboa. Hasta allí el día 2 de octubre se desplazaba una unidad de la Policía Nacional para investigar aquella pista. Pero sobre la misma no se obtiene avance alguno, entremezclándose esta con otras que afirmaban haberlo visto en Motril, en la estación de Almería, en Suiza, Francia, Italia, Marruecos e incluso en Venezuela.
Los años pasaban y David no aparecía. El 15 de octubre de 2015, José Guerrero, el padre, fallecía como consecuencia de un cáncer. Cuatro días después, el 19, David hubiera cumplido los 42. Al estar en situación de desaparecido, la familia legalmente no podía tener acceso a la herencia del padre, por lo que el miércoles 28 de septiembre, del año siguiente, la viuda Antonia Guevara en compañía de su hijo mayor, Jorge, y de dos vecinas, acudían al Juzgado de Primera Instancia número 8 de la capital de la Costa del Sol para recibir la declaración del fallecimiento oficial de David Guerrero Guevara.
Hoy 6 de abril de 2018, se cumplen treinta y un años de este misterioso suceso.

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