……………………cada 25 de abril, Australia y Nueva Zelanda celebran su festividad nacional del Día ANZAC (acrónimo de Australian and New Zealand Army Corps, que bien podría ser traducido por el “Día de los ejércitos” de estos dos países) en memoria de los soldados que participaron por primera vez en acción militar (como aliados de Gran Bretaña) en la batalla de Galípoli en 1915, en el marco de la Primera Guerra Mundial, frente a los turcos. La referida batalla, conocida también como la del «Estrecho de los Dardanelos», en suelo otomano, supuso una clara derrota para las huestes aliadas de Gran Bretaña, en la que cerca de nueve mil soldados australianos y neozelandeses perdieron la vida, y casi veinte mil más resultarían heridos de diversa consideración.
El fracaso fue estrepitoso, según el historiador John Howard Morrow Jr, el mar se tiñó de rojo, de la sangre de miles de soldados masacrados por las ametralladoras turcas, llegando a una distancia de cuarenta metros de la costa. Al frente de las tropas otomanas se encontraba un general de treinta y cuatro años de edad, Mustafa Keimal Atäturk (quien acabaría siendo primer presidente de la República de Turquía ocho años más tarde, en 1923) que a sus comandantes les daba consignas de resistencia a ultranza, -“no os estoy pidiendo que ataquéis, gritaba, os ordeno que muráis. ¡No luchéis, morid!»-.
Una de las consecuencias de aquella dolorosa derrota fue el nacimiento de un incipiente nacionalismo. El valor, el sacrificio, el compañerismo y la combatividad demostrada por los soldados de infantería en el desembarco en aquellas playas, acabarían dando paso a un sentimiento de orgullo patrio y de profundo agradecimiento por la abnegación demostrada por aquellos. Cada 25 de abril, desde entonces, se realizan desfiles de veteranos por todo el país, con sus correspondientes cánticos y atracciones diversas, rememorando, no ya solamente a los caídos en 1915, sino en todas las guerras habidas posteriores. En el siguiente enlace un ejemplo de los desfiles que se pueden observar durante la celebración del día de hoy; https://youtu.be/E-WOg3OjhL0.
Y fue en los festejos conmemorativos llevados a cabo en 1935, cuando en el “Coogee Aquarium Baths”, a treinta y siete minutos del centro de Sidney, durante la tarde del día 25 de abril, de un día como hoy, tenía lugar la exhibición de un enorme tiburón tigre de unos cuatro metros de longitud, capturado una semana antes por unos pescadores a tres kilómetros de la costa. Durante la semana previa, el escualo se había mostrado bastante apático y desganado. En el pase de las cinco de la tarde, como en el realizado durante la mañana, este se mostraba aletargado, sin movimiento alguno, para desencanto de los allí presentes. De pronto, agitándose de manera violenta, pareció enloquecer, regurgitando de sus fauces, lo que parecía ser el antebrazo izquierdo de un hombre, para sorpresa de todos, que sería rápidamente retirado.
El corte que presentaba era demasiado limpio, efectuado más bien por el filo de la hoja de un cuchillo afilado o similar que el que resultaría de la mordida efectuada por los dientes curvos, con bordes aserrados, con los que cuentan las grandes fauces del tiburón, por lo que confirmado este extremo, se dio aviso rápidamente a la policía, al tratarse de un probable delito de asesinato, personándose los investigadores en aquellas instalaciones para, una vez analizado este extremo, llevarse el miembro para su posterior identificación, tarea nada sencilla en 1935.
Las huellas coincidían con las de un ex boxeador y delincuente de poca monta, JamesSmith (más conocido como Jim), originario de Inglaterra, de 45 años, desaparecido desde el domingo 7 de abril. Los tatuajes que presentaba fueron identificados positivamente por su esposa Gladys y el hermano de Jim, Edward Smith.
Jim realizaba trabajos de dudoso proceder para un contrabandista llamado Reginald Holmes, entre los que se encontraba una estafa millonaria a una aseguradora, sobre una embarcación, propiedad de este último, bautizada como “Pathfinder” a la que Jim accedió hundir cerca de las costas de Terrigal, en Nueva Gales del Sur, a cambio de una suculenta suma del montante final recibido por la aseguradora. El señor Holmes cuestionado al respecto sobre la desaparición del ex boxeador, alegó desconocer su paradero, facilitando por contra el nombre de Patrick Brady, última persona con la que se le vio acompañado con vida, bebiendo y jugando a las cartas en el Hotel Cecil.
Las investigaciones posteriores, determinarían que Patrick Brady, tras haber pasado la noche en compañía de Jim Smith, mediante engaño y aturdido por una gran ingesta de alcohol lo había llevado a una vivienda alquilada cerca de aquel hotel, en el suburbio de Cronulla, donde acabaría quitándole la vida, para posteriormente descuartizar el cuerpo (que no fue nunca encontrado). Un taxista llegaría a reconocer al señor Brady en una carrera efectuada esa misma noche hasta el número 3 de Bay View Street, la dirección del domicilio de Reginald Holmes.
Fue entonces cuando el contrabandista decidió colaborar con la policía, confesando que aquella noche del 7 de abril, Patrick Brady se personaba en su casa a altas horas de la madrugada, al parecer irritado al haber descubierto que en el millonario reparto de los pingües beneficios arrojados por la aseguradora, este había sido apartado, por lo que mostrándole el brazo amputado del ex boxeador exigía el pago de una elevada cantidad, como compensación.
Unas semanas más tarde, Holmes tras haber retirado cierta cantidad de una de sus cuentas bancarias, aparecía con tres disparos en el pecho en su lujoso automóvil, un Nash modelo Ambassador, en Hickson Road, la mañana del 11 de junio de 1935, la misma que tenía que testificar por la muerte de Jim Smith.
En el juicio llevado a cabo contra Patrick Brady, ahora sin el testimonio de su principal testigo de cargo, la defensa, llevada a cabo por el abogado Clive Evatt, argumentaría que aquel brazo «no constituía en sí mismo un cuerpo entero», por lo que el supuesto fallecido, podría perfectamente continuar estando vivo, a pesar de tener una de sus extremidades amputadas, entendiendo por lo tanto que la Sala carecía de los elementos suficientes probatorios para sustanciar aquel caso.
Durante los siguientes treinta años Patrick Brady se mantendría firme en su alegato de inocencia, falleciendo en el Concord Repatriation Hospital de Sydney el 18 de abril de 1965, a la edad de 76 años.
Y es que ya lo dice el refranero popular, -“un abogado listo te hará creer lo que nunca has visto”-.