LA REVUELTA EN EL STONEWALL

280619

28 de junio…………………y entonces sucedió que…………………………

………………………………corría el año de 1969, exceptuando el estado de Illinois, la homosexualidad era ilegal en el resto de los Estados Unidos. Hombres y mujeres perseguidos por su orientación sexual, quedaban señalados por una sociedad intransigente que hostigaba las denominadas “conductas lascivas e inmorales” mediante la publicación, en los principales periódicos, de los datos personales e incluso a veces hasta la dirección, de quienes manifestaban cierta inclinación sexual hacia las personas de su mismo sexo, sorprendidas en determinadas actitudes comprometidas.

Algunos, una vez evidenciados tras el consiguiente escarnio público, perdían sus puestos de trabajo, otros, repudiados por sus familias, eran echados de sus casas acabando viviendo en la calle, rechazando de esta forma aquel tipo de conducta que consideraban en aquella época como un trastorno mental, aberrante y depravado. Dentro del departamento de Policía de Nueva York había sido creada la “División Moral Pública”, encargada de vigilar y combatir este tipo de situaciones, pudiendo procederse legalmente al arresto de quienes no computaran en su vestimenta un mínimo de tres prendas, propias de su género, además de otros comportamientos que situaban a los miembros de este colectivo en el eslabón más débil de la sociedad norteamericana.

Y en este orden establecido, situado en el barrio neoyorkino de Greenwich Village, en el número 53 de la calle Christopher, se encontraba el club de ambiente “Stonewall Inn”, el único de toda la ciudad que permitía bailar “agarrados” a los hombres, propiedad desde hacía tres años de la familia Genovese, cuya cabeza visible, Tony “El Gordo”, pagaba semanalmente cerca de dos mil dólares a la comisaría del distrito sexto de la ciudad en concepto de sobornos. Una llamada telefónica realizada por algún agente corrupto, al local de Tony, ponía en alerta de la llegada inminente de alguna patrulla al mismo, excepto aquella noche del sábado 28 de junio de 1969, de un día como hoy, del que se cumplen cincuenta años, y en la que nadie pudo dar aviso alguno, al ser realizada por los federales, al detectar irregularidades en los etiquetados de los envases de las bebidas alcohólicas dispensadas.

Realizar redadas en este tipo de establecimientos era una manera sencilla para que los oficiales mejorasen sus estadísticas de detenciones ya que por lo general el sorprendido trataba de pasar el trance de la manera más discreta posible, no causando problema alguno. En opinión de la mayoría de los agentes que realizaban estas intervenciones,  -“los arrestados tenían todas las de perder”-.

Aquella noche, como otras tantas, servía copas Maggie Jiggs una drag queen encargada de iluminar la pista de baile en cuanto alguien diera el aviso de la presencia de algún miembro de la policía vestido de paisano. Dentro del local, aquel sábado, se concentraron cerca de doscientas personas, la mayoría travestis.

Entre los asistentes, sobre la una de la mañana bailaban Sylvia Rivera que había acudido a la fiesta de su amiga Marsha Puna Johnson, una de las drag queens más populares de la ciudad, junto a otra travesti, Stome DeLarverie, e Yvonne Ritter que conversaba con Dick Leitsch y Tommy Lanigan.

Sylvia Rivera que dentro de cuatro días cumpliría los dieciocho años no había tenido una vida fácil. Abandonada por su padre nada más nacer, y fallecida su madre tres años más tarde, sería su abuela materna, quien se haría cargo de su educación. La abuela, no veía con buenos ojos que Sylvia (nacida varón) utilizase maquillaje, por lo que a los once años terminaría viviendo en la calle. Hacía más de un año que había conseguido un trabajo de reponedora y su jefe le permitía utilizar cosméticos (Sylvia se convertiría a partir de esa noche en una de las activistas más reconocidas del colectivo transexual, creando la Gay Liberation Found).

Fuera del local, el inspector Seymour Pine, junto a ocho oficiales más, ultimaba los detalles de la operación del registro de aquel sábado por la noche. A la una y veinte de la madrugada, sin realizar llamada al Stonewall de la irrupción policial, hacían acto de presencia cuatro policías de paisano junto a dos reglamentariamente uniformados, que ordenaban encender las luces del local, mandando a los allí presentes formar una hilera para proceder a su identificación. El resto del escuadrón bloqueaba desde el exterior las salidas a los asistentes que abarrotaban el recinto.

Uno de los policías trata de averiguar la identidad de género de Sylvia Rivera, negándose esta a contestar aquella pregunta que considera ofensiva, oponiéndose igualmente a ser inspeccionada mediante el correspondiente cacheo o registro visual, práctica habitual en este tipo de procedimientos, que se utilizaba para comprobar el sexo de la persona vestida de mujer, por lo que al ir a ser detenida, ante la sorpresa general de los allí presentes, se encara a aquel, mostrando clara resistencia.

Y de pronto, sin tener nada planeado cansados de este tipo de vejaciones, los allí presentes comienzan a forcejear con los desconcertados agentes que no dan crédito a lo que están viviendo, siendo objeto de burlas y abucheos que aquellos les profieren, arrojándoles todo tipo de objetos que encuentran a mano, como monedas, vasos…

En pocos minutos la situación se convierte en una disputa violenta por ambas partes. Los golpes que los policías profieren son replicados sin paliativos por quienes hasta la fecha siempre habían mantenido una situación de sumisión, dando paso a una de las reyertas más encolerizadas realizadas por la comunidad LGTBI. La noticia se propaga por el barrio que comienza a atraer a las puertas a cientos de simpatizantes que no dudarán, durante los próximos cuarenta y cinco minutos, enfrentarse abiertamente ante los antidisturbios que han sido desplegados para intentar revertir la situación.

Pero aquel barrio de calles estrechas, entre la Séptima avenida  y la plaza Waverly permite a los manifestados moverse con relativa facilidad, durante horas, impidiendo ser detenidos. Papeleras incendiadas que acabarían siendo arrojadas, empujones, gritos, golpes…

Con un saldo de cuatro agentes heridos, amén de cientos de contusionados, y cerca de una treintena de detenidos, lejos de apaciguar los ánimos desatarían durante los dos días siguientes graves altercados atrayendo cada vez más gente incluso de otros colectivos como los «Panteras Negras», que no estaban dispuestas a dejar pasar la oportunidad de revertir aquella situación, llevando a cabo una verdadera «rebelión».

Al año siguiente, para conmemorar estos acontecimientos partiendo desde la calle Christopher hasta Central Park se celebraba el 28 de junio la considerada primera manifestación del llamado «Día del Orgullo Gay».

Hoy, viernes 28 de junio de 2019 se cumplen cincuenta años de aquella revuelta en defensa de los derechos de la comunidad LGTBI.

-«La noche de Stonewall fue como una fiesta al aire libre. No había nada planeado. No le quitamos nada a nadie, no teníamos nada que perder»- (Sylvia Rivera)

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