13 de julio…………………. y entonces sucedió que……………………….
…………………..eran las once de la noche del jueves 10 de julio de 1997, cuando con el semblante más serio de lo habitual comparecía ante los medios de comunicación el entonces ministro del interior Jaime Mayor Oreja, acompañado por el secretario de Estado Ricardo Martí Fluixá, para dar una respuesta oficial del gobierno, presidido por José María Aznar, al comunicado anónimo que mediante llamada telefónica a la emisora Egin Irratia, sobre las seis y media de aquella misma tarde, había notificado el secuestro de un concejal del Partido Popular de la localidad vizcaína de Ermua, de 29 años de edad, Miguel Ángel Blanco Garrido, exigiendo, para su puesta en libertad, la aproximación de todos los presos de la organización terrorista ETA a las cárceles vascas, antes de las cuatro de la tarde del sábado 12 de julio, procediendo, en caso de no satisfacer dicha demanda, a acabar con su vida.
Aquella imposición, estimada por el ministro como una -“coacción, una amenaza y un chantaje”- suponía la movilización, en apenas cuarenta y ocho horas, de quinientos cincuenta y nueve presos etarras encarcelados, algo que el ministro consideraba no de un simple desafío al gobierno, sino de una provocación al conjunto de toda la sociedad, y muy especialmente a la sociedad vasca, con aquella exigencia imposible de llevar a cabo, siendo firme en su idea de no ceder ante dicha extorsión con el argumento de no negociar con los terroristas.
Miguel Ángel Blanco había adquirido su acta de concejal apenas dos años antes, en las elecciones municipales celebradas el 28 de mayo de 1995 (el mismo año que se había afiliado a la formación popular, con el número 3.332, de la mano de su amigo Iñaki OrtegaChacón, que presidía por aquellos días las Nuevas Generaciones del Partido Popular) dándole, los 1839 votos obtenidos por su partido, cuatro concejalías de las diecisiete que configuraban el pleno municipal.
Sobre las tres y media de la tarde, de ese mismo jueves, en el apeadero de la estación de Ardanza en Eibar (donde todos los días acude Miguel Ángel a su lugar de trabajo) le aborda Irantzu Gallastegui Sodupe, “Amaia”, que posiblemente amenazándolo a punta de pistola logra que le acompañe hasta un vehículo estacionado a pocos metros de allí, donde les aguardan José Luis Geresta Mujika, “Oker”, y Francisco Javier García Gaztelu, “Txapote”, todos ellos miembros integrantes del “comando Donosti” perteneciente a la banda terrorista ETA, llevándoselo de allí.
La noticia del secuestro se propagó por todos los rincones del país con gran celeridad, siendo la rabia y la indignación las notas predominantes de unos ciudadanos perplejos que a medida que iban conociendo detalles del suceso aumentaba con ello su estupor. El alcalde de Ermua, el socialista Carlos Totorica Izagirre hace un llamamiento a la movilización de todos los vecinos de la localidad, siendo convocada una concentración a las doce del mediodía del viernes 11 de julio, en la Plaza de la Villa.
La respuesta fue masiva y contundente, al grito unánime de “libertad”, no solo por las calles de la aludida localidad vizcaína, sino de todos los rincones de la geografía española. El sábado 12 de julio en Bilbao más de medio millón de personas tomaban las calles, en un gesto sin precedentes, mostrando abiertamente un sentimiento social de rechazo a la organización terrorista, como no se había visto hasta la fecha, sin miedo, exigiendo la liberación del joven concejal.
Las cadenas de televisión colocaron un reloj en sus pantallas en el que se podía ver el tiempo restante del ultimátum dado, previsto para las cuatro de la tarde del sábado. En cada hogar aquellas horas de angustia fueron vividas como propias, confiando en una anhelada puesta en libertad, apelando a la compasión de quienes lo mantenían cautivo que lejos de apiadarse, llevaron finalmente a cabo su amenaza.
Sobre las cuatro y diez de la tarde del sábado 12 de julio, Amaia, Txapote y Oker, los tres etarras introducen maniatado en el maletero de un vehículo a Miguel Ángel Blanco que instantes antes se ha guardado sus lentillas en uno de los bolsillos de su pantalón, siendo llevado a una zona boscosa por los campos en Azokaba (a pocos minutos de la localidad Guipuzcoana de Lasarte-Oria), cerca de las antiguas vías del ferrocarril. Allí, en un camino de tierra estrecho, en el que únicamente puede transitar un vehículo a la vez, Amaia detiene el coche, dejando el motor en marcha. Los otros dos descienden y sacan a Miguel Ángel del maletero, llevándoselo a pocos metros de allí.
Oker tira de él, obligándole a caer de rodillas, sujetándolo fuertemente, mientras a su espalda se sitúa Txapote con una pistola del calibre 22, apuntando directamente sobre su cabeza a muy pocos centímetros de distancia, abriendo fuego con una primera bala que no logra alcanzar su objetivo, incrustándose en su hueso mastoideo, el que hay situado justo detrás la oreja derecha. Conmocionado y dolorido por el impacto, el joven baja la cabeza, momento que aprovecha el asesino para colocar a escasos centímeros del cuero cabelludo el cañón de su Beretta y disparar una segunda vez, esta vez sí, una bala mortal.
Dos balas que curiosamente convertirían a Miguel Ángel Blanco Garrido en inmortal y supondrían, sin ser aquellos conscientes de ello, para la banda terrorista, una herida letal que acabaría desangrando lentamente a ETA debilitándola hasta su disolución.
Miguel Ángel, aún con vida, queda tendido hacía delante ligeramente apoyado sobre sus rodillas en aquel paraje solitario, siendo encontrado por dos hombres que dando un paseo han sacado sus perros a pasear.
Trasladado de urgencia a la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu en San Sebastián, fallecería a las cinco horas, de un día como hoy, 13 de julio de 1997, de hace veintiún años.
Como bien dijo el filósofo Sócrates –“Las almas de todos los hombres son inmortales, pero las almas de los justos son inmortales e igualmente divinas” –