LAS BOLAS (de nieve)… DEL GENERAL D’ARMAGNAC…

BOLAS

25 de febrero………………………………y entonces sucedió que………………………

……………fue tarea sencilla, para el general Bonaparte, conseguir de Godoy, el presuntuoso secretario de Estado del rey Carlos IV, su más que ingenua colaboración para lograr así el tan ansiado bloqueo continental contra los barcos ingleses mediante un acuerdo, firmado en la localidad francesa de Fontainebleau, por el que ambos países se comprometían a cooperar en una inminente invasión sobre el reino de Portugal (aliado del Reino Unido) para su posterior división y reparto.

Napoleón lograba así de aquel personaje al que adulaba, llamándole entre otros piropos -“príncipe de la Paz”-, el derecho de paso de unos veinte mil soldados franceses, por territorio español, hacia el país luso, sin ser aquel todavía consciente del engaño al que iba a ser sometido permitiendo una cómoda, a la par que sencilla ocupación, mediante la paulatina dispersión de aquellas tropas que irían ocupando diferentes ciudades como Burgos, Pamplona, San Sebastián y Barcelona, entre otras, para acabar declarando posteriormente la total anexión de España al país galo.

Al pretencioso de Manuel Godoy, Napoleón le prometía además, una vez consumada la conquista de Portugal, y su posterior división en tres partes, hacerle entrega, a título personal, de la zona sur, la del alto y bajo Alentejo, Évora y el Algarve, instaurando el principado del Algarve del que Bonaparte se comprometía a reconocerle como la máxima autoridad del mismo.

Tan seguro estaba Napoleón Bonaparte de la firma de aquel tratado, que nueve días antes de su rúbrica oficial, el 18 de octubre, veintisiete mil soldados franceses cruzaban el Bidasoa al mando de Andoche Junot en dirección hacia Lisboa que finalmente acabaría siendo conquistada el 30 de noviembre de 1807.

Tras la invasión y toma de Portugal la presencia de tropas francesas sin embargo lejos de disminuir continuaría aumentando a lo largo y ancho de todo el territorio español.

A principios de febrero un pequeño contingente, de unos dos mil quinientos hombres atravesaban la frontera por el puerto de Ibañeta para, tras pasar por Roncesvalles, evitando su paso por la hondonada de Valcarlos, dirigirse hacia la ciudad de Pamplona. Al frente se encuentra el general D’Armagnac, que llega a Pamplona-Iruña, el 9 de febrero de 1808, haciendo su entrada en la ciudad por la puerta de San Nicolás.

Las instrucciones antes de partir recibidas por D’Armagnac, por orden del mismísimo Joaquín Murat, duque de Berg, cuñado de Napoleón, eran las de apoderarse de la Ciudadela de Pamplona, una fortificación militar, mandada construir por Felipe II en 1571, en forma de estrella de cinco puntas, de las que dos de ellas, San Antón y la Victoria se encontraban orientadas hacia el interior de la ciudad para el control de la misma, evitando, en la medida de lo posible, derramar gota alguna de sangre.

La población de Pamplona era de unos catorce mil habitantes, sobre un total de doscientos cincuenta mil navarros distribuidos en cinco merindades, las de Estella, Olite, Pamplona, Sangüesa y Tudela. El recibimiento, sin embargo, no fue el esperado por el general galo.

De hecho, al mismo día siguiente de su llegada, un soldado francés moría acuchillado en la calle tras una disputa, por lo que ese mismo día solicitaba una reunión con la máxima autoridad política y militar de Navarra, el virrey, José de Gregorio y Mauro, marqués de Vallesantoro, al que requería poder alojar en el interior de la referida Ciudadela dos batallones enteros, sin tener que permanecer fuera del recinto amurallado a la hora de su cierre, con las primeras horas del atardecer, algo que el virrey prudentemente, sin voluntad alguna de comprometerse daba largas al general argumentando tener que solicitar para ello previamente instrucciones precisas a Madrid.

De esta forma, al atardecer, cuando eran cerradas las seis puertas de las murallas de la ciudad la guarnición francesa quedaba fuera del perímetro fortificado. Al amanecer aquellas tropas acudían a la puerta de la Ciudadela en busca de provisiones, ya que aquellos soldados, en principio, venían como aliados, por lo que había que facilitarles toda clase de suministros. A cambio, las autoridades locales recibían unos bonos de aquellos abastecimientos que posteriormente serían reembolsados (algo que en la práctica sin embargo no se acabaría produciendo).

D’Armagnac, ideó un plan para tomar aquel bastión sin disparar un solo tiro, sin levantar las sospechas de una población, que de por sí, recelaba de su presencia.

Se hospedaba el general en una de las casas que tenía cerca de las murallas Fausto María de Elio Aguirre, quinto marqués de Vesolla, en la actual calle de la Taconera, conocido entonces como “el Bosquecillo” en donde lograba ocultar, por sus aledaños durante los días siguientes una centena de granaderos bien armados.

La mañana del 16 de febrero, tras una intensa nevada sobre la ciudad, D’Armagnac enviaba a las puertas de la Ciudadela a un grupo de unos cincuenta hombres (aparentemente desarmados) en busca de provisiones. Unos cuantos de ellos empezaron a hacer bolas de nieve lanzándolas sobre otros miembros del grupo, en lo que parece, aparentemente, un inocente juego al que más de uno se ha visto tentado en dichas circunstancias.

Algunos de ese grupo, fingiendo no querer participar de dicho “juego” se separan de allí, acercándose al puente, simulando sentirse molestos con aquellos, los cuales aprovechando el momento creado de confusión sacando las armas ocultas bajo sus vestimentas desarman a los guardas procediendo a dar aviso a los granaderos que habían permanecido ocultos en los bosques, irrumpiendo en el interior de la ciudad, tomando los sitios estratégicos y llevando a término la ocupación.

No hubo un solo disparo para la toma de la ciudad de Pamplona. El 25 de febrero de un día como hoy, de hace doscientos catorce años, llegaba a la ciudad un batallón de unos seiscientos soldados suizos como refuerzo frente a posibles levantamientos dada la escalada de tensión que podía percibirse durante los días siguientes a la ocupación.

Y así, con una simple distracción, sin más armamento que unas simples bolas de nieve, haciendo buen uso del manual del general Sun Tzu, sobre “el arte de la guerra” D’Armagnac lograba la mejor victoria, aquella en la que se vence sin combatir;

-“Lo supremo en el arte de la guerra consiste en conquistar al enemigo sin ofrecerle batalla”-[Sun Tzu]

 En el siguiente enlace un vídeo presentación del Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona para quienes tengan curiosidad por ver la ciudadela https://www.youtube.com/watch?v=fg9mYgf2czM.

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