19 de junio……………………….y entonces sucedió que…………………….
………………durante el mes de septiembre su salud parecía haberse quebrado definitivamente. Las noticias sobre la falta de vitalidad del monarca, desde entonces, eran enviadas, casi a diario, por los embajadores a sus respectivas casas reales. Tenía treinta y ocho años, aunque aparentaba casi el doble. De aspecto poco agraciado, más bien corto de estatura, con la cara alargada y los ojos pequeños, de un intenso color azul turquesa, de cabello largo y rubio, peinado hacia atrás y una imagen enfermiza, que desde pequeño le había acompañado, parecía estar próximo el final de aquel al que llamaban “el Hechizado”.
El embajador de Francia, Henri Harcourt escribía a Luis XIV señalándole que era tan grande la debilidad del soberano español que este no podía permanecer más de una o dos horas fuera de la cama. Aquellas noticias sobre el delicado estado de salud del rey junto a la falta de un heredero, incrementaban el interés de casi todas las monarquías extranjeras en el devenir de los acontecimientos.
El 3 de octubre, el debilitado monarca, hacía testamento, y a pesar de las presiones recibidas por parte de su esposa, Mariana de Neoburgo, para que designase como sucesor a su sobrino, el archiduque Carlos de Austria, hijo de su hermana mayor Leonor y del emperador Leopoldo I, este, finalmente se decantaba por Felipe de Borbón, duque Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV y de su hermana María Teresa, segundo hijo del sucesor y Delfín de Francia.
Veintinueve días más tarde, el 1 del mes de noviembre de 1700 en el Real Alcázar de Madrid fallecía Carlos II, hijo de Felipe IV y de su sobrina Mariana de Austria, último representante de la Casa de Austria en el trono de España. Según informe del forense encargado de realizar la autopsia, el cadáver “no presentaba ni una sola gota de sangre, mostraba un corazón del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenados, tenía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua”.
Abierto el testamento, el emperador Leopoldo I reclamaba el trono para su hijo menor el archiduque de Austria, que preparado largamente para este fin había sido educado por los padres Jesuitas y hablaba un perfecto castellano, anunciando sus intenciones de no aceptar a Felipe de Anjou como rey de España, al que se le uniría, Inglaterra y las Provincias Unidas, y más tarde el Reino de Portugal y que acabarían nombrándolo rey de España con el título de Carlos III.
Cinco días más tarde del óbito, la noticia llegaba a Versalles, en donde el rey Luis XIV aceptaba la designación de su nieto como rey de España, el primer Borbón. Días más tarde en una asamblea compuesta por miembros de la familia real, altos funcionarios del estado y embajadores extranjeros, el rey francés presentaba a su nieto con estas palabras; -“señores, aquí tienen al rey de España”-, y acto seguido le dedicaba unas palabras que inquietarían sobremanera a las distintas potencias europeas al señalarle que el primero de sus deberes era, «el de ser un buen español», eso sí, sin olvidar «haber nacido francés», debiendo por ello mantener la unión entre ambas naciones.
Felipe de Borbón, entraba en Madrid el 17 de febrero de 1701. El pueblo madrileño, lo recibía con una inusual alegría propiciada más bien por la esperanza de una profunda renovación tras el agónico reinado del último de los Habsburgo. Un Felipe a quien de manera un tanto irónica acabarían llamando “el animoso” por su melancolía infinita y su pereza por los asuntos políticos. En Madrid las Cortes de Castilla, reunidas en el Real Monasterio de San Jerónimo el 8 de mayo, lo investían rey de España, con el título de Felipe V.
Aconsejado por el marqués de Harcourt, Felipe V mandaba conformar el Consejo de Despacho, como máximo órgano de gobierno, en perjuicio de los antiguos Consejos establecidos por los Habsburgo. Pronto comenzaría a vislumbrarse que era el rey de Francia quien controlaba los resortes de la corona española, y que los embajadores D’estrées, Gramont, Harcourt y Marcín más que representantes de Francia, actuaban como auténticos ministros.
Y así, Felipe V de Borbón, contando con el apoyo de los habitantes de la antigua Corona de Castilla y Carlos III respaldado por los habitantes de los territorios de la antigua Corona de Aragón (aragoneses, valencianos y catalanes) iniciaban en 1704 una guerra por la sucesión en el trono español.
La guerra estaría igualada hasta el 25 de abril de 1707, fecha en la que el ejército de Carlos se enfrentaba a las tropas borbónicas en la llanura de Almansa, sufriendo una dura derrota que dejaba abierto el camino a Felipe V hacia las tierras de Valencia, provocando la retirada del ejército aliado.
El general aliado Lord Galway a su paso por Játiva (Xàtiva) a unos sesenta kilómetros de allí, comunicaba a su gobernador Onofre Assio la derrota de sus huestes y por tanto la llegada inminente de las tropas borbónicas, aconsejándole salir al paso de aquellos y sin presentar resistencia ofrecerles la rendición de la ciudad, algo de lo que evidentemente no estaba dispuesto a realizar, ni él, como gobernador, ni ninguno de sus habitantes. Es cuando se populariza la expresión, -«cuando el mal viene de Almansa, a todos alcanza»-.
El 3 de mayo comenzaba un duro asedio que aquella localidad valenciana defendería con uñas y dientes, hasta caer finalmente rendida el día 6 del mes siguiente. El 19 de junio, de un día como hoy, de hace trescientos trece años, Felipe V mandaba incendiar la ciudad, ordenaba dispersar por tierras castellanas a los habitantes que habían sobrevivido al aludido cerco y conminaba a cambiar el nombre a la ciudad de Xàtiva por el de “Colonia Nueva de San Felipe”, siendo posteriormente repoblada por personas fieles a la causa borbónica, a quienes ya por aquel entonces se les conocía con el término de los “Botiflers”. (Curiosamente un 19 de junio, de un día como hoy, de hace seis años, otro Borbón, De Borbón Y Grecia era investido ante las Cortes Generales como rey de España con el título de Felipe VI).
Fue en 1940 cuando el director del Museo del Almudín de Játiva, Carlos Sarthou Carreres colocaba boca abajo el retrato de Felipe V realizado en 1719 por el pintor José Amorós, en señal de protesta y de rechazo por el agravio realizado a la ciudad. Posición en la que todavía permanece a día de hoy.
-“La obstinada rebeldía con la que resistieron la entrada de mis armas los vecinos de la ciudad de Xàtiva […] para extinguir su memoria y para castigo de su obstinación, empeñó mi justicia en mandarla arruinar”-. [Palabras de Felipe V justificando la quema de la ciudad].