LA MARIPOSA QUE SALVÓ A LUNA

14122018

14 de diciembre…………………y entonces sucedió que…………………………………

…………………aquel accidente de coche, que casi le cuesta la vida y del que necesitó un año para poder volver a hablar y caminar con normalidad, significó un punto de inflexión en la vida de Julia. Del suceso no recordaba nada. Tan solo lo que le decían que había ocurrido durante aquella noche de verano del mes de agosto cuando fueron embestidos por un coche cuyo conductor presentaba claros síntomas de embriaguez. Julia a los mandos del suyo y  como consecuencia del impacto, sufría una severa lesión cerebral traumática al quedar insertado, sobre su cráneo, una buena parte del volante.

Curiosamente aquel volante en su cabeza, a sus veintidós años, de aquel verano de 1996, redirigía su vida hacía una nueva dirección, tal y como llegaría a comentar posteriormente en una entrevista concedida al Washington Post.

Hija de Dan Hill, un predicador ambulante de Arkansas, había pasado buena parte de su vida a bordo de una autocaravana de apenas diez metros, en la que viajaba junto a su madre Kathy y sus dos hermanos, Mike y Dan, siempre en contacto con la naturaleza, que solían explorar los cinco, dando interminables paseos por los ríos y alrededores de donde se asentaban temporalmente. En una de estas caminatas, una mariposa se posaba sobre el hombro de Julia, sin abandonarla durante las dos horas que emplearon en la misma, siendo llamada cariñosamente desde aquel día, con el sobrenombre de “Butterfly” (“Mariposa”).

De esta forma, Julia Lorraine “Butterfly” Hill, una vez recuperada de las secuelas del accidente, decidía dedicarse a asuntos más espirituales de los que hasta la fecha le habían ocupado buena parte de su vida laboral, preocupada por el éxito y las cosas materiales, que le habían llevado a sus veintidós años a regentar, a base de trabajar incansablemente, un restaurante. Y así, decidía poner en práctica uno de sus viejos sueños, preparándose para viajar alrededor del mundo, partiendo desde el estado de California.

Allí, bajo la constante niebla del norte de California descubría un lugar mágico en el que se sentía rápidamente en armonía con los frondosos y majestuosos bosques de helechos y secuoyas rojas del condado de Humboldt. Estas últimas, conocidas por su gran longevidad (algunas de ellas entre los dos mil y tres mil años) son características de la Alta California y de Oregón, su estado vecino, llamadas así en honor del jefe de la tribu de los Cheroquis, Sequoyah, pudiendo alcanzar, algunos ejemplares, más de cien metros de altura.

Entrar en aquel denso bosque silencioso le proporcionaba una paz interior de la que hacía tiempo no disfrutaba. Aquella quietud sosegada, acompañada de esa especie de «ruidoso silencio», le llegaría a cautivar de tal manera que aquello parecía ser todo lo que ella por aquel entonces necesitaba para su recuperación, experimentando lo que verdaderamente significaba sentirse viva.

Fue entonces cuando el financiero texano Charles Hurwizt adquiría la maderera que operaba en el condado de Humboldt, propietaria a su vez de la arboleda de secuoyas más grande de California, la “Pacificic Lumber Company”, mandando realizar la tala indiscriminada de estos frondosos gigantes para hacer frente a los pagos de los cerca de ochocientos millones de dólares que había supuesto la inversión del montante final de dicha operación.

La tala y consiguiente devastación de aquel bosque atrajo la atención de grupos de ecologistas que rápidamente manifestaron su rechazo y oposición ante los primeros árboles milenarios cercenados. Uno de estos grupos “Earth First” (La Tierra primero) movilizó varios voluntarios en las proximidades.

Julia “Butterfly” Hill, sin apenas planificación previa alguna y ante la imposibilidad de dialogo con la aludida maderera, comenzaba a ascender por el tronco de una de estas secuoyas de más de mil años de antigüedad, a la que por su altura llamaban “Luna”, el miércoles 10 de diciembre de 1997, con la intención de permanecer allí arriba, a unos sesenta metros de altura, durante unos cuantos días, fecha en la que estaba previsto que fuera reemplazada por otro compañero, en un relevo que sin embargo, no se llegaría a producir nunca. La idea era la de obstaculizar de esta manera la continuidad en la tala.

Y a unos sesenta metros de altura, lo que en un principio estaba previsto fueran unos días, con un saco de dormir sobre dos planchas de metro ochenta de ancho por otro metro ochenta de largo, cubiertas ambas por una lona impermeable, y en su interior un saco de dormir junto con un pequeño hornillo, suministrándole a través de cuerdas y poleas los víveres necesarios, padeciendo las duras inclemencias propias del tiempo, las heladas lluvias, el granizo, el aguanieve y los huracanados vientos, Julia pasaría los siguientes setecientos treinta y ocho días (dos años y ocho días) en aquel lugar.

La compañía Pacificic Lumber por su parte comenzó a presionar a la joven para que desistiera en su campaña, utilizando helicópteros que lanzaban sobre aquella, chorros de agua fría, realizando guardia durante diez días para evitar le suministraran víveres, o quemando rastrojos en el bosque que hacían muy difícil la visión y la respiración.

Pero a pesar de todas estas adversidades, resistió. Instalando unos pequeños paneles solares que le permitían cargar un móvil empezaría a conceder entrevistas a diferentes medios de comunicación nacional e incluso internacionales. Su popularidad comenzó a ser de tal magnitud que recibía entre trescientas y seiscientas cartas semanales, que se vieron impulsadas por la presencia mediática de las cantantes Joan Báez y Bonnie Ratitt, así como del actor Woody Harrelson que se llegarían a subir arriba del árbol con ella.

El 14 de diciembre de un día como hoy de hace veinte años, la compañía maderera llegaba a un acuerdo con Julia Hill, en virtud del cual, desistía de la tala de Luna así como de una parte importante del bosque. Nueve días más tarde, el 23 de diciembre, descendía de la que había sido su hogar durante dos años.

“Si hubiera sabido lo que implicaría protestar arriba de Luna cuando me involucré por primera vez, hubiera huido en la dirección opuesta”, llegaría a afirmar Hill en su libro El legado de Luna.

Para quienes quieran conocer más sobre esta perseverante defensora de la naturaleza, pueden visitar su página web https://www.juliabutterflyhill.com/         

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