20 de septiembre……………………..y entonces sucedió que……………………
…………el rechazo contra la reina Isabel II era generalizado. Todas las fuerzas políticas clamaban contra su gestión. Los principales líderes de los partidos políticos, Juan Prim del Partido Progresista, Pi y Margall del Democrático y Leopoldo O’Donnell de la Unión Liberal impulsaban en el mes de septiembre de 1868 la llamada «Gloriosa Revolución» que daba comienzo, el viernes 18, con el alzamiento en Cádiz del almirante Topete extendiéndose al resto del país, que veía, dos días más tarde, el 20 de septiembre, de un día como hoy, de hace 150 años, formarse la primera Junta en Sevilla que publicaba un manifiesto en el que se recogían una serie de demandas, provocando que el día 30, desde San Sebastián, la reina abandonase España acompañada de su hijo (el futuro Alfonso XII), de diez años de edad.
El nuevo gobierno provisional, presidido entonces por el general Serrano, convocaba Cortes Constituyentes de las que, unan vez conformadas, y con mayoría monárquica, daban a España una nueva Constitución, la de 1869, estableciendo como forma de gobierno una monarquía constitucional de la que saldría elegido Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, Víctor Manuel II, por 191 votos a favor, de los 374 posibles.
Para celebrar la publicación del nuevo texto constitucional, en la plaza de toros de la Puerta de Alcalá, Rafael Molina “El Lagartijo”, García Villaverde y Antonio Sánchez el “Tato”, el lunes 7 de junio a las cinco de la tarde lidiaban seis toros de la ganadería de Colmenar Viejo. En el cuarto, el toro de nombre “Peregrino” corneaba al Tato al entrar a matar, por tercera vez, en su pierna derecha, fruto de la cual y como consecuencia de una grave infección en la misma, los galenos determinaron amputársela, intervención que tuvo lugar en su domicilio madrileño de la calle Espoz y Mina, popularizando el torero la expresión -“Adiós, Madrid”- en el momento en el que le era cercenada la pierna cangrenada.
Con un extraordinario pundonor, el Tato, con una pierna ortopédica y a sus cuarenta años, dos años después, el 14 de agosto de 1871 intentaba de nuevo probar fortuna en la plaza de Badajoz, desistiendo al comprobar que no podía desarrollar “la faena”, rompiendo a llorar sentado en el estribo de la barrera.
Empecinado quiso repetir la misma suerte, al mes siguiente, en Valencia el 4 de septiembre y en Sevilla el 24, no permitiéndoselo el público debido a su limitación física.
Era tal su deseo de volver a torear que se presentaba a cualquier corrida, festejo, lidia o sarao que se celebrase intentando disfrutar de una nueva oportunidad, asistiendo a todo evento taurino, llegando a popularizar la expresión “no ha venido ni el Tato” ante algún acontecimiento que presentase poca o nula asistencia al mismo.
El nuevo rey, Amadeo I, a quien unos por su elegancia llamarían el “Rey Caballero” y otros por su procedencia de manera sarcástica “Don Macarroni I”, no lo tuvo fácil para gobernar. Cuentan que en el ágape de bienvenida, celebrado en su honor, el monarca, que había traído desde Italia varias cajas de su vino preferido de la bodega “Da Butti”, solicitó sirvieran el mencionado caldo para realizar el protocolario brindis. Nadie en las cocinas palaciegas vio rastro alguno del susodicho morapio por lo que el jefe de cocina rápidamente salió al paso sirviendo otro vino excusándose ante el soberano de dicho infortunio, que tras catarlo, siendo el mismo de su agrado, le dijo, -“No temáis, el vino, aunque no lo sea a mi me parece Da Butti”-, expresión que al fin y a la postre pasaría a la posteridad como sinónimo de algo excelente.
Si bien aunque la anécdota está ampliamente aceptada y extendida, lo cierto es que el término “de buten” aparece por primera vez ocho años antes para hacer referencia a algo de buena calidad, en una zarzuela representada el 4 de mayo de 1861, que lleva por título “La cruz de los humeros”, del autor Ricardo Mosquera, en la que se puede escuchar, -“y fue tan grande mi llanto que florecieron las yerbas. (Asuquita) Salero de buten guay. Viva la gente è mi tierra”-.
Sea como fuere, fue a lo largo del siglo XVII cuando en Venecia comenzó a utilizarse el vidrio soplado para producir las botellas de vino (cuyo término botella procede del latín, “butti” diminutivo de butticŭla), comenzando a producirse en serie en 1821 por la empresa Henry Ricketts & Co. Glass Work de Bristol, dando paso al envase tal y como lo conocemos hoy en día.
Y si es que de vinos se trata el tema, en tiempos de “María Castaña” (alocución para referirse a algún suceso “ocurrido hace mucho tiempo” y que al parecer tiene su origen en la insurrección que la mencionada María, de apellido Castaña, y su marido Martín, protagonizaron junto a los hermanos de este, Gonzalo y Alfonso Cego, en la localidad de Lugo, contra los abusivos impuestos solicitados por el obispo Frei Pedro López de Aguilar, dando muerte a su recaudador, Francisco Fernández, el 13 de junio de 1386), allá por 1579 tuvo lugar una revuelta, en la que dicen, que se “armó la marimorena”.
Regentaba Alonso de Zayas, junto a su mujer María Morena, una taberna en la villa y corte de Madrid, en la castiza calle de la Cava Baja (perteneciente al actual distrito 5), donde en atención a la clase social a la que perteneciera el parroquiano o consumidor servían dos tipos de diferentes vinos. Uno, aguado y de baja calidad destinado para la “chusma” (nombre referido originariamente a los prisioneros condenados a remar en galeras y que posteriormente se extendería para referirse a las personas groseras y sin educación, de comportamiento vulgar) y un segundo vino reservado a la clientela de alta alcurnia que esporádicamente se dejaba caer por allí, de mejor calidad.
Al parecer, una de aquellas noches, algunos clientes descontentos, entre quienes se encontraban un grupo de soldados, exigieron al matrimonio mejores caldos de los que aquella noche se estaban dispensando, negándose estos tajantemente a ello, siendo el motivo del inicio de una trifulca en la que María, acabaría repartiendo más estopa que todos los allí presentes, siendo incluso necesaria la presencia de la autoridad para poner fin a semejante desorden, abriéndose proceso judicial contra la referida taberna por la dimensión de la pelea ocasionada, que con el tiempo comenzaría a utilizarse el “armarse la Marimorena” para referirse a una buena riña, trifulca, pelea o camorra.
Y es que con “armarse” a lo largo de la historia ha habido muchas referencias, como armarse la de Dios, la de San Quintín, unan tremolina o como durante la revolución de 1868, la Gloriosa Revolución, aludida al inicio de esta reseña, en Andalucía recibiera el nombre, para referirse a ella, de “Armarse la Gorda”.
Todo un elenco de expresiones utilizadas habitualmente de origen incierto o a veces desconocido. Algunas incluso para callar bocas, pero como ya dijo el que fuera primer ministro británico, Winston Churchill;
-“A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada”-.