EL INCREÍBLE VIAJE DE ERNEST SHACKLETON

7diciembre

7 de diciembre…………………..y entonces sucedió que………………………………..

………………….a sus treinta y tres años Ernest Shackleton seguía manteniendo vivo su viejo sueño de “visitar la región del hielo hasta llegar a uno de los polos de la Tierra” algo que ya había intentado en dos ocasiones, la primera en 1904, siendo tercer oficial de la expedición Discovery acompañando al capitán Robert Scott y una segunda en 1907 liderando su propia expedición, la Nimrod, con la que llegaría lo más alejado al sur que había conseguido nadie hasta aquellos momentos.

Cuando el 14 de diciembre de 1911 el danés Roald Amundsen conquistaba el Polo Sur, treinta y cinco días antes que su principal competidor Robert Scott (que fallecería como consecuencia del mismo, junto a sus cuatro acompañantes, en el viaje de regreso), el irlandés Ernest Shackleton decidió con prontitud activar el último desafío que quedaba por realizar, atravesar por tierra, de costa a costa, el continente antártico recorriendo el Polo Sur, en un viaje nunca intentado, por su enorme riesgo y dificultad.

Desde la localidad de Sandefjord en Noruega se construyó un buque para esta misión, el “Endurance” (“Resistencia”) con sus cuarenta y cuatro metros de eslora cuyo mando se encomendaría al capitán de origen neozelandés Frank Worsley.

Mientras tanto desde el número 4 de la calle New Burlington de Londres, Shackleton se dedicaba a reclutar el personal necesario para dicha expedición. Llegó a recibir casi cinco mil peticiones para configurar finalmente un equipo de veintisiete hombres, que acabarían siendo los seleccionados.

En julio de 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, el proyecto pareció en un principio peligrar, necesitando el Endurance de un permiso especial del Almirantazgo británico para poder dar inicio a la travesía, que recibía la autorización necesaria para  partir desde el puerto de Plymouth hasta Buenos Aires, Argentina, el día 1 de agosto.

Una vez allí, ultimarían los detalles de aquel trayecto, que inicialmente tenía previsto salir desde Buenos Aires con destino hacia las islas de Georgia del Sur, para dirigirse hacia la conocida como bahía de Vahsel en el Mar de Weddell, recorriendo la Antártida de costa a costa.

El sábado 5 de diciembre aquellos veintiocho hombres iniciaban una andadura a bordo del Endurance de la que, sin ser conscientes de ello, acabarían haciendo historia. Dos días más tarde, el 7 de diciembre, de un día como hoy de hace por tanto ciento cuatro años, el barco chocaba con un gran bloque de hielo que lo acabaría dejando encallado definitivamente haciendo imposible su navegación, muy próximo a su destino, el 19 de enero de 1915.

Durante los siguientes dos años, nadie volvería a tener noticias de aquella tripulación y su embarcación, que acabaría siendo engullida, en aquel mar helado, desapareciendo de la superficie definitivamente. Y allí, a la deriva, sobre unas placas de hielo flotante quedaron aquellos hombres, a casi cuatrocientos kilómetros de distancia de la isla más próxima, hasta finalmente arribar a la isla Elefante, a casi mil trescientos kilómetros de distancia de las islas de Georgia del Sur desde las que originariamente habían partido.

En el “James Caird” un pequeño bote de unos siete metros de eslora, de los tres que habían logrado salvar del Endurance y que consideraron era apto para pedir ayuda, Shackleton, el capitán Worsley, Tom Crean, Timothy Macarthy, Harry McNeish y John Vincent, realizarían el considerado por los expertos como uno de los viajes más extraordinarios jamás realizados en una embarcación de vela por aquellas aguas infernales del tormentoso Atlántico Sur.

Tras dieciséis días a merced de las tempestades y de un mar embravecido, gracias a la pericia y maestría del capitán Worsley, llegaban a su destino, con tan mala fortuna que lo hacían por la cara sur (la deshabitada), necesitando recorrer la isla hasta la otra parte, la habitada, empleando para ello cerca de treinta y seis horas para una travesía de cincuenta y un kilómetros por unos terrenos abruptos y montañosos, nunca antes transitados.

Los veintidós miembros de la tripulación que había quedado en la isla Elefante, fueron finalmente rescatados con ayuda del gobierno chileno que proporcionaba para ello un buque de su armada, el Yelcho, capitaneado por el teniente de Primera Luis Alberto Pardo Villalón, que no exento de dificultades lograba ponerles a salvo, tras veintidós meses desde que diera comienzo aquella odisea, el  30 de agosto de 1915.

El liderazgo desempeñado en todo momento por Ernest Shackleton, en el que todos sus miembros destacaron su capacidad de sacrificio en beneficio de aquel grupo de hombres, así como el trabajo en equipo desarrollado por todos sus integrantes, fueron sin duda los dos pilares básicos que posibilitaron el regreso a casa “sanos y salvos” de aquellos veintiocho individuos.

Este suceso se estudia como ejemplo de éxito en una gestión de dirección y liderazgo ante retos y situaciones difíciles y en la toma de decisiones de una empresa.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, el pequeño bote James Caird fue llevado a Inglaterra para su exposición permanente en el antiguo colegio de Ernest Shackleton, el Dulwich College.

A su regreso Shackleton, fue recibido como un auténtico héroe, nombrado caballero por el rey Eduardo VII, que le concedía así su reconocimiento como líder de aquel proyecto en el que anteponiendo la salvaguarda de su equipo antes que su propia vida había conseguido traer, tras dos años, a salvo a toda la expedición.

Y es que al fin y a la postre -“Un líder es un repartidor de certidumbre y esperanza”- (Napoleón Bonaparte)

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