NÍJAR…TA

040302

4 de marzo……………………………..y entonces sucedió que…………………………..

……las malas lenguas decían que la cojera de Paquita no era consecuencia de enfermedad alguna, secuelas de una poliomielitis, sino por una fuerte patada que su padre le había propinado, siendo un bebé de pocos meses, harto de escuchar sus desconsolados lloriqueos y lamentos estando cierta tarde en la cuna, para hacerla callar, sacándole con aquel puntapié con tan mala fortuna el hueso de la cadera.

El padre de la criatura, Francisco Cañadas, al que todo el mundo en Níjar, a unos cuarenta kilómetros al noreste de Almería, conocía como el “tío Frasco” era el encargado del cortijo “El Fraile”, donde vivía con sus seis hijos, siendo Paquita la más pequeña. Cuando la niña empezó a dar sus primeros pasos fue cuando la cojera se hizo evidente siendo ya tarde para que los médicos pudieran revertir la situación.

Dicen que el padre trastornado por los remordimientos de conciencia que el suceso le había ocasionado, decidió compensarla nombrándola heredera del cortijo familiar que tenían en el paraje del Hualix, a dos kilómetros de Níjar, convirtiéndola, con aquella dote, en una “novia” codiciable. No es que fuera muy agraciada físicamente, la pobre Paquita, pero sí que, a raíz de aquello, tendría varios  pretendientes, movidos quizás, más por el interés en aquellas tierras que en ella misma.

Entre los hermanos aquella decisión paterna no pareció tener el rechazo de ninguno, excepto el de su hermana mayor, Carmen, casada con José Pérez Pino con el que vive en el cortijo «El Jabonero», cerca de allí, que despierta cuanto menos los celos de ella. Vive con el matrimonio, además de sus dos hijos, el hermano de Francisco, de nombre Casimiro, al que Carmen anima constantemente para que se haga novio de su hermana la pequeña.

-“Hazme caso, Casimiro, que mi hermana va ser muy rica”-, es lo que Carmen se encarga de repetirle al bueno de su cuñado. Y aquel, de carácter humilde y bonachón dejándose llevar por la inercia de quienes se encargan de decidir qué es lo mejor para él, acabaría pidiendo formalmente a la Paquita aquello de hacerse novios, estando ella más bien poco ilusionada con aquel asunto.

De hecho cuentan que estando ya “apalabrá” con el Casimiro ella se subía a la mula y sola se marchaba a los bailes de la zona dando muestras así de su fuerte carácter independiente y un espíritu liberal y moderno para aquella época. Y es que la moza, en secreto, estaba enamorada de otro hombre al que por vergüenza y por aquello del qué dirán no se había atrevido a contar a nadie.

Y mientras tanto Carmen se encargaba de ir moviendo las fichas de aquel tablero, que a modo de juego se iba desarrollando según le interesaba, decidiendo, llegado el momento incluso, preparar la boda de aquella pareja, entrando entre sus planes, marchar con ellos a vivir al cortijo de los Frailes. Paco, los nenes, Casimiro, la Paquita y yo, eso era al menos lo que Carmen, en el fondo, ansiaba.

Tras dos años de noviazgo se llevaba a cabo la boda, durante el tórrido mes de julio, el domingo  22, de 1928, celebrado en el aludido cortijo “El Fraile”, al que los invitados acuden la víspera realizando el viaje de noche evitando así el sofocante calor que hace en aquella zona por esas fechas. Al anochecer alguien pregunta por la novia, para que presida los vinos y los buñuelos que se han hecho en su honor, pero nadie la ha visto, desde hace ya un buen rato, ni saben dónde se encuentra.

Alguno de los invitados dicen haberla visto montada a caballo con su primo, Curro, Francisco Montes Cañadas, alejándose de allí en dirección rumbo a La Serrata, ella ataviada con el traje de novia, arreglada para casarse.

Su primo Curro, era un joven soltero, de muy bellas facciones, hijo de una hermana del tío Frasco, con la que vive en otro de los cortijos de la zona, el de los Pipaces, que se ha negado a acudir a la boda de su sobrina con aquel hombre. Sabe, desde siempre, que su hijo Curro ha estado enamorado de la Paca y le apoya en aquella, a su juicio, valiente decisión de ir a declararle su amor el mismo día de su boda (además de tener en buena consideración el cortijo familiar que va a heredar).

Los invitados una vez conocida la noticia de la huida de la novia salen en su búsqueda. A un kilómetro de allí, con el vestido roto y mal herida se topan con la novia que dice haber sido atacada por dos encapuchados que le han dado cuatro tiros al Curro y a ella han intentado estrangularla, salvándose de milagro, al haberse hecho la muerta. En la Cañada Honda, cerca de allí, encuentran el cadáver del primo, con cuatro balazos en el cuerpo.

La Guardia civil detenía, como principal sospechoso, al padre de Paquita, el tío Frasco. Tres días más tarde, permaneciendo aquel en los calabozos, se presentaban voluntariamente, declarándose autores del mismo, Carmen y su marido José, reconociendo uno, haber disparado al primo, y la otra de haber estrangulado a su hermana con sus  propias manos, confesión por la que acabarían siendo sentenciados, José, apodado desde entonces como «el criminal», a siete años de prisión y ella a diecinueve meses.

El 4 de marzo de un día como hoy de 1933, cinco años después de aquel suceso en el Teatro Infanta Beatriz de Madrid de la calle Hermosilla, en el barrio de Salamanca, el director escenográfico Santiago Ontañón junto a los actores Josefina Díaz de Artigas, Manuel Collado Montes y Josefina Tapias, ultimaba los detalles de una obra que se estrenaría cuatro días más tarde, el miércoles 8 de marzo, escrita por el granadino Federico García Lorca con un rotundo éxito, con el título de “Bodas de Sangre”.

Paquita después de este suceso se marchaba con una sobrina suya a vivir al cortijo del Hualix, el que iba a heredar. Casimiro, el novio abandonado, a 25 kilómetros de allí, a las afueras del pueblecito costero de San José, y a pesar de estar tan próximos, no volverían a verse ni hablarse nunca más.

Francisca Cañadas Montes fallecería en 1987, Casimiro Pérez Pino tres años más tarde, en 1990.

-“no hay un minuto del día que estar contigo no quisiera, porque me arrastras y voy, y me dices que me vuelva y te sigo por el aire como una brizna de hierba”- [Bodas de Sangre, de Federico García Lorca]

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