LA DESAPARICIÓN DE AMELIA EARHART

1DEJUN

 1 de junio……………..y entonces sucedió que…………………………..

……………………..Amelia había nacido en el 223 de la calle N Terrace de la pequeña localidad de Atchison, a orillas del río Missouri, en el estado norteamericano de Kansas, a menos de una hora en coche de la capital, Kansas City, una mañana del 24 de julio de 1897. Los primeros años de su vida los pasó en casa de su abuelo materno Alfred Otis, juez ya jubilado, que le proporcionaría una vida bastante confortable, prefiriendo ya desde niña, participar en juegos, considerados en aquella época, más apropiados para los chicos, como era el subirse a los árboles o perseguir con su rifle pequeños roedores.

Soñaba con hacer las mismas cosas que estaban reservadas por cuestión de sexo al género masculino. Recortaba aquellas noticias en las que sobresalía la actuación de alguna de aquellas mujeres, que rompiendo los moldes establecidos, abrían un difícil camino por aquel entonces, (como la estadounidense Aida de Acosta, la primera que pilotaba un dirigible motorizado en 1903,  la baronesa francesa Raymonde de la Roche, que fue la primera en obtener una licencia de piloto de avión en 1910, o la también estadounidense Harriet Quimby, que sería la primera mujer en realizar un vuelo sobre el Canal de la Mancha), para admirar aquellas gestas, anhelando algún día poder cumplir las suyas. Una de las frases que definió su manera de actuar a lo largo de su vida fue, –“Las mujeres deben tratar de hacer las cosas como los hombres lo han intentado y si no lo consiguen, su fracaso debe ser un desafío para las demás”–.

En la parte posterior de aquella casa de estilo victoriano con vistas al río, el abuelo había construido para Amelia y su hermana Muriel, una especie de “rampa de lanzamiento”, consistente en un asiento deslizante situado sobre dos viejas tablas de madera, que colocadas a una cierta altura e inclinación, hacían las delicias de ambas, pasando largas horas entretenidas tirándose por aquella pendiente (desarrollando quizás desde entonces ese espíritu intrépido y aventurero que acompañaría a Amelia a lo largo de su vida). Un “tobogán casero” que todavía se conserva en el  jardín de aquella casa y que podemos observar en el siguiente enlace; (https://www.tripadvisor.com/Attraction_Review-g29413-d500790-Reviews Amelia_Earhart_Birthplace_MuseumAtchison_Kansas.html#photos;aggregationId=101&albumid=101&filter=7&ff=256700099).

La inestabilidad laboral de su padre, Edwin Earhart, obligaría a la familia a realizar numerosos cambios y traslados de domicilio por diferentes ciudades de los Estados Unidos, como Des Moines en Iowa, Sant Paul en Minnesota, Springfield en Missouri, Chicago en Illinois y Long Beach en California, siendo en esta última localidad, donde Amelia era invitada, en 1920, a sus 23 años, a subirse a bordo de una de las avionetas que participaban en una exhibición aérea, quedando desde entonces irresistiblemente atraída por el deseo de volar, recibiendo a los pocos meses, sus primeras clases, de Mary Neta Snook, conocida cariñosamente como “Snooky”, la primera mujer en realizar sus estudios en la “Escuela de vuelo Curtiss” de Virginia.

Fue durante esta época de aprendizaje cuando Amelia Earhart adquiriría un aeroplano Kinner Airster de color amarillo, al que bautizó con el nombre de “The Canary” (El Canario), siendo precisamente a los mandos de este, en octubre de 1922, con el que establecería su primer record, al ser la primera mujer en alcanzar los catorce mil pies (unos cuatro kilómetros de altura), una marca que unas semanas más tarde era batida por Ruth Nichols.

En junio de 1928, se convertiría en la primera mujer en cruzar el Atlántico, formando parte de la tripulación del hidroavión “Friendship” (Amistad), junto al piloto Wilmer Slutz y el mecánico Louis Gordon, en un vuelo en el que como “pasajera” acabaría siendo noticia internacional y en la que desde entonces se le conocería, por su gran parecido con el también piloto Charles Lindbergh (el primero en cruzar en solitario el Atlántico), como “Lady Lindy”.

Aquel viaje, a pesar de haberle supuesto un meritorio reconocimiento internacional, despertó en ella el deseo de realizar aquella misma gesta, pero en solitario, lográndolo cuatro años más tarde, en 1932, a bordo de un Lockheed Vega 5B, partiendo desde la Isla de Terranova, en Canadá, hasta Culmore en Irlanda del Norte, empleando para ello trece horas y cincuenta minutos (el más rápido hasta aquel momento), recibiendo del gobierno del entonces presidente Franklin Delano Roosevelt la “Cruz distinguida de Vuelo”, remitiéndole además un carta de su puño y letra en la que le resaltaba que con aquella proeza, demostraba a los “dudosos” –“ser la aviación una ciencia que no se podría limitar solo para los hombres” –.

El 1 de junio, de un día como hoy, de 1937, iniciaba un viaje junto a su copiloto Fred Noonan, con la intención de dar la vuelta al mundo, partiendo desde Miami hasta San Juan en Puerto Rico, con la intención de una vez allí, ir hasta Venezuela, pasar por Brasil y dirigirse hasta el continente africano, concretamente a Senegal, para acudir a Karachi en Pakistán y desde allí al Pacífico (Tailandia, Singapur e Indonesia). Todo se desarrollaba bajo los planes previstos, con alguna que otra dificultad añadida debida a la inexactitud de los mapas existentes de la época.

El viaje se complicaba como consecuencia de las inclemencias del tiempo al llegar a Darwin en Australia y sobre todo con las lluvias que se encontraron en Lae en la isla de Papúa Nueva Guinea. La siguiente escala prevista tenía como destino el atolón de la isla de Howland, en medio del Océano Pacifico, hacia la que partían al mediodía del día 2 de julio, con escasa visibilidad debido a la niebla existente.

Diecinueve horas más tarde, el guardacostas estadounidense Itasca recibía por radio un mensaje de Amelia Earhart, en el que afirmaba carecer por completo de visibilidad alguna,  -“Debemos estar por encima de ustedes, pero no les vemos…nos queda poco combustible”-, perdiéndose desde entonces toda comunicación con la nave.

El presidente Roosevelt autorizó, en cuanto tuvo noticias de la desaparición del Electra el envío de nueve barcos y cerca de sesenta y seis aviones, que peinaron la zona sin encontrar rastro alguno del avión, supuestamente siniestrado, dándose por concluida su búsqueda el 18 de julio. Recientemente un estudio realizado sobre unos restos óseos encontrados en 1940 en la isla de Nikumaroro (entre Hawai y las islas Salomón) ha determinado que podrían tratarse de la misma Amelia Earhart, despejándose de esta forma el misterio sobre su desaparición, y que señalan como hipótesis más viable que pasase dos años, tras el accidente, como náufraga en la aludida isla.

En 2009, Hilary Swank, Richard Gere y Ewan McGregor protagonizaron la película que recoge la vida de Amelia Earhart, la dama de los cielos y que podemos visionar en el siguiente enlace; https://youtu.be/CVFTLwTQVgs, transmitiendo el valor de esta legendaria aviadora que con determinación se aventuró a realizar nuevos retos, superando las dificultades.

Ya lo dijo Séneca –“No nos atrevemos a muchas cosas, no porque sean difíciles, sino porque no nos atrevemos a ejecutarlas–“.

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