AQUEL VIAJE EN BICICLETA.

19ABRILE

19 de abril……………………………..y entonces sucedió que…………………………

………………………el viernes 16 de abril de 1943, el doctor Albert Hofmann, sintetizando la dietilamida de ácido lisérgico (LSD) comienza a sentirse ligeramente mareado, por lo que decide dar por finalizada su jornada laboral, marchándose a casa. Siente cierta turbación, acompañada de una serie de efectos luminosos, más allá de su simple imaginación, que en modo alguno le procuran sensación desagradable, siendo capaz de percibir hasta con los ojos cerrados dibujos e imágenes extraordinarias que le proporcionan un notable estado de relajación combinado con el efecto vertiginoso de la propia confusión del momento.

Tras permanecer cerca de dos horas tumbado en el sofá de su casa, determina que aquello bien podría ser consecuencia directa de haber reabsorbido, la aludida sustancia, a través del ínfimo contacto de aquella con las yemas de sus dedos.

El lunes (19 de abril de 1943), de un día como hoy, llegaba al laboratorio Sandoz de Basilea decidido a volver a experimentar, voluntariamente, los efectos psicotrópicos de aquella solución mediante la ingesta de 25 miligramos de la misma, comenzando este a las cuatro y veinte de la tarde, aproximadamente.

No ha transcurrido ni media hora cuando comienza a sentir un ligero mareo, acompañado de un sentimiento singular de miedo, provocado por las anómalas perturbaciones que su campo de visión experimenta, como si se encontrase en un espejo curvo. Sufre espasmos y temblores alternados con una sensación de parálisis y una risa compulsiva que no es capaz de disimular. Habla de manera ininteligible, por lo que solicita a uno de sus ayudantes que le acompañe hasta su casa.

Aquel mes de abril de 1943, Europa está inmersa en plena Segunda Guerra Mundial, y aunque Suiza es neutral a la misma, existen ciertas restricciones que afectan a todo el país, como la de disponer de un automóvil, reservado para unos pocos, viéndose obligados a realizar aquel trayecto, hacia su casa, en bicicleta. Mientras pedalean el doctor tiene la sensación de apenas moverse, aunque esa es solo su percepción. La realidad es que avanzan velozmente.

Al llegar a casa, Hofmann le pide a su ayudante dé aviso inmediato a su médico de cabecera para que se persone lo más rápido posible, así como acercarse a pedirle a sus vecinos algo de leche fresca, al ser esta un eficaz desintoxicante. Se siente aturdido y confuso, pero aún así, es capaz de pensar con relativa lucidez. 

La habitación se deforma, gira sobre sí misma. Los objetos cobran vida propia. Todo resulta aterrador. No es capaz de reconocer a su vecina que trae la leche solicitada al adoptar una figura demoníaca. Agradece que Anita, su mujer, esté fuera aquel lunes en Lucerna visitando a sus padres con los niños, y no le vean en dicho estado, en el que llega a creer firmemente que se encuentra al borde de la muerte (no lo hará hasta el 29 abril de 2008, a la edad de ciento dos años). Tiene miedo, pánico. El médico al llegar tan solo observa una considerable dilatación de las pupilas, el resto, la respiración, el pulso y su presión sanguínea son normales.

Y después de aquella sensación terrorífica y de zozobra, sobre las ocho de la tarde, le sobreviene una de profunda paz, de felicidad radiante, colmada de luces de colores, de sonidos y de emociones.

Cuarenta y dos años más tarde, el 19 de abril de 1985, para conmemorar este “viaje” del doctor suizo Albert Hofmann, Thomas Roberts, profesor de Psicología en la Northern Illinois University, reunirá en su casa de DeKalb, a un grupo de estudiantes para celebrar el “día de la bicicleta”, una especie de homenaje que año tras año irá repitiéndose hasta quedar instaurado el Día Internacional de la bicicleta, procurándose mediante la misma una mayor concienciación del uso de este medio de transporte, ecológico, sostenible y saludable.

El año pasado, el lunes 16 de abril de 2018, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamaba mediante la resolución A/72/272 el día 3 de junio como el “Día Mundial de la Bicicleta”.

La proliferación en las grandes urbes de cada vez más usuarios de estos vehículos de dos ruedas han requerido de los consistorios la habilitación de toda una infraestructura que facilite el tránsito de aquellos junto al tráfico de los vehículos de motor, siendo esta en sus orígenes una red de carriles pintados sobre las mismas aceras que compartían con los viandantes, con las consiguientes situaciones de peligro, que entre ambos, se producían desde entonces.

En Valencia, el incremento de estos carriles, con el actual equipo de gobierno, se ha ido desarrollando sobre el mismo asfalto de las vías públicas, restringiendo de tal forma el espacio de los vehículos motorizados, que en ocasiones queda limitado al acceso de un solo carril, con la contrariedad que la misma conlleva, ralentizando y colapsando la circulación de sus principales calles, así como de los servicios de emergencias en los que ambulancias, bomberos y policías se ven imposibilitados de poder desarrollar sus actuaciones.

No quisiera dejar pasar la oportunidad de dedicarle al señor concejal de movilidad el malestar que su magnánima obra provoca, bajo el título;

          -“El edil albañil del bici carril”-

-“Empeñado en construir tanto carril, ahora que llegan las elecciones de abril, los ciudadanos podrían hacerle comprender, cuan cerril ha sido con semejante proceder desde su cargo de edil.

Pues puede que de tanto correr, construyendo tanto raíl, los vecinos renieguen de usted, quien sabe si por poco hábil o por su actitud hostil.

 En su monopoli bicicletero, las avenidas de doble dirección, ratoneras ahora son, y sin al parecer atisbo de solución. Baste visitar Antiguo Reino, la calle Castellón, Colón o la misma avenida Constitución.

 Porque detectado un incendio o al ciudadano que hubiera que auxiliar, el paso de bomberos y ambulancias debería facilitar y no obstruir e imposibilitar. Al proceder con tanto desatino parece que todo, señor mío, le importa un comino.

Da la sensación que más que allanar el pedalear, al automóvil su tránsito quiere complicar, que desde el cargo de concejal, más que de movilidad, bien podría en su honor ser llamado de «ineludible inmovilidad», porque es increíble, semejante dislate el que despierta este debate.

Si verdaderamente cree, que pintando el asfalto de color verde, lo habilita como zona ecologista píntelo de azul y conviértalo en zona bañista, sonará igual de chistoso, pero al menos podrán gritarle, -“artista!-“

Por favor, se lo ruego, no sea más el impulsor innovador, cual gladiador vengador, de este plan de tráfico desolador que lejos de facilitar su circulación armoniosa, como una losa pringosa, convierte a sus vecinos y ciudadanos motorizados en habitantes crispados»-.

Ya lo decía John Fitzgerald Kennedy (trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos) –“Con el placer tan simple de andar en bicicleta, nada puede compararse”-

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