LAS DOS «REVERTE»…

2julio2021

2 de julio…………………….y entonces sucedió que……………………………………..

………la noticia le llega sin esperarla, “como si le hubieran echado encima un jarro de agua fría”. Tiene que sentarse y respirar, porque nota que le falta el aire. Pide de nuevo que le dejen volver a leer aquel telegrama que el ministro de la Gobernación, Juan de la Cierva Peñafiel, con fecha de 2 de julio, de un día como hoy, de 1908, acababa de enviar a todos los gobernadores civiles, para su inmediato e inexcusable cumplimiento.

En él, el ministro de Alfonso XIII recogiendo, según afirmaba, las quejas de la opinión pública en aquel asunto, al que tildaba de «espectáculo impropio», conminaba a aquellos a no autorizar función alguna, en lo sucesivo, de toros y de reses bravas que fueran a ser lidiados por mujeres.

María Salomé Rodríguez Tripiana, más conocida en el mundo de los toros como “La Reverte”, cuyo nombre tomaba en honor del diestro sevillano Antonio Reverte, del que decían había sido el creador del recorte conocido como la Revertina, llevaba en esto de los toros desde que hace más de veinte años se produjera su debut, junto a los diestros cordobeses Rafael González, “Machaquito” y Rafael Molina, “Lagartijo Chico”

Recuerda estando trabajando en la mina de La Carolina, en la provincia de Jaén, una tarde cualquiera ver torear en la plaza del pueblo a una mujer, Dolores Sánchez Fernández, La Fragosa, queriendo de pronto emularla y ser como ella, abandonando todo aquello para recibir sus primeras clases de un banderillero cordobés.

Cierto es que tenía un estilo de lidia que técnicamente dejaba mucho que desear, pero con valentía, coraje y aplomo lograba ganarse al público en cada actuación que tenía en las distintas plazas en las que toreaba, como la de Zaragoza, Madrid, Granada, Valencia, Murcia, Sevilla y la de Lisboa, llevándole a conseguir notables éxitos de taquilla.

En noviembre de 1900, el diario “La Correspondencia de España”, en uno de sus artículos la llegaba a definir como –“muy valiente y muy morena. Capea, banderillea, mata y salta la barrera como un hombre. Tiene mucha decisión, pero nada más” –.

Aquella Real Orden del ministro, le dejaba a las puertas de la madrileña plaza de toros de Tetuán de las Victorias. Pero “La Reverte” no se iba a quedar así como así, cruzada de brazos, por lo que tras solicitar una credencial al mismísimo ministro, como si de un hombre se tratara, siendo esta obviamente denegada, interponía ante los tribunales de justicia el consiguiente recurso contencioso para poder seguir ejerciendo su oficio.

Aquel recurso ni siquiera llegaría a ser admitido a trámite pero haría el ruido suficiente para despertar la controversia entre una población que, dividida, daba o quitaba razones a partes iguales a las mujeres que reivindicaban su derecho a ejercer una profesión que ya realizaban siendo rey Fernando VI, cuando en 1747, Nicolasa Escamilla, “La Pajuelera” participaba en una fiesta taurina como picadora, la primera mujer torera, que acabaría siendo inmortalizada por Goya en uno de sus grabados al aguafuerte.

Pero el escándalo estaba aún por llegar. Al no poder conseguir ante los tribunales su cometido María Soledad Rodríguez anunciaba ante todos los medios que en realidad había nacido hombre siendo bautizado en su día como Agustín y que por lo tanto seguiría ejerciendo su profesión con su verdadero sexo pasando a anunciarse en los carteles taurinos como Agustín Rodríguez “El Reverte”.

El escándalo estaba servido. Durante más de veinte años, aquella que hasta entonces se había ganado al público con su tosca destreza femenina era en realidad un hombre.

Sin embargo en octubre de 1911, el gobernador civil de Vizcaya, Enrique Aresti Torres le exigía para poder torear en la plaza bilbaína de Indautxu, presentase partida de su bautismo para demostrar fehacientemente su pertenencia al género masculino y en consecuencia poder autorizarle su participación, y no un certificado médico que al parecer ya había presentado al empresario de la plaza de toros de Vista Alegre en Madrid, “La Chata” en el que este reconocía, junto al médico de la misma, poseer aquel atributos masculinos.

De cualquier forma, el diestro, ahora como varón, tras más de dos décadas en activo perdía rápidamente el apoyo de un público que si bien toleraba ciertas deficiencias en su técnica siendo Salomé “La Reverte” no le eran perdonadas a Agustín Rodríguez tal y como escribiría en su crónica del ABC el periodista Francisco Rodríguez Batlliori años más tarde al hablar de la leyenda de La Reverte.

Su actitud tampoco ayudaría mucho a deshacer aquel entuerto, llegando un momento en el que nadie se atrevía a asegurar si María Salomé era mujer que se había convertido en hombre, o si por el contrario, Agustín Rodríguez era un hombre que se había hecho pasar por mujer.

Aquello sin embargo, al fin y a la postre fue el final de La Reverte que no volvería a torear.

Veinticinco años más tarde, a finales de 1933, Juanita Cruz, a sus diecisiete años de edad, dirigía una instancia, al entonces ministro de la Gobernación, Santiago Casares Quiroga solicitándole anulase esta Real Orden (incluida desde 1930 en el Reglamento Taurino) que impedía torear a las mujeres, logrando su revocación.

Lo que sí es cierto, es que tanto Rodríguez Tripiana, bien fuera como mujer o como hombre, así como Juanita Cruz, lo intentaron todo, sin rendirse, derribando aquellos obstáculos que se encontraron en su camino, para  alcanzar así sus sueños.

Y es que, “Hay sueños que al comienzo parecen imposibles, luego improbables y cuando nos comprometemos seriamente, se vuelven inevitables” — [Mahatma Gandhi].

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