LA «CASA DE ATRÁS»

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4 de septiembre…………………y entonces sucedió que……

……………..la dimisión en Alemania de Von Hindenburg y el nombramiento de Adolf Hitler como presidente, el 30 de enero de 1933, y su cada vez más creciente antisemitismo radical, fue lo que acabó por convencer a Otto Frank para abandonar Fráncfort, junto a su esposa Edith y las dos niñas, Margot y Ana, asentándose en Ámsterdam, capital de los Países Bajos, en el número 37 de la calle Merwedeplein, teniendo como misión expansionar la empresa Opetka, en la que trabajaba, abriendo una nueva filial en el 263 de la calle Prinsengracht, a orillas del canal Bike.

El devenir de los acontecimientos acabaría dando la razón a los Frank, una familia de judíos liberales, que desde la distancia van teniendo conocimiento sobre de todas las medidas restrictivas que el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) va promulgando contra la población semita del país.

El 1 de septiembre de 1939 Alemania invadía Polonia, y siete meses más tarde Dinamarca y Noruega. En mayo de 1940 siguiendo el denominado Plan Amarillo (Fall Gelb), al mando del mariscal de campo Fedor Von Bock, atacaba los Países Bajos. Una ocupación que tenía como objetivo derrotar a Francia, a través de los aludidos Países Bajos y Bélgica, suponiendo esta un duro revés para todos los judíos residentes en el país, incluidos, los Frank.

La nueva junta de gobierno presidida por el comisario de Estado Arthur Seyss-Inquart, nazi de origen austríaco, no tardaría en promulgar leyes y medidas contra la población judía, como el despido en la Administración de todos los funcionarios semitas, incluidos los docentes de las Universidades, o la prohibición para aquellos de todo tipo de propiedades, así como toda una serie de medidas represivas tendentes a su marginación social. Durante los meses siguientes cientos de judíos neerlandeses, anticipándose a aquello que creían que les podría suceder (como así acabaría sucediendo), optaron por suicidarse.

Otto Frank ante la ley que prohíbe a los judíos la titularidad de negocios privados cede su empresa a su mano derecha, Johannes Kleiman, que nombra director de la misma a Victor Kugler, con quien el señor Frank ha trabajado desde su llegada a Holanda en 1933. Kleiman, en previsión de posibles deportaciones, es el que sugiere a Otto Frank acondicionar la “Casa de Atrás”, en el edificio donde está ubicada la empresa, como lugar en el que esconderse en el caso de que la situación se tornase difícil para los judíos en Holanda o comenzasen las deportaciones de estos.

La Casa de Atrás, a la que se accede a través de una pequeña puerta tras un estrecho pasillo tiene espacio suficiente para albergar a toda la familia. Antes de iniciar el proceso de adecuar aquel emplazamiento, indagan la predisposición de quienes pasarían a depender absolutamente con su confinamiento, sabedores que aquella acción podría suponerles incluso la pena de muerte, acusados de un delito de alta traición.

Finalmente este grupo de “protectores” se compondría de seis personas, Johannes Kleiman y Victor Kluger (que ocultará está información incluso a su mujer para alejarla de cualquier problema), una de las empleadas de Otto Frank, Miep Gies y su marido Jan y el mozo de almacén Johan Voskuijl y su mujer Bep. Sería precisamente el señor Voskuijl quien a iniciativa de Victor Kluger, para disimular la puerta que da acceso a la entrada de la Casa de Atrás, construiría un armario giratorio, en forma de estantería, que una vez finalizado ocultaría completamente la misma.

En junio de 1942 los rumores de la deportación de los judíos de los Países Bajos son cada vez más fuertes. El viernes 12 la pequeña de los Frank cumple trece años. Uno de los regalos que le hacen, un diario, se convertirá con los años, por su connotación, en uno de los libros más leídos en todo el mundo. Al mes siguiente, el domingo día 5, Margot, la hermana mayor, recibirá una notificación para presentarse en la “ampliación de trabajo en Alemania”.

Es la señal que les advierte que han de esconderse en la “casa de Atrás” con la mayor celeridad posible, algo que harán durante las primeras horas del mismo día siguiente. Una semana más tarde, el día 13 de julio, el socio de Otto, Herman Van Pels, junto a su mujer Auguste y el hijo de ambos, Peter, ingresarán en aquel escondite. Cuatro meses más tarde, en noviembre hará lo mismo Fritz Pfeffer un dentista judío de origen alemán.

De los 140.000 judíos que viven en los Países Bajos durante aquel verano de 1942, cerca de 28.000 decidieron, a pesar de la negativa del Consejo Judío, vivir ocultos en clandestinidad. Separándose de sus seres queridos, muchos optaron por refugiarse en los bosques, en pequeñas granjas, establos, a veces dependiendo de la caridad de los que ofrecían una ayuda desinteresada, y otras veces de quienes viendo la posibilidad de hacer negocio llegaron a solicitar de aquellos cantidades desorbitadas.

La vida confinados en aquella casa no fue fácil para ninguno de sus ocho ocupantes ni para quienes tuvieron que protegerles de los numerosos registros policiales de las SS.

El viernes 4 de agosto de 1944, de un día muy caluroso y soleado en Ámsterdam, tras setecientos sesenta días en clandestinidad, sobre las once menos cuarto de la mañana, un grupo de la Policía Uniformada de la Alemania Nazi y de la Europa ocupada, la Ordnungspolizei, al mando del Jefe del Pelotón (Hauptscharführer) Karl Josef Silberbauer, a través de denuncia interpuesta por parte de su superior Julius Dettmann hacía acto de aparición en el inmueble del 263 de Prinsengracht, descubriendo el escondite tras aquella falsa estantería, deteniendo a los ocho habitantes de aquella casa que serían inmediatamente enviados al campo de tránsito de Westerbork, con destino final, tras un mes en aquel lugar, hacia el campo de exterminio de Auschwitz. Kluiger y Kleiman fueron enviados al campo de Amersfoort.

Miep Gies, al irse la policía del lugar recogerá el diario de Ana y otros documentos que custodiará pensando en dárselos en mano a la niña.

El 4 de septiembre de un día como hoy, de hace setenta y seis años, los ocho de la “Casa de Atrás” eran trasladados a Auschwitz, a casi mil doscientos kilómetros, en un viaje de tres largos días de duración, en unas condiciones infrahumanas, en vagones destinados para el transporte de ganado, sin alimentos suficientes y un pequeño barril que se usa como retrete.

Cuatro meses más tarde, el 27 de enero de 1945, el ejército soviético liberaría a los prisioneros de aquel campo de exterminio. De los ocho, solo Otto Frank lograría sobrevivir. En 1947 publicaría el diario de su hija Ana, un diario en el que ella misma con ingenuidad y sencillez se preguntaba, -Quién más que yo va a leer estas cartas?. Para aquellos que deseen saber más sobre el tema pueden visitar https://www.annefrank.org/es/.

Ana Frank a pesar de las vicisitudes que tuvo que vivir supo apreciar las cosas buenas que le rodeaban.

-“Piensa en toda la belleza que aún hay a tu alrededor y serás feliz”- (Ana Frank)

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