15 de marzo………………….y entonces sucedió que…………………………………
…………………el vuelo parte desde el aeropuerto del Prat en Barcelona con veinte minutos de retraso sobre el horario previsto para aquel martes 24 de marzo de 2015, pero a Patrick Sondeheimer, su comandante, no le preocupa, sabe que antes de la una de la tarde estará de regreso en el aeropuerto de Düsseldorf y disfrutará de lo que reste del día con su mujer y sus dos hijos, y lo que para él es más importante, podrá dormir en casa.
Atrás quedaron aquellos largos viajes, de cuando pilotaba en la Condor Flugdienst, lejos de casa, cuando en mayo del año pasado, se decidía a solicitar su ingreso en la compañía de bajo coste, Germanwings, del grupo Lufthansa, disfrutando de esta forma, de más tiempo junto a su mujer y sus dos hijos, una niña de seis y un niño de tres años de edad.
A las siete menos diez de la mañana, Patrick, de treinta y cuatro años de edad y más de diez de experiencia profesional salía desde Düsseldorf hacia Barcelona, junto a un copiloto joven, de veintisiete años de edad, Andreas Lubitz con trescientas sesenta horas de vuelo en su haber, llevando a bordo, en ese trayecto de ida, una tripulación de cuatro miembros, sin pasajeros. El plan previsto es el de transportar a ciento cuarenta y cuatro viajeros hacia el aeropuerto alemán, entre quienes se encuentran dos recién nacidos y un grupo de dieciséis estudiantes del instituto Joseph König de la localidad alemana de Haltern am See, que acompañados de dos profesoras, regresan a casa tras haber pasado nueve días en el Instituto Giola de la localidad de Llinars del Vallés de la provincia de Barcelona.
Lubitz es aparentemente un chico de lo más normal, educado, cordial, deportista, que ama su profesión de piloto, cuyo título había conseguido, casi dos años antes, en la escuela de vuelo de Lufthansa en Bremen y que tras salir durante cinco meses con una azafata de la misma compañía, había conocido a la que era su actual pareja con la que convive en su apartamento de Düsseldorf, y con quien tiene previsto planes de boda para el año que entra, o al menos así era hasta el día anterior de realizar el vuelo, fecha en la que tras una fuerte discusión, al parecer, habían roto.
Nadie sabe en aquellos momentos que al joven piloto le ha sido concedida, el 15 de marzo, una baja médica para un periodo que comprende desde el lunes16 hasta el domingo 29 de marzo (fechas en las que se realiza el vuelo), siendo esta coincidente con otra realizada anteriormente durante el mes de febrero, que le incapacitan para volar. Actas cuyos restos aparecerán en una papelera en un registro posterior de sus pertenencias en su domicilio y que no pondrá jamás en conocimiento de su empresa.
De esta forma, a las diez horas y un minuto de la mañana, tras disculparse el piloto ante el pasaje por el retraso ocasionado en el despegue, sale el vuelo 4U9525 desde el aeropuerto de Barcelona.
Sondeheimer le comenta a Lubitz, que con las comprobaciones previas realizadas para la realización del vuelo, no le ha dado tiempo siquiera de ir al cuarto de baño, a lo que el joven copiloto le señala que en cualquier caso cuando le diga procederá a hacerse cargo de los mandos de la nave, hecho que finalmente se produce, a las diez horas y veintinueve minutos, a once mil seiscientos pies de altura, momento en el que el piloto abandona el habitáculo.
Cuando el comandante se dirige de regreso hacia la cabina, esta se encuentra sellada desde su interior. El mecanismo de apertura mediante código, ha sido desactivado, por lo que no es posible acceder a la misma. Durante los siguientes minutos, se escuchará forcejear al piloto golpeando la puerta, profiriendo gritos e insistiendo para que Lubitz le abra, hecho que queda registrado en las grabaciones halladas posteriormente en la caja negra.
Se puede percibir la desesperación de aquel que suplica le deje acceder al interior de la misma; -“Abre la maldita puerta, ¡Por el amor de Dios, abre la puerta!”- mientras que con algo metálico, golpea la misma.
En el siguiente enlace https://youtu.be/lPBKDp2gAKI, podemos ser testigos del suceso en el que se intuye el brusco descenso del Airbus y la activación del sonido de las alarmas correspondientes.
Los controladores franceses al comprobar la constante pérdida de altitud del aparato tratan de ponerse en contacto con este, pero Andreas Lubitz, permanecerá en absoluto silencio, hasta que treinta y nueve minutos más tarde del despegue, sobrevolando los Alpes de la Alta Provenza, a mil pies de altitud, desaparecerá de sus radares.
Eran las diez horas y cuarenta minutos de la mañana, cuando a una velocidad de 700 km/hr cerca de la región francesa de Prads-Haute-Bléone el avión golpeaba con su ala derecha la montaña, perdiendo la vida en aquel siniestro la totalidad de sus ocupantes, quedando sus restos esparcidos, así como el fuselaje del Airbus en una zona de difícil acceso por carretera.
Las primeras sospechas se inclinan hacia la posibilidad de tratarse de un acto terrorista. Según ambas ex parejas del personaje en cuestión, la idea de no renovar su licencia como piloto fue lo que le llevaría a realizar un acto que en ningún modo encontrará justificación alguna, fruto de una mente perturbada. Y es que, -«de toda mente desordenada, su propio desorden, es su castigo (San Agustín)»-.