ALEJANDRO Y EL NUDO GORDIANO.-

10SEPTI

10 de septiembre………………………y entonces sucedió que……………………….

……..con el asesinato, en el año 336 a. C, del rey macedonio Filipo II, en la boda de su hija Cleopatra con su tío Alejandro de Epiro, según algunos, un crimen instigado por su propia esposa, Olimpia, que enviaba a Pausanias, uno de los guardaespaldas del monarca para envenenarlo, era aclamado por el ejército como soberano su hijo, Alejandro, que a sus veinte años de edad se encontraba en el exilio por haber sido considerado hijo adúltero, llamado a realizar grandes gestas y conquistas y que acabaría siendo conocido con el sobrenombre de “El Grande” (Alejandro Magno).

Formado intelectualmente por Aristóteles, Alejandro estaba dotado de una visión y estrategia militar inigualable, sabiendo rodearse, de excelentes generales, que además de servirle como extraordinarios y valerosos soldados acabarían siendo además, magníficos compañeros leales, como Antíparo, que desde Grecia protegería su retaguardia, o Clito que le llegaría a salvar la vida en la batalla del Gránico (la misma en la que fallecería uno de los yernos de Darío) y que sin pensárselo dos veces se abalanzaba contra Spithridates cuando este, a punto de matarlo con su espada, apuntaba a su corazón, así como Seleucos, Hefestión, Parmenio, Crátera, Ptolomeo o Eumenes, entre otros.

El principal y más inmediato objetivo de Alejandro fue el de liberar a las ciudades griegas del yugo persa del rey Darío III dirigiéndose, dos años más tarde, entre los meses de mayo y junio hacia el Helesponto, el estrecho de los Dardanelos, el corredor marítimo que separa Europa de Asia, llegando hasta las inmediaciones del río Gránico, al noroeste de la actual Turquía, muy cerca de la localidad de Troya, donde tuvo lugar el primer enfrentamiento, entre macedonios y persas, y en el que contra todo pronóstico, aun siendo en número infinitamente inferior a aquellos, lograban imponerse con relativa facilidad, mediante una victoria que supuso el triunfo de la táctica militar macedónica, frente a la impotencia de la caballería y de los arqueros persas para hacerle frente.

Con apenas treinta mil infantes y unos seis mil jinetes, y teniendo como núcleo principal el cuerpo de choque de la Falange, creada por su padre, Filipo, conformada por seis regimientos de mil quinientos hombres, que protegidos con los cascos y los escudos y formando una barrera de hileras apuntando sus lanzas de más de cinco metros al frente hacían de esta formación militar una figura compacta que a modo de rodillo acababa contra todo aquello que intentaba infructuosamente oponerse.

Con la victoria en esa primera batalla del Gránico, Alejandro tras recorrer cerca de quinientos kilómetros en suelo persa llegaba un 10 de septiembre de un día como hoy, del año 334 a. C, a la ciudad de Gordium (la actual Yassihüyük, en la provincia turca de Ankara), la entonces capital de Frigia.

Cuenta la leyenda, que los habitantes de Frigia sin rey hasta el siglo IX a. C decidieron consultar al oráculo de Telmiso, la capital de la vecina Licia, para averiguar quién, según los dioses, estaba destinado a serlo. Aquel, les dijo, trasmitiendo la respuesta de sus deidades, que sería quien primero entrase en la ciudad por la puerta del Este subido sobre un carruaje.

Quiso el destino que aquel hombre fuese un humilde labrador, llamado Gordias, que hacía su entrada en la ciudad subido en su carro tirado por un par de bueyes, sobre los que se había posado, unos dicen que un cuervo y otros que una mismísima águila. Nada más ser nombrado rey, fundaba la ciudad que llevaría su nombre. Este en señal de agradecimiento ofrecía al templo de Zeus (como padre de los dioses del Olimpo) su carro, atando al mismo la lanza y el yugo con una cuerda, haciéndolo con un nudo de una forma especialmente enrevesada, cuyos cabos escondidos hacia el interior, hicieron que aquel nadie pudiera nunca deshacerlo, y al que con el tiempo conocieron como el — “nudo gordiano”.

Pasaron los años, y los siglos, y creció la leyenda sobre aquel complicado nudo que nadie pudo jamás deshacer hasta tal punto que algún oráculo vaticinó que quien pudiera ser capaz de desenmarañarlo se convertiría en el dueño de Oriente.

Y llegando Alejandro a la ciudad, quiso visitar el templo y ver la ya famosa y complicada atadura para, si lograba desarticular aquella, dar así un golpe de efecto a sus tropas y subirles, si cabe, todavía más la moral. Y estando frente a él, y al observar este, tan intrincado, con su peculiar forma y resultándole más sencillo proceder a seccionarlo que desmadejarlo, asestaba un golpe seco con su espada, cortando aquel al tiempo que exclamaba, según el historiador romano Quinto Curcio,  “Tanto monta (da lo mismo) cortar como desatar”.

Expresión esta, la de “tanto monta” que siglos más tarde el rey Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, los Reyes Católicos, incluirían en su escudo de armas, y que con el tiempo “cortar el nudo gordiano” aludiría a la resolución que de manera tajante se le da a un problema cuya dificultad parece haberse enrocado de tal forma que se presenta convertido en un obstáculo de, si no imposible, muy difícil solución.

Nadie de los allí presentes osaría a cuestionar el proceder del rey macedonio e incluso algunos, al irrumpir de noche una tormenta de rayos quisieron ver la complacencia del mismísimo Zeus con aquella solución dada.

Y es que había que intentarlo, porque…

—“Para quien lo intenta no hay nada imposible, para el que no lo intenta sí”— [Alejandro Magno]

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