EL DESCUBRIMIENTO DE LOS RAYOS X

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8 de noviembre…………………y entonces sucedió que…………………………….

…………era inconcebible, a su parecer, que si no se declaraba como autor material de aquella burla que le ofendía profundamente, al menos, señalase al culpable de la misma. El director de la Escuela Técnica de Utrecht, transmitía de esta forma, en su despacho, al estudiante Wilhelm Röntgen, aquella fría mañana de 1863, el malestar del aludido profesor y su firme convicción de proceder a su expulsión si no confesaba la identidad del autor de la grotesca caricatura que circulaba por las aulas del recinto. Pero este, a sus diecisiete años, mantuvo silencio al respecto y no delató al responsable.

La aludida expulsión no le permitiría obtener el “certificado de finalización de estudios secundarios”, necesario para su posterior inscripción en la Universidad, probablemente en la de Ciencias Naturales o la de Medicina, por las que ya mostraba su predilección, pero nadie de los allí presentes hubiera nunca imaginado que treinta y dos años más tarde aquel joven descubriría los famosos rayos X y le sería concedido por ello, el distinguido Premio Nobel de Física.

Aun habiendo sido expulsado, durante los dos años siguientes acudiría como oyente a la prestigiosa Universidad de Utrecht. Una mañana, un compañero, Carl Thormann, le comentaba que el recientemente creado “Polytechnikum de Zúrich”, con un examen de ingreso, admitía estudiantes sin necesidad de disponer del certificado de estudios secundarios, lugar en el que tras aprobar el susodicho trámite acabaría estudiando Ingeniería Mecánica y en donde coincidiría con el profesor August Kundt por el que realizaría en 1869 su doctorado en Física, el mismo año que conocería a Anna Bertha Ludwig la que sería su esposa los próximos cincuenta años, hasta el 31 de octubre de 1919, fecha de su fallecimiento.

Junto al profesor Kundt comenzó a realizar sus primeros estudios de investigación que alternaba con sus actividades docentes, desarrollando rápidamente una serie avances y descubrimientos relevantes que le otorgarían cierto prestigio en el mundo universitario.

Durante la noche del viernes 8 de noviembre, de un día como hoy, de 1895, Wilhelm Röntgen haría uno de los descubrimientos más importantes llevados a cabo dentro del progreso científico, revolucionando, entre otros asuntos, los diagnósticos médicos, y allanando asimismo el camino a numerosísimas aplicaciones tecnológicas en el campo de la ciencia.

Realizando experimentos sobre un tubo de Crookes (tubo fluorescente), tratando de  estudiar los posibles efectos de los rayos catódicos fuera del mismo, comprobando si estos salían hacia el exterior del tubo, envolviendo este con un cartón tintado de negro y dejando la habitación absolutamente a oscuras, observó como al encender el interruptor, una placa cubierta de cristales de platino colocada a cierta distancia sobre la mesa, emitía cierta fluorescencia de un color verdoso.

Al apagar el interruptor aquella luminosidad desaparecía también, por lo que dedujo que la luminiscencia de la placa era producto sin duda de un rayo invisible a la vista que atravesaba el cartón opaco.

Alejando del tubo la placa de cristales de platinocianuro de bario, esta seguía recibiendo la propagación e irradiación lumínica, descubriendo en estos rayos “misteriosos” (a los que llamó por ello “rayos X”) un alto grado de alcance y de penetración, pues colocando entre el tubo recubierto con el cartón y aquella placa de platino diferentes cuerpos y materiales, como por ejemplo, la carta de una baraja, para poner poco después la baraja entera, y acabar situando un libro de cierto espesor, resultaba en todos los casos, que la placa continuaba emitiendo aquella radiación de color verdoso inicial, concluyendo por tanto que aquellos rayos invisibles tenían la capacidad de atravesar cuerpos opacos.

Durante las siguientes semanas comprobó que no todos los materiales se comportaban de igual forma ante los misteriosos nuevos rayos descubiertos, pues algunos metales, como el aluminio, resultaban casi transparentes no sucediendo lo mismo con el plomo que no se dejaba atravesar.

Reemplazando la originaria placa de cristales de platino por una placa fotográfica pudo obtener un registro permanente de aquellos fenómenos visuales. Al mes siguiente, el día 22 de diciembre, Wilhelm convencía a su mujer para ser partícipe de un experimento en el que, tras quince minutos de exposición, obtendría como resultado una radiografía de la mano de Anna Bertha en la que se distinguían perfectamente todos los huesos de la mano así como la alianza de matrimonio, de manera nítida, en su dedo anular.

El 31 de diciembre enviaba la misma a su colega el físico vienés Franz Exner, que la mostraba en la fiesta que ofrecía de año nuevo a sus amigos invitados, entre quienes se encontraba el también físico austriaco Ernest Lecher, hijo del director del periódico de Viena, Die Press, donde días más tarde saldría publicada la noticia del hallazgo de Röntgen, bajo el título, “una nueva clase de rayos”. En febrero utilizando esta nueva técnica, radiografiaba un brazo fracturado que aparecía publicado en la revista “British Medical Journal” con una repercusión de alcance mundial.

Poco a poco la radiología fue encontrando su espacio como especialidad dentro del campo de la medicina como una categórica herramienta de diagnóstico.

Dos semanas después del anuncio de este descubrimiento el doctor Otto Walkhoff  efectuaba la primera radiografía dental de sus propios maxilares, con un tiempo de exposición aproximado de 25 minutos. En el mes de julio de ese mismo año, el doctor escocés John MacIntyre, en Glasgow, lograba tomar la primera radiografía de un cálculo renal (confirmado más tarde en la mesa de operaciones).

El dermatólogo Leopold Freund en Viena fue el primero en aplicar la radioterapia sobre una paciente infantil que presentaba un gran lunar que abarcaba el cuello y gran parte de su espalda.

El 10 de diciembre de 1901 la Real Academia Sueca de las Ciencias le concedía el Premio Nobel de Física en la que era su primera edición. Su presidente, en la entrega de los premios, denominaba a estos rayos X descubiertos por el que era, por aquel entonces, catedrático de física de la Universidad de Munich como «rayos Röntgen» (en Alemania se le sigue conociendo como «Röntgenstrahlen»).

El 10 de febrero de 1923, a los setenta y ocho años de edad, Röntgen fallecía en Múnich.

Rindamos pues un merecido y sentido homenaje a quien con su enorme capacidad de observación reparó en la existencia de lo que otros probablemente habían pasado por alto y que tuvo como consecuencia un enorme progreso y avance científico sobre el que no quiso establecer ningún tipo de derecho de patente.

Cuando se le preguntó que había pasado por su pensamiento aquel 8 de noviembre, de un día como hoy, Röntgen contestó;

—“Yo no pienso; investigo. Esa es la rutina del pensamiento“— 

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