EL CASO DEL ACEITE DE COLZA

IMAY

1 de mayo…………………………y entonces sucedió que……………………………..

……………………..los gemelos han vuelto del colegio con escalofríos y dolor de cabeza. Carmelín, (al que a sus ocho años han tenido que llevar varias veces a urgencias por el asma que padece) les tiene más que acostumbrados a este tipo de situaciones, pero Jaime, no, y de los dos, es quien parece encontrarse peor, porque además de tener fiebre alta, no para de vomitar.

Mari Carmen, se siente desconcertada. A estas alturas del año, finales del mes de abril, de los siete hijos que tiene, cuatro están “medio griposos” y ahora, lo que faltaba, porque parece que también la han pillado los gemelos.

De madrugada el pequeñín no mejora, así que Carmelo, su padre, decide llevarlo al Servicio de Urgencias de Atención Primaria de la calle Turín en Torrejón de Ardoz, localidad en la que viven.

No hay nadie por la calle, algo extraño para ser ya viernes 1 de mayo, una noche festiva previa a tres días de puente. Es posible que permanezca vivo en el recuerdo el intento de golpe de Estado de Tejero, apenas dos meses antes. Y es también probable que con la Base Aérea de los americanos, en Torrejón, tras aquel suceso, se perciba quizás un poco más intensamente la sensación de alerta en sus calles y avenidas.

En el ambulatorio el doctor que se encuentra de guardia, tras una breve inspección ocular, le diagnostica gripe y tras recetarle Metoclopramida (Primperan), para paliar la angustia, las nauseas y los vómitos regresan a casa. -Por lo menos mañana no tiene colegio y podrá recuperarse-, piensa para sus adentros Carmelo.

En casa, tras la primera toma del jarabe recetado, vuelve a la cama, pero ni aún así se le nota una leve mejoría. Por la mañana es Mari Carmen quien lo vuelve a llevar al ambulatorio porque el niño no solo no ha mejorado sino que parece ir a peor. Nada más llegar piden una ambulancia para llevarlo al Hospital Universitario La Paz de Madrid, a menos de veinte minutos, pero no han hecho más que pasar el Polígono Industrial de San Fernando, a las afueras de Torrejón en la misma Avenida de Castilla cuando Jaime se queda rígido en los brazos de su madre.

Al llegar a la Paz certifican su fallecimiento, siendo las nueve y cuarto de la mañana del viernes 1 de mayo, de un día como hoy, de 1981, en el que se desconocen las causas exactas de su muerte y sin ser todavía conscientes que Jaime Vaquero García a sus ocho años de edad sería el primer fallecido de una larga lista como consecuencia directa de una intoxicación masiva que acabaría conociéndose como del Síndrome Tóxico, más tarde llamado “del aceite de colza”.

Tras la correspondiente autopsia, establecen como causa probable del óbito, la Legionella Morgani, o también llamada “enfermedad del legionario” una especie de neumonía atípica, que recibe su nombre de aquella convención, celebrada cinco años atrás, en julio de 1.976, por los miembros de la Legión Americana en el Hotel Bellevue-Stratford, en el 200 de la calle Broad de Philadelphia, en Pennsylvania, con ocasión del Bicentenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y a resultas de la cual acabarían enfermando con fiebre, tos y dificultades respiratorias de diversa consideración 221 de sus participantes, falleciendo además otros treinta y cuatro.

Ese mismo fin de semana, cinco miembros más de la familia Vaquero García ingresarían en el Hospital La Paz con la misma sintomatología y pocas horas más tarde lo hacía la familia Serrano, vecinos de la misma calle Campiña de Torrejón, en el Hospital del Rey (actual Carlos III).

La sensación de psicosis invade a toda la población de Torrejón y más tarde a las de otras localidades en las que aparecerán, sin aparente nexo de unión, enfermos que presentan los mismos síntomas. Se hablará como causantes de esta, de tomates tratados con pesticidas, de la teoría conspirativa que defiende el origen de la misma en una guerra química iniciada a raíz de un accidente acaecido en la Base norteamericana de Torrejón, ofrecidas toda ellas con la intención de buscar un culpable.

El 10 de mayo ya se computaban cuatro fallecidos y cuarenta ingresados y apenas siete días más tarde, el domingo 17, moría en León un bebé de 22 meses de edad, extendiéndose poco después a Ávila, Valladolid, Palencia, Segovia e incluso a Sevilla, los casos infectados.

El ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social Jesús Sancho Rof de la Unión de Centro Democrático en comparecencia televisiva, sorprendía a la población española el jueves día 21 al señalar que –“la enfermedad, menos grave que una gripe, la causa un bichito del que conocemos el nombre y el primer apellido y del que solo nos falta el segundo. Es tan pequeño que, si se cae de la mesa, se mata” – (el aludido ministro, a los tres meses presentaría su dimisión en el cargo).

Pero no, el mal no lo causaba “bichito” alguno, sino tal y como concluía el doctor Juan Manuel Tabuenca, desde su unidad pediátrica del Hospital madrileño del Niño Jesús, como consecuencia de una partida de aceite de colza desnaturalizado con anilinas para uso industrial que aceiteros sin escrúpulos habían desviado para el consumo humano, es decir, por un proceso de envenenamiento.

En Torrejón aquel aceite lo vendía una mujer en el mercadillo de los miércoles, en garrafas de cinco litros, sin etiqueta alguna, asegurando que era auténtico de oliva a un precio de 525 pesetas (aproximadamente 3,16 € actuales) mucho más caro que el de otras marcas que llevaba.

Casi seis años más tarde, el 30 de marzo de 1987, con cerca de trescientos cincuenta fallecidos y más de veinticinco mil afectados o con secuelas de por vida, daba comienzo el juicio en la Audiencia Nacional contra treinta y ocho empresarios relacionados con el envenenamiento masivo por el aceite de colza, implicados directa o indirectamente en el proceso de su alteración. El Fiscal del caso, Eduardo Fungairiño solicitaba penas de más de diez mil años de prisión para algunos de los procesados.

La sentencia emitida el 20 de mayo de 1989, condenaba, no por homicidio sino por un delito contra la salud pública por imprudencia temeraria solo a dos de los acusados a penas privativas de libertad, el resto, al ser procesados con penas menores quedaban en libertad al haberlas cumplido durante la fase de prisión preventiva. Con el transcurso de los años los muertos por esta intoxicación masiva acabarían siendo más de cuatro mil.

Para quienes deseen ampliar u obtener mayor información, pueden hacerlo en el siguiente enlace; https://plataformaseguimosviviendo.blogspot.com/.

– “La peor forma de injusticia es la justicia simulada. [Platón]”–

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