EL «FORNICIDIO» DEL PRÍNCIPE JUAN

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4 de octubre……………..y entonces sucedió que…………………………………

……………el rey de Francia, Carlos VIII decidía no cumplir lo dispuesto en el Tratado de Arrás, no consumando el matrimonio pactado desde hacía diez años con Margarita de Habsburgo, hija del emperador Maximiliano I y María de Borgoña, por lo que la archiduquesa regresaba a Flandes en 1493. La noticia no pasa desapercibida para los Reyes Católicos y su política matrimonial en ciernes, advirtiendo aquel acontecimiento como el momento perfecto para poder aislar políticamente a la vecina Francia, centrando sus esfuerzos en la concertación de un doble enlace matrimonial entre Felipe el hijo mayor del emperador, a quien por su belleza llamarán “el Hermoso” con su tercera hija Juanala Loca”, y a su segundo hijo, único varón, heredero de las coronas de Castilla y Aragón, el príncipe Juan, con la despechada y aludida, Margarita de Austria.

Utilizando el mismo navío que había llevado a Juana desde Laredo hasta Flandes arribaba por las costas cántabras la prometida del príncipe Juan, de diecisiete años de edad, que ante lo complicado de la travesía como consecuencia de un fuerte temporal, y temiendo perder su vida, dejaba escrito, de su puño y letra, su propio epitafio (-Aquí yace Margot, la gentil damisela que después de dos maridos, todavía es doncella-).

La ceremonia tiene lugar en la Catedral de Burgos, el 4 de abril de 1497. Emocionada la reina observa orgullosa a su vástago que tanto le ha costado engendrar, después de  ocho largos años tras su primera hija, llamada Isabel como ella, que la llevó incluso a peregrinar en varias ocasiones hasta el Monasterio de San Juan de Ortega, con cierta fama de milagroso en tales asuntos y fruto del cual pondría a aquel hijo tan deseado, nacido el 30 de junio de 1478, en señal de agradecimiento, el nombre de Juan.

La pasión entre ambos cónyuges se desborda inmediatamente desde aquella misma noche. Juan a dos meses de cumplir los diecinueve y Margarita de diecisiete no dejan un solo instante de dar rienda a su desbordante pasión. Tanto es así, que a los pocos meses los galenos de la corte, viendo al príncipe debilitado y desmejorado aconsejan a la reina separar a los recién casados, espaciando así sus ininterrumpidos encuentros amorosos, procurándole cierta tregua. Algo que la reina no comparte argumentando que -lo que Dios une no tiene el hombre derecho a separar-.

En septiembre, estando de visita en Salamanca cae enfermo el príncipe, presentando un cuadro de fiebres altas (probablemente por tuberculosis) falleciendo tras trece días de lenta agonía, un 4 de octubre, de un día como hoy, de hace quinientos veintidós años, tras seis meses de un matrimonio del que Margarita acabará dando prematuramente a luz una niña que fallecerá en el mismo parto.

No será este el único caso de muerte por “fornicio”, pues su propio padre, Fernando de Aragón, tras la muerte de la Católica en 1504, unos meses más tarde, con cincuenta y tres años contraía matrimonio con Germana de Foix de dieciocho años de edad. Será tal el empeño en darle a la corona de Aragón un descendiente, evitando de esta forma que fuera a parar su reino a manos de su nieto Carlos (el hijo de su hija Juana la Loca y su enemigo Felipe el Hermoso) que haciendo uso de un potente afrodisiaco natural, la Lytta Vescicatoria, llamada también, cantárida, acabaría perdiendo la vida.

Y sería precisamente Carlos, siendo rey de España, quien advertiría a su hijo Felipe (a la postre Felipe II), de dieciséis años de edad, mediante unas cartas secretas escritas en el puerto de Palamós en 1543 de los peligros de una actividad sexual desmedida evitando de esta forma una muerte prematura como la que tuvo su tío el príncipe Juan.

Consejos estos que le privarían de cierta libertad sexual con su reciente consorte doña María Manuela de Portugal, disponiendo para ello la utilización de camas separadas, para procurar el descanso de los jóvenes contrayentes tras el preceptivo encuentro amoroso, distanciándolos en el tiempo bajo supervisión directa de don Juan de Zúñiga Avellaneda y Carrasco, preceptor y consejero de Felipe II, que obedeciendo las consignas dadas por el monarca, no dudaría en entrar en los regios aposentos, del por aquel entonces príncipe de Asturias, para tras un breve momento de regocijo proceder a separar a los enamorados y disponer así de sus preceptivas horas de descanso.

A lo largo de la historia la cópula y la fornicación han sido la causa de algunas de las muertes de algunos personajes históricos, como la del rey de los hunos, Atila, cuando en marzo de 453 a sus cincuenta y ocho años fallecía como consecuencia de una hemorragia nasal provocada tras pasar una noche intensa de placer tras la boda de la que constituía su decimosegunda esposa, Ildico, en la localidad de Panonia (provincia del imperio romano correspondiente a parte de la actual Hungría y Croacia).

Otros ejemplos los encontramos tal y recoge el escritor Eric Frattini, en su novela “Los Papas y el Sexo”, en cuatro Sumos pontífices, como León VII, que el 13 de julio de 939 fallecía, en pleno acto sexual con una prostituta, de un paro cardíaco, o como Paulo II que en julio de 1471 moría mientras era sodomizado por un mancebo (aunque la versión oficial del deceso indicase como causa de la muerte una indigestión alimentaria).

Otros dos Papas más pueden ser incluidos en esta lista escabrosa, aunque no como consecuencia del acto sexual en sí mismo, sino derivado de aquel, como Juan VII, en octubre del año 707, que moría víctima de la paliza propiciada por el marido de la mujer con la que se acostaba o el asesinato, por otro marido celoso y engañado, de Juan XII en mayo del año 964.

 El que fuera sexto presidente de la República Francesa, Félix Faure, el 16 de febrero de 1899 fallecía, a los cincuenta y ochos años, mientras le practicaban, en el “Salón Azul” del Palacio del Elíseo, una felación realizada por su amante, Margarita Steinheil conocida como la “Pompadour de la III República”.

Y por último, entre otros muchos, encontramos al multimillonario Nelson Rockefeller, de setenta años de edad, que fenecía también en su despacho practicando sexo con la que era entonces su secretaria Megan Marshack de veinticinco años el 26 de enero de 1976 y aunque trataron de ocultar este suceso, lo cierto es que la joven asustada tardaría cerca de una hora en pedir ayuda.

El sexo aunque muy placentero puede como hemos visto en ocasiones llegar a ser muy peligroso. Como bien dijo uno de los talentos más destacados de la literatura norteamericana; – “El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación… las otras ocho, no son importantes” – Henry Miller, novelista estadounidense.

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