CRIMEN EN EL EXPRESO DE ANDALUCÍA

11aprile18

11 de abril………………..y entonces sucedió que…………………
……………………….allí en el monumento de La Fuentecilla, de la calle Arganzuela en su esquina con la calle Toledo, se reunían por una parte José María Sánchez Navarrete y su amante, José Donday, que por su afición a las drogas y fármacos llamaban “el Pildorita”, y por otra Honorio Sánchez Molina, dueño de la pensión “La Internacional”, famosa entre las parejas que por aquel entonces buscaban discreción en sus encuentros amorosos, que acude acompañado de sus inseparables matones, Antonio Teruel López y Francisco de Dios Piqueras, apodado “Paco el Fonda”).
Es José Mª Sánchez el que ha propiciado el encuentro, para proponer al tal Honorio, una manera aparentemente sencilla y muy rentable para ambos, de saldar la vieja deuda que tiene contraída con él. Se cumplían casi siete meses desde que aquel 13 de septiembre de 1923 Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, encabezara el golpe de Estado, aceptado por el rey Alfonso XIII dando lugar a un periodo que acabaría siendo conocido como el de “una dictadura con rey”. La mejor manera de tratar pues el mencionado asunto, era fingir un encuentro casual de unos viejos amigos en aquel monumento dedicado a la figura de Fernando VII (bisabuelo de Alfonso XIII) sin despertar los recelos de quienes vigilaban las calles de Madrid.
José Mª Sánchez en su calidad de antiguo funcionario de correos, era conocedor de la existencia del coche correo, el “expreso de Andalucía”, que partía ese mismo viernes 11 de abril de 1924 desde Madrid con destino a Sevilla, transportando las sacas de los honorarios que algunas compañías coloniales entregaban a sus empleados en el Norte de África, y que fácilmente podían ascender, en su conjunto, al millón de las antiguas pesetas, por lo que acuerdan, asaltarlo.
El viernes 11 de abril de 1924, a las ocho y veinte de la tarde, partía desde la estación de Atocha el tren correo número 92 que transportaba al oficial primero Santos Lozano León (a cargo del servicio Madrid-Cádiz) y al oficial Ángel Ors Pérez (al frente del de Madrid-Málaga), siendo en la estación de Córdoba, donde ambos se separarían para continuar con sus respectivas rutas. En la estación de Aranjuez, acceden José María Sánchez junto con los secuaces de Honorio (Antonio Teruel y Paco el Fonda), con un plan previsto muy sencillo, o al menos eso era lo que ellos creían.
Detenido el convoy en Aranjuez, el señor Sánchez acude al vagón donde conoce que se guardan las sacas, para en su calidad de antiguo funcionario, se le permita acceder al mismo, acompañado de los que dice ser, “amigos suyos”. Los oficiales al servicio confiados aceptan a los tres caballeros. Se da la circunstancia que aquel viernes, es viernes de Dolores, y el mencionado tren va completo por los turistas que acuden, principalmente, a la Semana Santa de Sevilla. Una vez a bordo y como muestra de su agradecimiento descorchan un buen vino (previamente manipulado por la sapiencia del “Pildorita”) con el que confían “aturdir” a aquellos oficiales de correos y proceder sin oposición alguna a desvalijar las sacas llenas de títulos valores.
Pero las dosis preparadas no surten el efecto deseado por los asaltantes entre el personal de servicio, por lo que Antonio Teruel agarrando unas pesadas tenazas que encuentra en el vagón, asesta un golpe en la cabeza al oficial Santos lozano, que fallece del golpe casi de forma inmediata. Ángel Ors, al escuchar el ruido producido por el impacto del objeto en la cabeza de su compañero trata de defenderse, pero sujetado por los otros dos cómplices, acaba recibiendo dos disparos que terminarán con su vida, procediendo entonces aquellos a desvalijar rápidamente el cargamento.
Tal y como tenían previsto, a su paso por Alcázar de San Juan, al ralentizar la marcha saltan desde el tren con el botín acuestas, dirigiéndose a la puerta de la citada terminal en donde les espera el “Pildorita” que ha acudido hasta el lugar «a bordo de un taxi», que llevará a los cuatro hombres de regreso a Madrid. Al llegar, sobre las siete de la mañana del ya sábado 12 de abril, el «expreso de Andalucía» a la estación de Córdoba, serían descubiertos los cuerpos sin vida de ambos operarios.
La noticia causó tanta sensación que a las pocas horas todo el mundo hablaba de ello. Miguel Pedrero, el taxista que había trasladado a aquellos cuatro hombres, acude a la Policía, dando los detalles de una carrera, cuanto menos anómala, que le había dado un beneficio nada desdeñable de cerca de trescientas pesetas (incluida la generosa propina).
Las pesquisas policiales de la torpe banda pronto dieron sus frutos. El grupo, según información facilitada por el mismo taxista, descendía del vehículo en la calle Toledo donde al parecer habían acudido a desayunar unos churros a un bar cercano a la casa de Antonio Teruel. Cotejada dicha información con la facilitada por dos serenos que se encontraban de servicio aquella madrugada del sábado 12 de abril, se procedía a identificar a aquellos sujetos.
Antonio Teruel, autor material del doble crimen, al saberse descubierto se quitaba la vida de un disparo en la cabeza, dejando una nota escrita a su mujer, en la que reconocía la autoría  del citado acto, delatando como ideario del plan urdido a José María Sánchez, que era detenido en su domicilio de Madrid a las pocas horas. Por su parte, Honorio Sánchez Molina, era arrestado por el capitán de la Benemérita del cuartel de Valdepeñas  en la finca “La Alameda”, propiedad del marqués de la Concepción, donde había sido invitado a comer. Los otros dos miembros trataron de huir. Paco el Fonda que había tomado un tren en Puertollano con destino a Badajoz, con la idea de acudir, una vez allí,  hasta el país de Portugal, era apresado en Almorchón (pedanía de Cabeza de Buey). El «Pildorita» que había logrado huir hasta Francia, se presentaría voluntariamente en la embajada española en París, reconociendo su participación en el robo, no así en el doble crimen.
Los tres primeros (Sánchez Navarrete, Sánchez Molina y de Dios Piqueras) eran condenados por un tribunal militar, el día 7 de mayo a morir ejecutados por el sistema del “garrote vil”, que tendría lugar en la cárcel modelo de Madrid dos día más tarde. El Pildorita, fue condenado a veinte años de prisión.

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