ABRID ESCUELAS…Y SE CERRARÁN CÁRCELES

4022022

4 de febrero…………………….y entonces sucedió que…………………………………

…….el regreso a la política represiva absolutista de aquel a quien en su día llamaron “El Deseado”, Fernando VII, había acabado con los huesos de su padre, firme defensor de sus ideales progresistas y liberales, en la cárcel de Pontedeume, en cuyas dependencias, situadas en la conocida Torre de los Andrade enfermaba, falleciendo un 25 de enero de 1829, seis días antes de que su hija, Concepción, cumpliera los nueve años.

Ángel Arenal y Cuesta con rango de teniente coronel era enterrado en el cementerio de Leiro, en la provincia de Orense, a la edad de treinta y ocho años. La niña, junto a su madre, María de la Concepción Ponte Mandiá y sus dos hermanas Luisa y Antonia, se mudaban desde su domicilio, ubicado en el 177 de la calle real en Ferrol, provincia de A Coruña, a la casa que su abuela paterna tenía en la localidad de Armaño, en el municipio cántabro de Potes, donde permanecerían seis años, tras los cuales, ya con catorce años cumplidos, se trasladaban a Madrid.

En Madrid, Concepción Arenal Ponte ingresaba en el típico colegio de los llamados “de señoritas distinguidas” en el que comenzaba sus estudios junto a  su hermana Tonina (Luisa había fallecido al año siguiente de haberse trasladado a Armaño).

El Palacio de Tepa, en el que se ubicaba el aludido centro educativo, situado frente a la iglesia de San Sebastián, carecía de programa docente alguno, siendo sus alumnas educadas para saber comportarse correctamente en sociedad, muy por debajo de las expectativas de aquella joven a la que le gustaba leer y que tenía, pese a la oposición de su madre, la firme intención de cursar estudios superiores queriendo llegar a ser abogada, algo inaudito para aquella época.

En palabras de la propia Concepción Arenal, de su paso, por aquel colegio titulado de Tepa, aprendería un arte, “el de perder el tiempo”.

Con la muerte de su madre en 1841, disconforme con la idea de que su hija llevara a la práctica aquellos deseos de acudir a la universidad, Concepción firmemente decidida a luchar por aquellos proyectos que desde siempre le habían ilusionado, cortaba sus cabellos «a lo chico», vistiéndose con ropas de hombre, para acudir de incognito y de oyente a la facultad de Derecho, en la por aquel entonces llamada “Universidad Central de Madrid”.

Se presentaba casi al momento justo de dar comienzo las clases, para evitar así tener que conversar con alguien, sentándose en los últimos bancos de aquellas aulas, a las que acudía con la extraña sensación de estar haciendo lo que siempre había deseado y de sentir, al mismo tiempo, cierta desazón, por su condición, al tenerlo prohibido. No se relaciona con nadie, no habla con nadie, tampoco participa en los debates abiertos, y ni siquiera se atreve a realizar pregunta alguna sobre las dudas que le puedan surgir, para evitar ser descubierta, y de esta guisa, ataviada con levita, capa y sombrero de copa, acude diariamente sin perderse ni una sola, ilusionada, a sus clases de Derecho “como uno más”.

Hasta que alguien se da cuenta de lo que está haciendo y lo pone en conocimiento del decanato, que la envía al rector de la Universidad, Don Eusebio María del Valle el cual le reprende por su andadura universitaria, algo impropio de una señorita de bien.

Viene avalada por el segundo conde de Vigo, Antonio Tenreiro Montenegro, de quien es sobrina y en su entrevista personal con el rector, este descubrirá una mujer culta, muy bien instruida, que habla francés e italiano (idiomas que ha aprendido por su cuenta) y que además de poseer conocimientos de historia, de geografía, de literatura y de ciencia, ha sabido aprovechar los conocimientos que se imparten en las clases de Derecho, proponiéndole un acuerdo, evitando de esta forma provocar una especie de efecto llamada a otras mujeres, pactando la realización de un examen de conocimientos para dejarla seguir acudiendo a sus clases, “como oyente”, sin poder oficialmente realizar exámenes ni obtener un título (no sería hasta la Real Orden del 8 de marzo de 1910 cuando las mujeres, oficialmente, pudieron acceder a la formación universitaria).

Superada aquella prueba y con una serie de requisitos de protocolo entre las que se incluían permanecer en todo momento apartada de sus compañeros varones y sin tener siquiera la posibilidad de, al finalizar su etapa educativa, obtener titulación alguna, Concepción cursaba los estudios de Derecho, a los que acudiría desde su domicilio, ubicado en el 6 de la calle de la Madera, a 450 metros de allí, de 1842 a 1845.

Fue allí donde a pesar de las restricciones acabaría conociendo a Fernando García Carrasco con quien contraería matrimonio y tendría tres hijos.

Considerada una precursora del feminismo y de las cárceles modernas, preocupada por la situación penitenciaria y en concreto del estado de las prisiones españolas, acabaría siendo nombrada “visitadora de cárceles en A Coruña” de 1863 a 1865. Abogaba por la reinserción social de los presos al considerar que, así como en los hospitales son los enfermos quienes presentaban el cuerpo herido, en las cárceles, son los reclusos los que tienen el alma enferma, de la que habría que preocuparse por curar. Suya es la cita, “abrid escuelas y se cerrarán cárceles”

Especialmente sensible por la situación de las presas, a las que no se les reconocían derechos en condición de igualdad, con respecto a los hombres, pero cuyas penas impuestas eran iguales que a las de aquellos.

Nombrada “Secretaria General de la Cruz Roja de la Sección de Señoras” en 1871, denunció la situación de los más marginados, a nivel social, a través de sus escritos en la revista La Voz de la Caridad mientras ejercía como cuidadora en los conflictos bélicos.

El ayuntamiento de Madrid en el bicentenario de su nacimiento colocaba en la fachada del paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), de la calle san Bernardo 49, una placa homenajeando su periplo estudiantil. En ella puede leerse, — “Aquí cursó sus estudios de Derecho, entre 1842 y 1845, Concepción Arenal, pionera en la defensa de los derechos de las mujeres y de los más vulnerables” —.

El 4 de febrero, de un día como hoy, de 1893, fallecía en Vigo, Concepción Arenal a la edad de setenta y tres años. Cuando le señalaban que quienes estaban en prisión eran seres cuya mayoría probablemente no merecerían perdón ni consideración alguna, ella contestaba;

— “Hacer bien a los que nos inspiran simpatía es un goce: La virtud consiste en favorecer a los que no nos la inspiran” —. (Concepción Arenal)   

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