LAZOWSKI, EL «SCHINDLER» POLACO

20dc

20 de diciembre…………………..y entonces sucedió que………………………………

………………con la invasión alemana de Polonia, dando paso al inicio de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, los nazis, como ya habían hecho previamente en Alemania, implantaron la creación de los llamados guetos, así como la realización de trabajos forzosos para la población judía. La denominación procede del término italiano Ghetto, al ser este el nombre que recibió el barrio judío constituido con la declaración de la República de Venecia en 1516, al obligarles a vivir en donde se encontraban las antiguas fundiciones (Geti), y en el que mediante un pago, previamente estipulado, se les concedía la libertad de practicar su religión y de ser protegidos en caso de guerra.

Obviamente los guetos de los alemanes eran bien diferentes. Amurallados y cercados con alambradas de espinos, señalaban, segregaban y aislaban a la población judía de la ciudad de aquella que no lo era. Al gueto de Varsovia, les seguirían los de Cracovia, Poznan, Lodz, Lublin, y el de Rozwadow en la ciudad de Stalowa Wola.

Fue precisamente en este último, el de Rozwadow, a doscientos cincuenta kilómetros al sureste de Varsovia, donde el doctor Eugene Lazowski junto a Stanislaw Matulewicz, encargados de supervisar la salud de los habitantes que vivían en los alrededores del aludido gueto, debían controlar, entre otros asuntos, los posibles brotes epidémicos que se pudieran producir, para en caso afirmativo, proceder a dar el correspondiente aviso inmediato a las autoridades germanas. Uno de los brotes infecciosos más temidos por las tropas alemanas era el del tifus, erradicado en su día completamente del territorio alemán, que constituía una de las amenazas más graves.

Las autoridades nazis tenían planeado ir disminuyendo el número de calorías de ingesta para la población civil en el interior de estos guetos, hasta hacerlos morir de inanición. En el de Varsovia, el número de estas calorías por persona adulta al día llegaría a ser de tan solo ciento ochenta. Las enfermedades, en una población tan debilitada, se propagaban con mayor rapidez. Los hombres y mujeres que no estaban enfermos eran reclutados para la realización de trabajos forzosos, los que sí lo estaban junto a ancianos e impedidos eran ejecutados. Familias enteras acabarían siendo enviadas a los temidos campos de concentración, lugares de exterminio.

Fue entonces cuando Eugene Lazowski ideó junto a su colega Matulewicz una fórmula para evitar el reclutamiento para trabajos forzosos e incluso el envío a los campos de la muerte, de sus compatriotas judíos, mediante la difusión de una falsa epidemia de la enfermedad del tifus, sabedor como era, del temor que esta ejercería sobre las tropas alemanas, debido a la rápida propagación del supuesto contagio que esta presentaría, siendo además la medida de urgencia empleada durante los primeros síntomas de uno de estos brotes infecciosos la de acotar, las supuestas zonas contaminadas, mediante su aislamiento preventivo.

Durante las primeras horas de la mañana de un 20 de diciembre, de un día como hoy, de 1941, era enviado el doctor Lazowski al domicilio de un polaco para atender a un joven de dieciséis años, Jarek Sikorski, obligado a realizar trabajos forzados cerca del gueto de Rozwadow, que presentaba un cuadro de altas fiebres, dolores en la espalda y tos seca. Viendo el lamentable estado del muchacho y una vez descartada la enfermedad del tifus, decidía suministrarle por vía intravenosa una cepa muerta de la bactería del tifus (Proteus ox-19).

Los doctores, ya habían realizado el experimento anteriormente en otro paciente cuya sintomatología acabaría dando positivo en tifus sin llegar a desarrollar posteriormente la enfermedad. Inyectaron la muestra inocua dando a las cuatro horas un resultado positivo que se mantuvo durante los siguientes seis días, con el mismo resultado inicial.

Este falso positivo sería el arma que emplearían estos dos médicos para salvar la vida de los más de ocho mil judíos, confinados en aquel gueto, rodeados por una población polaca no judía a la que se inyectaría durante los siguientes meses la aludida bacteria muerta. Al decretar las autoridades alemanas la puesta en cuarentena de las zonas infectadas, quedaba incluida indirectamente la población judía de aquel gueto a la que trataban de salvaguardar, dando por hecho que el contagio podría acabar propagándose al mismo.

Tal y como habían previsto, una vez remitido el falso positivo al mando central de la Wehrmacht en Varsovia, y obtenido los resultados que lo ratificaban, aquel ordenaba la inmediata puesta en cuarentena de la zona infectada (Fleckfieber).

Dado el buen resultado obtenido, Lazowski y Matulewicz inocularon las cepas muertas en pacientes sanos para dar falsos positivos de la aludida enfermedad creando tal psicosis en las filas enemigas, que sin mayores preámbulos aislaban  las poblaciones supuestamente contagiadas.

Durante la época estival incrementaban las falsas infecciones, pues con el calor aumentan también el número de piojos cuya picadura transmite la enfermedad. En invierno disminuían buscando pacientes con síntomas de estar padeciendo una gripe, al ser estos muy similares a los del tifus.

El escaso número real de fallecimientos en comparación con el alto porcentaje de los brotes detectados, hicieron sospechar a las autoridades médicas del ejército alemán, que solicitaron transcurrido un cierto periodo de tiempo pertinente una profunda revisión de algunos de aquellos casos. La recepción llevada a cabo por los galenos a la inspección médica enviada, realizada a las afueras de la ciudad, incluía un banquete que agasajaba a los recién llegados con abundante comida y bebida, y que acabaría dando los resultados perseguidos, pues perjudicados por la ingesta de alcohol, aquellos, una vez visitado el sanatorio y comprobadas algunas de las infinitas muestras preparadas, se dieron por satisfechos, sin indagar más aquella zona a la que inundaban, a partir del día siguiente, con carteles en los que se señalaba el “peligro del territorio contaminado”.

Al finalizar la guerra Lazowski se instalaría en los Estados Unidos, en Chicago, como médico pediatra y profesor de Medicina en la Universidad de Illinois. Por su parte Matulewicz acabaría ejerciendo la medicina en el Zaire. Eugene Lazowski escribía sus memorias bajo el título Prywatna Wojna (Guerra privada) en donde contaba este suceso del falso tifus. 

Como bien decía Sun Tzu en su libro “El Arte de la Guerra”, escrito alrededor del siglo V a.C.;

–“Para los antiguos un luchador astuto es aquel que no solo gana, sino que resalta por ganar con sencillez–“

Y salvar la vida de ocho mil compatriotas de una muerte segura inoculando una bacteria muerta es buena prueba de serlo.

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