LA LEYENDA DE HENRY TANDEY.-

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24 de septiembre………………………….y entonces sucedió que………………………

…………los soldados del Quinto Regimiento del duque de Wellington llegaban el 24 de septiembre, de un día como hoy, de 1918, a las inmediaciones de la localidad francesa de Amiens, en la región Norte del Paso de Calais. Agotados el general Birdwood les concedía un pequeño descanso. Apenas a ochenta kilómetros hacia el norte, en Cambrai, el ejército alemán aguardaba en sus trincheras protegiendo la llamada línea Hindenburg, un vasto sistema defensivo, de cerca de setecientos kilómetros, desde Arrás hasta el río Aisne, próximo a San Quintín.

Entre aquellos soldados se encuentra Henry Tandey, el protagonista de esta historia que con el transcurso de los años acabará siendo convertida en toda una leyenda, de la que unos, afirmando haber estado presentes confirmarían el suceso ocurrido, mientras que otros, lo negarían, pero sin duda alguna, de ser cierto, y de haber tenido quizás otro desenlace, ¡cómo habría cambiado el transcurso de la historia!. 

Son los últimos coletazos de una guerra que se ha eternizado, el final de una guerra que se ha prolongado en el tiempo mucho más allá de sus previsiones iniciales. Son ya cuatro años de contienda, de desgaste, de lento proceder, desde que en julio de 1914 estallase el conflicto. Tan solo quedan dos meses para alcanzar un acuerdo de paz, aunque aquellos soldados, obviamente, todavía no lo saben.

Nos encontramos en el denominado Frente Occidental, una sinuosa línea atestada de trincheras y fortificaciones que abarca todo el norte de Francia, desde el Mar del Norte hasta su frontera con Suiza, y que después de la ocupación alemana de los países de Bélgica y Luxemburgo, y la consiguiente construcción, de la ya aludida línea defensiva Hindenburg, ha sido, durante estos años, el escenario principal del enfrentamiento entre ambos ejércitos.

Ypres, Verdún, el Somme, los bosques de Bazentín, Pozières, Guillemont, son algunas de las cruentas batallas que se han librado en este Frente occidental durante estos cuatro largos años.

Henry Tandey a sus veintiséis años, herido en este conflicto hasta en dos ocasiones, se había vuelto a reincorporar hacía dos meses. El 28 de agosto al oeste del canal du Nord, junto con otro compañero, tomaban por sorpresa una trinchera enemiga capturando veinte soldados alemanes (algo por lo que sería condecorado con la medalla de la Conducta Distinguida). Quince días más tarde, el 12 de septiembre, en las proximidades de Havrincourt, volvía a realizar una de esas gestas que acabaría siendo recompensada por su valor demostrado recibiendo la medalla de la Cruz Militar.

El 27 de septiembre daba comienzo una de las batallas que acabarían decantando la victoria hacia el lado aliado, la batalla del canal de San Quintín, logrando de nuevo Henry Tandey, al final de aquella jornada, la más alta condecoración otorgada a un soldado raso del ejército británico por el valor demostrado, la Cruz Victoria, al haberse quedado sin munición, hacer frente al enemigo, usando únicamente su bayoneta, logrando desarmar una ametralladora del ejecito teutón.

Fue precisamente en esta batalla, cuando al amanecer del día siguiente, custodiando nuestro protagonista una de aquellas posiciones tomadas aparecía de la nada un solitario soldado alemán, perteneciente al Segundo Regimiento de Infantería de Baviera, que parecía estar herido. Tandey levanta su rifle y apunta a aquel soldado de largos bigotes que entregado a su suerte parece no hacer siquiera ademán de escapar, mirando desde la distancia a su ejecutor, que llevado por un sentimiento de compasión tras unos segundos bajaba el cañón de su arma dejándole marchar.

Veinte años más tarde, el 28 de septiembre de 1938, el primer ministro británico Arthur Neville Chamberlain en un intento por aquietar los ánimos de un Hitler desafiante tratando de evitar el estallido de una guerra, visitaba el Führerbau, su cuartel general en Munich, ubicado en una de las esquinas de la Königsplatz, para una reunión junto a Eduard Daladier (presidente de Francia) y Mussolini (Italia) que se celebraría al día siguiente y que acabaría siendo conocido como el pacto de Munich.

Allí en una de las estancias Chamberlain se da cuenta de la presencia de la copia de un cuadro, “La encrucijada de Menin” del pintor italiano Fortunino Mataia en el que aparece un soldado británico cargando sobre sus hombros a un compañero herido. El soldado en cuestión no es otro que el propio Henry Tandey inmortalizado por el pintor napolitano en la batalla de Ypres.

Preguntando por el motivo de tener aquella pintura, Hitler visiblemente emocionado mirando a los ojos de Chamberlain le dijo; “ese hombre, hace veinte años me perdonó la vida, cuando estando herido y desarmado me lo encontré, durante los últimos meses de la Primera Guerra Mundial, en los bosques de Marcoing”, ante la sorpresa de los allí presentes.

¿Suceso real?, ¿leyenda urbana? lo cierto es que Hitler poseía la copia de este cuadro que trasladaría posteriormente desde el cuartel general de Munich hasta su residencia invernal de Berchtesgaden y que el museo de los Green Howards, donde se encuentra el original tiene en su poder una carta de agradecimiento del capitán Fritz Weideman, ayudante personal de Hitler, dirigida al artista, que por encargo  envió una copia de la misma al Führer.

Hay quienes defienden la realidad de este suceso frente a quienes lo tildan de simple leyenda…y ya se sabe,

“Todos los países que no tienen leyendas, están condenados a morir de frío”—  [Patrice De La Tour Du Pin]

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