…………………………Abasalón Aguilar y Severina Gómez a principios de la década de los sesenta abandonaban su localidad natal de Huerta del Rey, en la provincia de Burgos, muy próxima al Monasterio de Santo Domingo de Silos, para dirigirse, en busca de nuevas oportunidades, a Bilbao, la capital de la provincia de Bizkaia. Allí, nacerían sus cuatro hijos, tres varones y una fémina. Uno de estos, nacido en 1965, Juan Carlos, acabaría haciéndose célebre al ser el único español en alcanzar el grado de «maestro Shaolin», o al menos eso era lo que él afirmaba, tras regresar en 1994 de un viaje al mismísimo templo budista del monasterio del Shaolin, en la provincia china de Henan, al sur del río Amarillo, a una hora de camino en coche de Zhengzhou.
Según señala un proverbio chino, “todas las artes marciales que existen bajo el cielo, nacieron de Shaolin”, considerando estas, más que como unas técnicas específicas de combate, como una manera de entender la vida, en la que sus principales baluartes son el autocontrol, el sufrimiento, la disciplina, la tolerancia, el respeto y el rechazo de la violencia.
Era el mismo Juan Carlos Aguilar Gómez, al que le complacía presentarse como el “maestro Huang”, el que contaba como uno de sus hermanos le había iniciado desde muy temprana edad en la práctica de las artes marciales, y que a base de mucho sufrimiento y sacrificio había acabado siendo en ocho ocasiones campeón de España y tres veces campeón del mundo en la modalidad de Kung-fu. Un hermano que precisamente fallecería aplastado por un montacargas, años más tarde, en 1997, en el número 12 de la calle bilbaína de Máximo Aguirre, unos locales en donde el “maestro” acabaría teniendo su propio gimnasio, el “Zen 4”, al que llamaba el “Monasterio Budista Océano de la Tranquilidad”.
El maestro Huang llegó a ser tan popular que incluso acabó siendo entrevistado en el programa Redes de TVE dirigido por Eduardo Punset en el año 2000 y del que en el siguiente enlace podemos ver un extracto del mismo, en donde él mismo abogaba por la práctica de estas artes como forma de prevención de enfrentamientos y agresiones, incluso de las verbales, mediante la contención y el dominio de uno mismo; https://youtu.be/ufIWk1tq7X4.
El sábado 25 de mayo de 2013, sobre las tres y media de la madrugada, Juan Carlos Aguilar salía de su gimnasio, en la calle de Máximo Aguirre, a bordo de su Mitsubishi, dirigiéndose hacia la plaza de Federico Moyúa, tomando la calle Elkano (en dirección hacia la Nacional 634), girando hacia la derecha, al llegar al cruce de esta con la calle de Pedro Eguilor, entrando a muy poca velocidad por General Concha, en busca de compañía femenina.
Allí entabla conversación con una colombiana de cuarenta años, Jenny Sofía Rebollo Tuirán, a la que tras un breve intercambio de palabras, sube a su vehículo para llevarla a su gimnasio, donde le dice, que -“estarán más tranquilos”-. Transmite tanta confianza en sus palabras, con ese tono tan calmado en su hablar, que ella no intuye peligro alguno en irse con aquel que le dice ser maestro espiritual de una filosofía Oriental. Al llegar allí sin embargo todo sería diferente. Según testimonio de un investigador policial, Aguilar le confesaría que perdió los papeles, volviéndose loco, cuando aquella le preguntó “si era millonario”, comenzando súbitamente a asestarle golpes de manera violenta, hasta provocar su muerte, para tras realizarse fotografías junto al cuerpo sin vida de aquella, descuartizar su cadáver, quemando unas partes, guardando otras en bolsas de basura y escondiendo en su domicilio, a novecientos metros de allí, en el número 5 de la calle Iturriza las prótesis mamarias de la víctima a modo de trofeo (que posteriormente servirían a los agentes para identificar a la víctima a partir del número de serie de estas).
Una semana más tarde, durante la madrugada del ya domingo 2 de junio, volvía a la calle del General Concha, en donde contactaba con la nigeriana Maureen Ada Otuya, de veintinueve años, dirigiéndose de nuevo a su gimnasio. Una vez allí, tras maniatarla le propinaba una brutal paliza, en la que alternaba golpes en su cabeza con técnicas de estrangulamiento mediante la colocación de bridas alrededor de su cuello. Sobre las tres de la tarde del domingo, tras diez horas de tortura, aprovechando que aquel se había quedado dormido, librándose de los amarres, lograba llegar hasta las rejas de la puerta de acceso al gimnasio pidiendo a gritos ayuda, unos lamentos que fueron escuchados por una vecina que en aquellos momentos pasaba por el lugar de los hechos, que relataría a la Ertzaintza haber visto a un hombre –“asir del pelo a una joven de color llevándosela por la fuerza escaleras abajo”-.
Los agentes que accedían a aquel lugar, encontraban a la joven en estado comatoso, atada, pero con vida. En una habitación contigua, Aguilar Gómez, sereno, sin mostrar resistencia, parecía esperar pacientemente a ser detenido. Tras tres días ingresada en el hospital de Basurto la víctima fallecía como consecuencia de las múltiples contusiones recibidas y la falta de oxígeno en el cerebro, ocasionado por el estrangulamiento provocado por aquellas bridas.
Tras prestar declaración ante la titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Bilbao, Yolanda Paredes Vázquez, era decretado su ingreso en prisión.
Al destaparse la noticia de ambos asesinatos, el único centro reconocido en España por el Templo Shaolin de China, el “Shaolin Temple Spain”, afirmaba que Juan Carlos Aguilar Gómez, no era maestro Shaolin, ni tan siquiera monje.
La Federación Española de Kárate hacía lo propio, remitiendo una circular a todas sus delegaciones en la que les advertía que el aludido personaje no había estado federado, ni asociado, ni había ganado campeonato de España alguno en la especialidad de Kung-fu. En la misma dirección, corroboraba esta información, el presidente de la Federación Española de Artes Marciales, Raúl Gutiérrez López, que señalaba que Aguilar no había alcanzado el grado de campeón en especialidad alguna. Con todo esto, desde entonces empezó a ser conocido como el “falso monje Shaolin”.
En Abril de 2015, Juan Carlos Aguilar Gómez era condenado a treinta y ocho años de prisión.
Ya lo dijo el filósofo ateniense Sócrates, “Alcanzarás buena reputación esforzándote en ser lo que quieres parecer.”