YASUKE, EL SAMURÁI NEGRO

Ysk2929 de enero……………………….y entonces sucedió que………………………………

……han salido desde el puerto de Busán (actual Corea del Sur) en dirección al de Fukuoka, en Japón, donde arriban tras apenas doce horas de trayecto con la finalidad de expansionar el catolicismo por tierras del Lejano Oriente. Al mando de aquel grupo de misioneros jesuitas portugueses se encuentra un italiano, Alessandro Valignano, supervisor de dicho cometido. Entre la expedición, al servicio de este último, destaca la presencia de un gigante, de piel tan oscura como el carbón, que causa un inmenso revuelo y una enorme expectación allí por donde pasan.

Con su casi un metro y noventa centímetros de estatura (donde la altura media en el país nipón, a finales del siglo XVI, es de un metro y cincuenta y siete centímetros) y aquella tez tan morena, despierta la admiración entre quienes de cerca lo ven pasar. Unos dicen que es un antiguo esclavo liberado que se encuentra al servicio del misionero jesuita, otros, que es un noble enviado para protegerlos con su poderosa espada. Sea quien sea, lo cierto es que no hay nadie que se quede indiferente al ver a aquel gigante africano.

La comitiva recorre la isla de Honshu (por aquellos días llamada Hondo). De Fukuoka a Hiroshima, de allí hasta llegar a Osaka y de Osaka hasta Kioto (por aquel entonces la capital de Japón), en donde el 29 de enero, de un día como hoy, de 1579, hacían su entrada, causando tal revuelo y sensación entre sus habitantes que curiosos comienzan a agolparse subiéndose incluso unos sobre otros, sin dar crédito a lo que están viendo, provocando algunas caídas y avalanchas entre quienes se congregan a su paso.

La noticia de la presencia de este gigantón que despierta tanto entusiasmo y respeto, como temor entre los lugareños, llega a oídos del daimyō protector de Kioto, Oda Nobunaga, una especie de señor feudal, que detenta el mayor poder militar de todo Japón, y que invita a aquella comitiva a su castillo, de reciente construcción, que se encuentra a cincuenta kilómetros de la capital, en Azuchi, a orillas del lago Biwa.

Oda Nobunaga lleva más de diecinueve años en la cima del poder en Japón, desde que en mayo de 1560, en la batalla de Okehazama, con apenas tres mil soldados se había impuesto a los cuarenta mil samuráis comandados por Imagawa Yoshimoto, señor de la región de Tokaido, teniendo vía libre, desde entonces, para intentar la unificación de todo el país.

Cuentan que cuando Oda Nobunaga vio al africano llegó a pensar que bien podría ser objeto de alguna conspiración en su contra, por lo que como buen anfitrión ofreció a sus invitados, recién llegados, lavarse los pies y sus torsos desnudos, insistiendo en comprobar que la piel de aquel gigante, con esa tonalidad que no había visto en toda su vida, no se encontrara teñida con carbón, tratándose, de este modo, de algún espía de Ōtomo Sōrin, el daimyō de la prefectura de Ōita, que se había convertido al catolicismo justo hacía un año, en 1578, bautizado por el jesuita Francisco de Javier con el nombre de Francisco.

Nobunaga quedó gratamente impresionado con aquel hombre de color, además de por su sorprendente y majestuoso porte, por la destreza con la que manejaba la espada a la par de la habilidad que poseía para ofrecer conversación y narrar acontecimientos. En pocos meses aquel hombre traduciría con soltura poesía que traía escrita en swahili, contando, en un casi perfecto japonés, historias de su Mozambique natal.

El jesuita Valignano contando con la aprobación del propio daimyō de Kioto ponía en marcha el proyecto para la fundación de un seminario, ubicado allí mismo en Azuchi, que vería la luz tres años después, dejando a la cabeza del aludido proyecto al gigantón africano junto a alguno de los misioneros portugueses, un seminario que llegaría a formar a cerca de treinta y tres aspirantes al ministerio sacerdotal.

Cada noche, Nobunaga disfrutaba de los relatos que aquel le contaba sobre su país, y del pueblo al que pertenecía, los Makua, un grupo de la etnia de los Bantú, (al norte del actual Mozambique) y que su verdadero nombre era Yasue, creándose un vínculo de verdadera amistad entre ambos. Por su parte Yasue comenzó a ser adiestrado en las técnicas guerreras de los samuráis, logrando tal destreza en el uso del Nihontō (Katana), en tan solo un año de aprendizaje, que le llevaría a convertirlo en el primer samurái extranjero del Japón, comenzando a ser llamado desde entonces Yasuke, intercalando a su nombre el sufijo “suke” que podría traducirse por “el que ofrece ayuda y protección”.

En este período histórico en el que se encuentra Japón, el de los Estados en guerra, el denominado periodo Sengoku, otorgar el rango de samurái a un extranjero era un acto sorprendentemente insólito.

Oda Nobunaga contaría desde entonces con la inestimable protección de Yasuke, el «samurái negro», que en posteriores batallas lucharía al lado de su señor, demostrando con las técnicas aprendidas, con su altura y su fortaleza ser tan poderoso como diez hombres juntos.

Juntos lucharon los siguientes dos años, contando sus participaciones por victorias. En marzo de 1582 el triunfo en la batalla de Tenmokuzan sobre Takeda Katsuyori de la provincia de Kai, le concedía la posibilidad de poder lograr la tan ansiada unificación de todo el país, pero este, cayó víctima de un complot urdido por uno de sus propios generales, Akechi Mitsuhide, que el 21 de junio asaltaba el templo Honnō en Kioto, en donde se encontraba descansado sin contemplar si quiera la posibilidad de aquella traición. Oda Nobunaga cercado por el fuego, atrapado en su habitación, decidía poner fin a su vida realizándose el ritual del seppuku, solicitándole a su mano derecha, Yasuke, decapitase su cadáver para llevarle su cabeza y su espada a su hijo.

Mitsuhide perdonaría la vida a Yasuke, por la lealtad mostrada hacia su señor, regresando poco después a su país natal.

Hollywood, a través de los estudios Lionsgate preparaba la producción de la vida de este peculiar samurái, que iba a ser interpretado por Chadwick Boseman (protagonista de la película «Pantera Negra» (Black Panther), pero este fallecería víctima de un cáncer el 28 de agosto de 2020, paralizándose la realización sobre la vida del primer samurái extranjero de Japón, que siempre demostró disponer, con temple, de mucho valor y coraje.

Y es que como bien dijo el escritor japonés, Inazo Nitobe, hijo de samurái perteneciente al clan Morioka, autor de Bushido (El Código del Samurái);

-“El aspecto espiritual del valor se evidencia mediante la compostura. La tranquilidad es el coraje en reposo”-.

 

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