LO IMPOSIBLE SIPOSIBLE

0306212

3 de septiembre…………………………..y entonces sucedió que………………………

………………. llega tarde a clase, se ha quedado dormido y la sensación que le corre por el cuerpo es de cierta angustia comedida. Todos están en sus aulas, no hay nadie por los pasillos del edificio de South Hall, el más antiguo de la Universidad californiana de Berkeley, en donde se ha matriculado, para realizar el Doctorado en Estadística.

No le gusta, para nada, tener que llamar la atención y sabe que, en cuanto abra aquel viejo portón de madera del aula, va a hacerlo y mucho, y al empujar este, el chirriar de las vetustas bisagras parecen, regodeándose de su sensación de vergüenza matutina, querer todavía llamar más la atención, si cabe, de los allí presentes.

George Dantzig tratando de ser lo más discreto posible se dirige hacia los pupitres del fondo del aula. Toca estadística con el profesor Jerzy Neyman que parece no querer perder el hilo de su explicación tratando de aparentar la mayor de las normalidades restándole cierta trascendencia al hecho de haber sido interrumpido. A sus cuarenta y cinco años, y casi veinte en el mundo de la docencia, este profesor de origen polaco valora más el acudir a sus clases, aunque sea tarde, que el hecho de no hacerlo.

Una vez sentado en su sitio Dantzig ve dos problemas estadísticos que el profesor ha escrito en la pizarra, y pensando que son tareas para realizar en casa, como suele acostumbrar a hacer los viernes, los copia en su libreta.

El domingo por la tarde después de comer se pone a tratar de resolver los ejercicios planteados en clase, mientras su mujer Anne, con quien lleva casado desde hace casi tres años, sentada a su lado escucha su programa de radio favorito, algo que a él, lejos de molestarle, parece en cierto modo hasta ayudarle en su concentración.

Llega a pensar que quizás el haber llegado tarde a clase le puede haber privado de algún dato que fuera posible que necesitase para hacer frente al desarrollo de estos, porque se le hace un poco más complicado de lo habitual llegar a resolverlos. Sorprendentemente aquellos problemas le entretienen mucho más del tiempo que habitualmente suele tardar en solucionarlos.

Disculpándose por la tardanza hará entrega de los ejercicios, con una semana de retraso, preguntando al profesor Neyman si todavía aceptaba la recepción de los mismos. Sin saber muy bien el profesor sobre qué era a lo que se estaba refiriendo, le indica que se los deje encima de la mesa, desorganizada y tan llena de papeles, que de mala gana, pensando que sus ejercicios podrían llegar a extraviarse, no sin cierta resignación, allí los deja.

No sabe George tampoco en aquellos momentos que lo que acaba de entregar es la solución de dos problemas matemáticos no resueltos hasta la fecha y no de simples ejercicios mandados como tarea para realizaren casa, el viernes de hace una semana, cuando llegó tarde.

En realidad al llegar tarde no pudo escuchar al profesor que lo escrito en la pizarra eran en realidad dos teoremas sin demostrar, de los llamados “imposibles” de resolver.

Seis semanas más tarde, el 3 de septiembre, de un día como hoy, de 1939, entonces domingo, a primera hora de la mañana visiblemente alterado el profesor Jerzy Neyman llamaba persistentemente a la puerta de la casa de los Dantzig. Alarmados, al hacerle entrar, este les explica lo extraordinario de aquel asunto, presentándole a su vez un documento con una breve introducción, realizada por él mismo, para ser publicada inmediatamente, alentándole, como no, a desarrollar su tesis doctoral basándose en la solución de dichos problemas.

Dos años más tarde George Dantzig vería interrumpido su Doctorado al alistarse en las Fuerzas Aéreas, con la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, como jefe de subdivisión civil de análisis de combate con sede en Washington. Allí su labor consistiría en recopilar datos de los combates aéreos realizados para su posterior análisis, resolviendo además la gestión de cientos de miles de recursos materiales y humanos con el menor coste posible. Es decir, mediante una simple ecuación matemática, que posteriormente recibiría el nombre de “programación lineal” ofrecía la mejor alimentación nutricional posible para aquellas tropas desplegadas, reduciendo considerablemente los gastos y lo más importante de todo, el tiempo empleado para su cálculo.

Porque aquella aparentemente simple operación de averiguar el mejor valor nutricional, mediante el ofrecimiento de una dieta equilibrada con el menor desembolso posible, llevaba implícitas nueve ecuaciones y setenta y siete incógnitas que manualmente requerirían ciento veinte días de trabajo, frente a los tres escasos minutos que se tardaban con el método Dantzig.

Con el devenir del tiempo la historia de los dos problemas imposibles resueltos por George Bernard Dantzig comenzaría a difundirse con tintes de leyenda, siendo usada en numerosas charlas motivacionales para demostrar el poder del pensamiento positivo. Nada es imposible. Los límites los pones tú mismo. Y una frase que me decía mi padre y que me encanta recordar, — “Tú serás lo que tú quieras” —.

Preguntado por este asunto, él mismo corroboraría la veracidad de esta historia, y preguntado por la dificultad real de aquellos problemas dijo;

“Pues sí, me parecieron un poco más difíciles que de costumbre”—.

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