RECUERDA PEARL HARBOR

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6 de diciembre…………………..y entonces sucedió que…………………………….

…………………durante toda la tarde del sábado 6 de diciembre, de un día como hoy, de hace setenta y ocho años, la comunicación entre el primer ministro nipón, Hideki Tōjō y el almirante de la Flota Combinada, Isoroku Yamamoto era permanente. Los detalles de la llamada “Operación Hawái”, que desde septiembre llevaban realizando simulacros en la bahía de Kinko, estaban ultimados. Yamamoto, junto a Minoru Genda por aquel entonces considerado el mejor piloto de la Armada Imperial y el vicealmirante Takijiro Onishi, creador de los letales Kamikazes (pilotos suicidas) daban las órdenes precisas para tenerlo todo bien dispuesto para la mañana del día siguiente, domingo 7, con el objetivo de neutralizar la flota del Pacífico de los Estados Unidos, atacando para ello su base de Pearl Harbor en la isla de Oahu, en Hawái, a más de seis mil kilómetros de distancia.

Lo japoneses conscientes de que el factor clave del ataque es el elemento sorpresa, consideran necesario aprovechar la iluminación que la luna llena prevista para la fecha señalada proporcionaría a sus pilotos. Sobre las ocho menos cuarto de la mañana, trescientos cincuenta y tres cazas hacían acto de aparición sobre la base norteamericana que sin esperar aquella maniobra amanecía sobresaltada con los sonidos de las primeras bombas al caer.

En aquella primera oleada fueron hundidos tres cruceros, tres destructores, un buque minador y un buque escuela, ascendiendo al final de la jornada a diecinueve los barcos hundidos, cerca de doscientas aeronaves destruidas, dos mil cuatrocientos fallecidos y unos mil doscientos heridos de diversa consideración.

Desde el Akagi, uno de los seis portaaviones empleados por los japoneses para llevar a cabo esta misión, el capitán de fragata Mitsuo Fuchida enviaba a sus superiores el mensaje en clave “Tora” (posiblemente como acrónimo de la conjunción de Totsugeki Raigeki (ataque relámpago), transmitiendo de esta forma el éxito del objetivo cumplido del ataque sorpresa de la misión).

La respuesta no se hizo esperar, el presidente Franklin Delano Roosevelt durante la mañana del día 8, pronunciaba el “discurso de la infamia”, en sesión conjunta del Senado y de la Cámara de Representantes, solicitando la declaración de guerra al Imperio Japonés, aprobada con el único voto en contra de la congresista por Montana, del partido Republicano, Jeannette Rankin.

La entrada de los Estados Unidos en la guerra poniendo fin al aislacionismo de los últimos años acabaría decantando la balanza de la victoria por el bando aliado y aunque el final de la Segunda Guerra Mundial, oficialmente, no sería declarado hasta el 8 de mayo de 1945, Estados Unidos y Japón continuarían con sus hostilidades hasta el 15 de agosto, fecha en la que ambos países firmaron el armisticio.

McArthur, ordenó apresar a los militares nipones responsables de aquel ataque sorpresa a Pearl Harbor, acusados de crímenes de guerra, entre ellos, el que fuera primer ministro Hideki Tōjō, que acabaría siendo detenido en su casa, en el distrito de Setagaya de Tokio, a pesar de que en el momento de su arresto intentase suicidarse disparándose en el pecho, ingresando en la prisión de Sugamo, una vez recuperado, a la espera de aquel juicio.

Una mañana, ya de 1946, el dentista de la Armada de veintidós años, el teniente Jack Mallory asignado a la división 361 en el Hospital de Tokio, recibía desde la aludida prisión, una llamada telefónica instándole a acudir a visitar a tan distinguido prisionero de guerra, responsable directo de aquel ataque, que presentaba problemas en su deteriorada dentadura.

A la consulta Mallory acudía acompañado del doctor George Foster, que tras una primera observación procedía a la extracción de siete piezas dentales en muy mal estado, encargando al teniente una prótesis dental para la parte superior de la boca del ex primer ministro.

Y entonces sucedió que, el teniente Jack Mallory queriendo gastarle una broma a tan distinguido, a la par que reprobado prisionero, ideó escribir en código Morse, sobre la parte delantera de aquella dentadura, en un pequeño espacio de apenas ciento once milímetros de ancho por cincuenta y dos de alto,“Recuerda Pearl Harbor” (.-. . — . — -… . .-.  .–. . .- .-. .-..  …. .- .-. -… — .-.), diecinueve letras de dulce venganza, una letra por cada uno de los barcos hundidos aquel 6 de diciembre de 1941, insertadas en su boca, una fría mañana del mes de febrero de 1946.

Nadie, excepto ellos dos, conocían aquel asunto, que en caso de propagarse podría causarles serios problemas disciplinarios. Una noche de celebración, Mallory comenta la cuestión a dos oficiales más, que conforme avanza la noche y junto a ella la ingesta de bebidas alcohólicas, mayor jolgorio les provocaba.

Uno de aquellos oficiales escribe una carta a sus padres en la que incluye este suceso de la dentadura de Tōjō, quienes a su vez lo cuentan entre sus allegados, hasta llegar la misma a oídos de un periodista de una emisora local de Texas que de soslayo, en uno de sus programas, menciona aquella anécdota desvelando lo que hasta entonces era un secreto bien guardado.

Conocedores de la propagación del asunto por un mando intermedio de la Armada, Foster y Mallory deciden borrar aquel agravio que les podría acarrear serios problemas con los mandos superiores, encontrándose a las puertas de un juicio de tal gravedad y repercusión como el que estaban a punto de vivir.  El viernes 14 de febrero de 1947, ambos entraban en la prisión de Sugamo para escudándose en realizar una visita rutinaria de comprobación de aquella dentadura borrar aquel mensaje, sin dejar rastro del mismo, que en cuestión de minutos era corregido y limado.

Declarado culpable, el 23 de diciembre de 1948 Hideki Tōjō era ejecutado en la horca. Moría a los sesenta y tres años de edad.

Mallory regresó a los Estados Unidos en junio de 1947, estableciéndose junto a su mujer Thelma en Paradise, en el condado de Butte (California) donde ejercería su profesión de odontólogo hasta su retirada en 1989. Unas memorias escritas por él mismo y descubiertas por su hijo, propagaron la noticia de esta dulce venganza, que en palabras del director de cine Alfred Hitchcock (refieriéndose a la venganza en general), -“es dulce y no engorda”-.

Si bien no dejó de ser para ellos una broma, y como bien dijo Marco Tulio Cicerón; -“Hay dos clases de bromas: una, petulante, incivilizada, malévola y obscena; otra, elegante, educada, cortés, ingeniosa y jovial”-. Y esta, por lo menos, ingeniosa sí que lo fue.

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