1 de noviembre……………………..y entonces sucedió que………………………
………para Liu Guojiang, la vida transcurría con total normalidad en su Chongqing natal, una localidad situada en la desembocadura de los ríos Jialing y el Yangtze, al sur de China, rodeada de escarpadas montañas cubiertas de niebla casi todo el año, famosa por su popular olla caliente, también conocida como hot-pot y por ser el lugar de donde proceden la mayoría de los osos panda del país.
Liu, a sus diecinueve años se dedicaba a realizar labores agrícolas que lo mantenían ocupado la mayor parte del día proporcionándole unos productos que él mismo vendía posteriormente en la ciudad. El jueves día 1 de noviembre de 1956, de un día como hoy, de hace sesenta y tres años, en el mercado local, la vida del joven Liu cambiaría para siempre. Ese día veía por vez primera a Xu Chaoqing, de quien caería locamente enamorado y que acabaría convirtiéndose en su compañera sentimental durante los cincuenta y dos años siguientes.
Al verla, todo a su alrededor quedaba difuminado, como hace una lente en el rodaje de una película de cine que se centra en un primer plano y desdibuja todo lo que hay a su alrededor, acentuando esa sensación del tiempo que se ralentiza, sin poder apartar su mirada de ella, pensando que sin duda era la “mujer más bonita que jamás había visto en su vida”. Y así, sin pretender incomodarla pero sin poder dejar de mirarla, ella se acabaría dando cuenta de tanto descaro y atrevimiento.
Pronto averiguaría, impulsado por la curiosidad, que se llamaba Xu, que tenía veintinueve años de edad, que había quedado viuda hacía ya algún tiempo y que tenía a su cargo tres hijos. Alguien, que a priori quedaba fuera de su alcance para una posible relación sentimental a juicio de una sociedad tan moralmente cerrada, como lo era por aquel entonces, la china de los años cincuenta, al ser ella diez años mayor que él, viuda y con tres hijos.
Pero a pesar de los impedimentos morales que pudieran encontrar, tras una primera toma de contacto, ambos congeniaron rápidamente, dando origen a una bonita amistad que suscitaría las habladurías de unos vecinos que acabarían dando paso a la desaprobación más absoluta cuando aquella relación parecía consolidarse, tratando ambos de mostrarse indiferentes a las indiscretas palabrerías que sabían que originaba su enamoramiento y el consiguiente rechazo social que provocaba.
Conscientes de ser el centro de atención de las críticas que se vertían a su alrededor, sabedores que no aceptarían aquella relación de una mujer viuda con un hombre más joven, decidieron alejarse de aquel lugar retirándose hacia la montaña de Aiqing Tianti donde acabarían instalándose en una de aquellas cuevas que encontraron, sin agua potable ni electricidad, y sin las comodidades básicas que aquel lugar les pudiera proporcionar, a más de 1500 metros de altitud, rodeados de bosques, ríos y cascadas naturales.
Los inicios fueron muy duros. Acostumbrados ambos a disponer a diario de aquellos elementos, que cuando careces de ellos, parecen todavía más necesarios, se vieron obligados a comer raíces que el propio Liu recogía de los alrededores hasta conseguir cultivar su propia cosecha, que destinaba al consumo propio, vendiendo una parte de la misma en la ciudad a la que bajaban, cada quince días, por aquella escarpada y peligrosa pared.
Pero con el transcurso del tiempo a Xu le costaría cada vez más hacerse el ánimo y descender por aquella abrupta pendiente, llegando incluso a temer precipitarse al vacío. Sentimiento que se iría apoderando de ella y que acabaría volviéndose cada vez más intenso que el deseo mismo de acudir a la ciudad, tanto que no abandonaría más aquel recóndito lugar en el que se habían instalado.
Liu Guojiang para facilitar el descenso de aquellos cerca de 1500 metros de desnivel comenzó a tallar con sus propias manos sobre la piedra de la montaña los escalones necesarios para que ella no se quedase aislada y pudiera bajar a la ciudad.
Durante casi cincuenta años, Liu con un cincel y un viejo martillo, con verdadera entrega y absoluta devoción esculpió, uno a uno, sobre la dura roca los seis mil escalones que conformarían finalmente aquella “escalera de amor”, que pacientemente moldeó en aquellos riscos.
Una mañana de 2005 un grupo de escaladores que visitaban las montañas se toparon con aquellos escalones labrados en las rocas y a una pareja cogida de la mano por los alrededores. Ella, se llamaba Xu de setenta y ocho años, él de sesenta y ocho, de nombre Liu.
Uno de los siete hijos de la pareja les contaba su historia de amor, sobre el origen de aquellos escalones, de su huida a las montañas, de la feliz vida, que a pesar de las penurias, habían tenido juntos, el uno con el otro.
En 2006, un reportaje de la revista “Chinese Women Weekly” publicaba esta historia que en votación, realizada por sus lectores, era elegida como una de las diez mejores historias de amor en China de todos los tiempos.
En 2008, Liu Guojiang a los setenta y dos años, fallecía de un ataque al corazón, al regresar de una jornada de trabajo, lo hacía cogido de la mano de su leal compañera. Cuatro años más tarde el 30 de octubre de 2012, a los ochenta y cinco lo hacía Xu.
El 1 de noviembre, de un día como hoy, de hace siete años, era enterrada junto a él para su eterno descanso.
El gobierno local de Jiāngyīn decidía preservar, proteger y conservar aquella escalera como símbolo de la constancia y del amor profesado convirtiendo en museo la cueva habitada por ellos, que supieron vencer los obstáculos que se encontraron juntos con el amor que se profesaron. Y es que ya lo dijo nuestro dramaturgo Jacinto Benavente;
-“Al amor lo pintan ciego y con unas alas. Ciego para no ver los obstáculos, con alas para salvarlos”-.