KATHRIN & MARTIN FÖHSE

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13 de diciembre………………..y entonces sucedió que………………………………

…………………..alterna su trabajo de abogado, en un prestigioso bufete suizo, con su actividad docente en la Universidad de St. Gallen, en donde imparte derecho estatal y administrativo como profesor asistente. Suele acudir a sus clases vestido con traje de chaqueta de color gris oscuro y generalmente usa camisas blancas o en tonos claros que resaltan el azul de sus ojos.

No necesita usar micrófono para hacer llegar su voz a todos los rincones del aula, durante las casi dos horas que dura una de sus clases. Martin Föhse, a sus treinta y dos años, está considerado como uno de los profesores más atractivos de todo el claustro universitario.

Fuera le espera Anita, la que durante casi diez años fue su gran amor, y desde hace un par de años, mucho más que eso, su confidente y compañera, la que lo sabe todo sobre él, sin secreto alguno. Ambos se conocen desde cuando estudiaban Derecho en la Facultad de Berna. Martin le contaba sus deseos, sus anhelos, sus ilusiones, incluso sus miedos y hasta esa naturaleza interior suya, «tan femenina». Y así, Anita pasó de ser su gran amor, a ser su mejor e íntima amiga.

Martin está decidido, o quizás sería más apropiado decir, “decidida”. El viernes 28 de noviembre se tomaba quince días de vacaciones para hacer efectivo ese cambio que desde su interior tanto le empuja hacia la superficie. Tras esas dos semanas, el sábado 13 de diciembre, de un día como hoy, de hace once años, regresaba completamente renovada desde la isla mexicana de Guadalupe. Allí dejaba a Martin y regresaba la nueva Kathrin.

En su armario los trajes de chaqueta son cambiados por un nuevo vestuario acorde a su nueva naturaleza. Acude a la peluquería de un amigo de la escuela secundaria que durante varias semanas va moldeando, en principio, a base de extensiones, su nuevo peinado. Aún le cuesta acostumbrarse a acudir al baño de mujeres cuando aprieta la necesidad y las prisas anulan el raciocinio, y a utilizar la mano izquierda para cerrar o abrir los botones de su chaqueta.

En la Facultad un simple cambio de fotografía en la página web de la Universidad y el nombre en la lámina, colocada en la puerta de la entrada en el despacho de su departamento, es todo lo que necesita para poder seguir realizando su actividad docente. Absolutamente nadie, ningún estudiante, hace comentario alguno al respecto, tomando el hecho de este cambio con la mayor naturalidad. No ocurre lo mismo en el bufete de abogados, en el que acostumbrados a tratar con “Martin, el abogado” este hecho quizás resulte un poco más delicado, y ciertos clientes no entiendan, o no quieran entender, esta nueva identidad. Durante los siguientes meses recibirá menos casos, hasta llegar a perder el trabajo. Sin embargo no tardará en encontrar una nueva ocupación, como asistente especialista de investigación en la Oficina Federal de Energía de Suiza, en donde Kathrin, se abrirá paso en un mundo, hasta entonces, dominado por hombres.

La terapia hormonal a la que se somete va dando sus frutos. Los músculos de Martin van dejando paso a formas más sinuosas y redondeadas, incluso el tono de su voz se ha suavizado necesitando en ocasiones hacer un mayor esfuerzo para hacerse escuchar, requiriendo la ayuda de un logopeda para poder amoldarla a su nuevo registro.

Ahora se preocupa más en no repetir la misma vestimenta dos días seguidos, en no tomar postre porque siente que se hincha con mayor facilidad en no poder usar tanto los tacones como le gustaría, porque si bien su metro y setenta y seis centímetros no le hacen ser excesivamente alto como hombre, con tacones, siendo mujer sí que lo es.

Pero a pesar de todos esos cambios y de una aparente felicidad, a Kathrin (Martin), le siguen atrayendo las mujeres, así que sexualmente se declara lesbiana. Le incomoda ciertas actitudes de algunos hombres, como por ejemplo esa libertad que se toman de pasarle el brazo por la cintura, o el verse rodeada por compañeros insistiendo en una última copa, insinuando incluso tomarla en la habitación del hotel, cuando se halla de congreso.

Le encanta poder abrazarse a otras mujeres con libertad, tener mayor contacto, y sin embargo ahora es más consciente de sus miradas críticas sobre su vestimenta en un acontecimiento dado o en un evento laboral, o sobre su peinado. Las conversaciones son, en cierto modo, también diferentes, pues muchas amistades femeninas nuevas que va haciendo hablan de niños e hijos. Estudia los colores de maquillaje que mejor le sientan, los complementos, y una renovación completa de su armario.

Ha conocido una chica a quien tras algunas dudas le va contando todo. Primero que tuvo novia en la Facultad, que ahora es su mejor amiga, segundo, no sin ciertas reservas y miedos, que era hombre antes de ser mujer. Pero ella le entiende, y activa de nuevo esa parte que Kathrin nunca ha dejado de sentir, y con esta relación, se despiertan las primeras dudas.

En poco tiempo es ascendida en la Oficina Federal de Energía de Suiza, donde sus conocimientos de la materia la convierten en la responsable de todos los contratos, de las adquisiciones y de las negociaciones con la Unión Europea sobre acuerdos energéticos.

Pero a pesar de este triunfo en el aspecto laboral, a nivel personal arrecian cada vez más y con mayor asiduidad las vacilaciones, las dudas, las indecisiones y de nuevo esa lucha interior sobre su verdadera identidad de género. Y aún a sabiendas que la decisión que va a tomar muchas de las personas que le rodean no la van a compartir ni comprender si quiera, decide, tras nueve años de vida plena como mujer, volver a invertir el proceso que la convierta de nuevo en el hombre que desde su interior no le ha dejado de hablar desde hace algún tiempo.

En enero de 2018, a sus casi cuarenta y dos años, empieza de nuevo a hormonarse con testosterona. Está convencida que su ciclo como mujer ha finalizado. Y se somete de nuevo al proceso de reconvertir su cuerpo, su vida, su trabajo y sus amistades, a su identidad masculina, sabiendo adaptarse con decisión a esta circunstancia, sabedora, como lo es, que no va a ser entendida.

Y como Epicuro, en el siglo IV a.C. le escribía a Meneceo en una carta; “No se es demasiado joven o demasiado viejo para conocer la felicidad. A cualquier edad es bello ocuparse del bienestar de nuestra alma”-. Kathrin supo hacer caso de ese bienestar, buscándola contra viento y marea, volviendo a ser de nuevo Martin Föhse, adecuándose con valentía a sus nuevas circunstancias.

Y es que hay un proverbio holandés que ya lo dice; –“No se puede impedir el viento, pero sí construir molinos”-.

Y Martin & Kathrin han sabido construir los suyos…

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