HÉROES ANÓNIMOS DEL 11S; BETTY ONG.

11 de septiembre……………………….y entonces sucedió que………………se ha asignado el asiento 3R en el vuelo 11 de la compañía American Airlines, en la que trabaja como sobrecargo, que saldrá desde el aeropuerto de Logan en Boston, hacia el de los Ángeles, el próximo martes 11 de septiembre. Habla con su hermana Cathie, con quien tiene previsto, al llegar a Los Ángeles, irse de vacaciones unos días a Hawái, para darle los detalles del vuelo en el que llegará. Betty lo tiene todo organizado, hasta el más mínimo detalle, como a ella le gusta.

Es la pequeña de cuatro hermanos, Cathie, Gloria y Harry, nacida en San Francisco, y que a pesar de tener ya cumplidos los cuarenta y cinco, sigue siendo para ellos,  la «pequeña Bee». Lleva desde hace casi catorce años trabajando en la citada aerolínea, en la que entró como auxiliar de vuelo y en la que, desde hace algún tiempo, es sobrecargo, razón por la que se ha visto obligada a trasladar su residencia hasta Andover, en el estado de Massachusetts, a media hora en coche, desde su casa, al aeropuerto de Boston.

Faltando un minuto para las ocho en punto de la mañana del martes 11 de septiembre, con catorce minutos de retraso, despega el Boeing 767 con destino a California. En la cabina, el piloto John Ogonowski pide disculpas, en su nombre y en el de su copiloto Thomas McGuinness, por la demora ocasionada, pasando a especificar los detalles de un vuelo que tiene previsto recorrer aquellos 4189 kilómetros que separan ambas localidades, en un tiempo aproximado de cinco horas y veinticinco minutos.

Con una capacidad para ciento sesenta pasajeros, en esta ocasión, el vuelo número 11 lleva a bordo la mitad de su pasaje, ochenta y un viajeros, que sumados a los nueve auxiliares y los dos pilotos, hacen un total de noventa y dos personas, de un viaje, que sin saberlo, está a punto de pasar a la historia como el peor ataque terrorista sobre suelo estadounidense.

Transcurridos dieciséis minutos desde el despegue, dos pasajeros situados en la fila octava, en primera clase, que ocupan los asientos 8D y 8G se levantan de los mismos, siendo requeridos inmediatamente por las dos auxiliares de vuelo Bárbara Arestegui y Karen Martin para que permanezcan sentados en sus sitios (dos pasajeros que posteriormente serían identificados como Mohammed Atta, registrado en la plaza 8D y Abdulaziz al-Omari en la 8G, ambos relacionados con el grupo terrorista de Al-Qaeda).

Al mismo tiempo que las azafatas solicitan a aquellos volver a sentarse, dos hombres que ocupan los asientos 2A y 2B (reconocidos más tarde como los hermanos Wail y Waleed al-Shehri) las apuñalan, ante el pavor general de quienes observan la escena. El pasajero, Daniel Lewin, que se encuentra en la novena fila, en el 9B, al intentar levantarse y frenar el ataque es degollado por la espalda por el sujeto que tiene tras de sí, sentado en el 10B, y que las autoridades identificarían después como Satam al-Suqami, quinto miembro terrorista a bordo, al tiempo que se dirigen hacia la cabina de pilotaje, donde logran entrar por la fuerza, asesinando a cuchilladas al piloto y el copiloto de la nave.

Betty Ong desde un teléfono que tiene disponible en la parte trasera de la aeronave llama al centro de operaciones de la American Airlines, siendo atendida por Vanessa Minter que nada más descolgar escucha la frase, -“creo que estamos siendo secuestrados”-, activando el protocolo previsto de emergencia para estos casos, comenzando a grabar aquella conversación que acabará teniendo una duración de veintisiete minutos. Son las 8:19 de la mañana, y a pesar de la confusión que se vive en aquellos momentos, la sobrecargo no dará muestras de nerviosismo ni perderá la compostura.

Ante la gravedad de los hechos la agente de reservas de vuelos, Vanessa Minter, da paso aquella llamada a su supervisora, Nydia González, a quien Betty desde su silla plegable en el fondo del avión le va detallando los por menores que los compañeros, desde los sitios de la parte delantera, le van transmitiendo. Tras identificarse como la número tres del vuelo número 11 y el destino que tienen previsto, cuenta las muertes de sus dos compañeras y la del pasajero degollado y determina la numeración de los asientos en los que viajan los secuestradores del avión, desconociendo las intenciones de aquellos, que han tomado por la fuerza los mandos del aparato y han dado media vuelta dando aviso a todo el pasaje de permanecer tranquilos en sus sitios.

Tiene dificultad para respirar, le escuece los ojos, seguramente alguien ha lanzado algún tipo de gas donde han tenido lugar los acontecimientos. La supervisora González decide pasar aquella llamada a Craig Marquis gerente de la compañía, que trata de obtener los mayores datos posibles para poder localizar la nave.

Cerca de allí, situada también en la parte trasera del avión otra auxiliar de vuelo, Amy Sweeney habla por teléfono con Michael Woodward, gerente de servicios de vuelo del aeropuerto de Logan. Amy que le tocaba librar ese día, cubre la baja de una compañera que está enferma. A las nueve menos cuarto le exclama al gerente; -“¡veo agua!, ¡veo edificios!, estamos volando muy bajo, estamos volando demasiado bajo, oh Dios mío”-.

Casi en los mismos términos Betty Ong transmite lo que está viendo por su ventanilla siendo consciente en aquellos mismos instantes del trágico final que se les avecina. La firme decisión de realizar aquella llamada ofreciendo todos aquellos datos, serviría a los investigadores para poder esclarecer los hechos e identificar a los miembros de aquel grupo Yihadista.

A las 8:46  el avión se estrella contra la Torre Norte del World Trade Center, entre los pisos nonagésimo tercero al nonagésimo noveno, a una velocidad de casi 800 km/h, destruyendo con ello todas las vías de escape posibles (escaleras y ascensores), desde el referido piso noventa y dos hasta el último, muriendo en el acto cientos de personas que se encuentran allí y quedando otras mil seiscientas más, atrapadas en aquel edificio de ciento diez plantas.

Algunos de ellos, presas del pánico, decidieron antes de morir calcinados o asfixiados por el humo, suicidarse arrojándose al vacío.

En San Francisco, ciudad natal de Betty, el alcalde diez días más tarde, pronunciaba un discurso en honor de los fallecidos en aquellos atentados dándole la consideración de héroe a Betty Ann Ong. Y es que ya lo dijo el escritor francés Paul Brulat;

-“Se necesita una vida entera para hacer alguien de bien y un solo instante para hacer un héroe”-

En el siguiente enlace, de Radio Canadá Info, las imágenes de aquel terrible 11 de septiembre de 2001, resumidas en dos minutos [https://youtu.be/JHW7Wp2lXbk].

 

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