14 de junio………………………………..y entonces sucedió que……………………..
……………………..aquel combate iba a ser el escaparate perfecto para Billy Collins Jr, en el marco inmejorable del Madison Square Garden de Nueva York, frente al púgil puertorriqueño Luis Resto, previo al mundial del peso Superwelter que esa misma velada, confrontaría a la leyenda panameña Roberto “manos de piedra” Durán y el hasta entonces imbatido y campeón Davey Moore, previsto para el 16 de junio de ese año de 1983, el mismo día en el que el aspirante, Durán, cumplía treinta y dos años.
Dos días antes del enfrentamiento, un 14 de junio, de un día como hoy, de hace treinta y seis años llegaba desde Nashville (del estado de Tennessee) a la ciudad de la Gran Manzana, Billy acompañado de su padre, que hacía las veces de preparador y mánager del chico, que como tarjeta de presentación mostraba la nada desdeñable cifra de catorce victorias sobre catorce combates disputados, siendo además once de ellas conseguidas por la vía rápida del nocaut (KO).
Billy Collins padre, había sido boxeador profesional en la década de los años sesenta, llegando incluso a disputar el título mundial del peso medio contra el texano y originario de Dallas, Curtis Cokes asentándose al retirarse, desde su Irlanda natal, en el sur de los Estados Unidos.
La pelea pactada a diez asaltos, en principio no debería suponer ninguna contrariedad para el joven Billy, “el irlandés” que a sus veintiún años, alterna un vertiginoso movimiento de piernas con una pegada contundente, siendo claro favorito para las casas de apuestas, que ven en su contrincante, a sus veintiocho años un experimentado y duro peleador que sin embargo ya se encuentra en el declive de su carrera profesional, con diecinueve victorias, siete derrotas y tres combates nulos.
El jueves 16 de junio a las ocho de la noche da comienzo el combate ante los cerca de veinte mil espectadores que abarrotan los graderíos del pabellón neoyorkino de su distrito de Manhattan, destacando entre estos, a ilustres figuras del boxeo como el ex campeón de los pesos pesados Muhammad Ali, que a sus cuarenta y un años muestra los primeros e inequívocos síntomas de la enfermedad de Parkinson, que le acabaría siendo diagnosticada un año más tarde.
Aunque el combate de fondo es el que más interés despierta entre los aficionados, el que van a presenciar entre Collins y Resto, no les dejará indiferentes. Ambos púgiles son de los que no dan un paso hacia atrás, siendo además una oportunidad para “el irlandés” del que ya se habla en todo el país, de costa a costa, por su enorme proyección y una carrera prometedora que en el caso de alzarse con la victoria le daría opción de retar al poseedor del título que ostenta Harold Brazier. A juicio de sus valedores, es la pelea indicada, en el momento oportuno, ante el rival adecuado.
Los tres primeros asaltos no salen como habían planeado en el rincón del joven Billy que se queja del demoledor y efectivo golpe del boricua, del que cada vez que logra impactar en su rostro causa un mayor daño del que habían imaginado, no logrando en ningún momento imponer ese trepidante ritmo que le caracteriza.
En uno de los tiempos muertos, sentado en su esquina se le oye decir a su padre, -“es mucho más fuerte de lo que había imaginado-“, cuyos pómulos comienzan a mostrar las primeras contusiones de los efectivos golpes del púgil criado en el barrio del Bronx.
Cuarenta y cuatro minutos más tarde, habiendo llegado al décimo round con ambos boxeadores en pie, el árbitro Tony Pérez señalaba la conclusión del mismo. El rostro completamente desfigurado de Collins daba muestras de la contundente pegada de Luis Resto, al que nadie imaginaba fuera tan consistente.
Mientras los jueces acaban de sumar los puntos de sus tablillas, Resto se aproxima deportivamente al rincón de su adversario, abrazándose a este e incluso dándole un beso en la mejilla, gesto noble este el de aproximarse que suele ser habitual entre los profesionales una vez finalizada la pelea.
Cuando saluda al padre del púgil magullado, este observa algo extraño en los guantes del puertorriqueño, que llama poderosamente su atención, echándole rápidamente la mano sobre uno de estos constriñéndolo con fuerza, ante la actitud huidiza del boricua que sintiendo la opresión de la mano del señor Collins comienza a dar muestras de dolor, intentando zafarse, sin lograrlo, ante un padre que acaba de descubrir porque su hijo tiene el rostro tan desfigurado.
En este enlace el momento en el que se da por finalizado el combate y las reacciones de Billy Collins sr al descubrir el referido asunto; https://youtu.be/f0YgEt7gnvc
Investigaciones llevadas a cabo por la Comisión de Boxeo de Nueva York comprobaría que los guantes incautados a Resto carecían del relleno reglamentario, reconociendo que su preparador, el problemático “Panamá” Lewis, había endurecido sus vendajes con yeso, administrándole durante los últimos asaltos y mezclado en el agua, un medicamento utilizado por los asmáticos para proporcionarle mayor resuello.
Luis Resto fue condenado a dos años y medio de prisión, siéndole retirada su licencia pugilística de por vida. Su preparador Carlos “Panamá” Lewis, condenado a tres años de cárcel y aunque pudo seguir entrenando no se le permitiría volver a acompañar a sus pupilos en las peleas, ni sentándose ni siquiera personándose en la esquinas del cuadrilátero. Billy Collins a raíz de los golpes recibidos se le detectaba una lesión en la retina de su ojo derecho y severos daños en el izquierdo, dejándole secuelas que le impedirían continuar con su carrera boxística, entrando en profunda depresión que le llevaría nueve meses más tarde, el 6 de marzo de 1984, a suicidarse estrellando su automóvil.
Treinta y tres años más tarde, en 2016, a los sesenta y un años de edad, un Luis Resto atormentado visitaba la tumba de Billy Collins, sobre la que caía de rodillas pidiéndole perdón, así como a la viuda, Andrea, presentándole su más profundo arrepentimiento.
El entrenador de fútbol americano Vincent Lombardi decía, -“Ganar no es lo más importante, es lo único importante”-, a lo que habría que añadir, pero haciéndolo sin trampas, porque como dice el refranero español…-«el mayor premio no es tenerlo, sino merecerlo»-