LA GRIPE ESPAÑOLA

27MY

27 de mayo………………………………………..y entonces sucedió que…………….

……el reparto colonial del continente africano y la consiguiente tensión que el mismo provocaría entre los países implicados (sobre todo entre Francia y Alemania) indujo a un conflicto armado que por la amplia participación de los contendientes y los escenarios en los que esta acabaría desarrollándose, afectando a todos los continentes, terminaría conociéndose como la Primera Guerra Mundial.

Cuando el 28 de julio de 1914 daban comienzo las hostilidades, todos los países que durante los años previos habían estado realizando la llamada «carrera armamentística», sin excepción alguna, llegarían a vaticinar una guerra más bien breve y efímera. Algunos líderes políticos predijeron que “una rápida derrota del enemigo” propiciaría que, con toda seguridad, antes de la Navidad sus tropas victoriosas estarían de regreso, algo sin embargo muy lejos de la realidad, ya que el desarrollo de la misma se iría enquistando convirtiendo aquella presagiada guerra fugaz en una guerra de trincheras que se prolongaría durante cuatro largos años, hasta el 11 de noviembre de 1918.

A las numerosas bajas que aquella estaba causando entre las filas enemigas, el 4 de marzo de 1918, se le uniría la aparición de un microscópico asesino mortal, el virus A, del subtipo H1N1, el de la gripe, que daría sus primeras muestras de actuación en el campamento Funston, de la base militar de Fort Riley, en el estado de Kansas de los Estados Unidos de América.

Ese lunes 4 de marzo, el cocinero Albert Gitchell de aquella base militar, que albergaba cerca de veinte mil soldados en espera de ser enviados al frente, hacia Francia principalmente, se presentaba en el hospital de campaña con los síntomas de padecer un fuerte resfriado, el típico trancazo.

Pocos minutos más tarde, irrumpía en la enfermería el cabo Lee Drake, del destacamento de transportes perteneciente al primer batallón, visiblemente congestionado y sudoroso. Cuando a los veinte minutos escasos hacía acto de aparición el sargento Adolph Ruby, mostrando los mismos síntomas que aquellos dos, el oficial médico daba aviso a su superior, el coronel y cirujano jefe Edward Schreiner, que con celeridad procedía a habilitar una sala de enfermedades contagiosas al efecto, la cual al finalizar el día alojaba la nada despreciable cifra de un centenar de soldados, y que durante ese mismo fin de semana, para el domingo 10, ascendía ya a quinientos contagiados.

Para no dar muestra alguna de debilidad frente al enemigo, las autoridades estadounidenses decidían proceder a ocultar aquella anómala situación.

Durante la semana siguiente un contingente de cerca de ochenta y cuatro mil soldados partía hacia Francia, al puerto de Brest, propagando entre sus filas aquella enfermedad infecciosa cuyo contagio se vería propiciado por las condiciones en las que se encontraban los soldados en aquellas trincheras. Aquel grupo de hombres, sin ser conscientes de ello, traían consigo un arma imperceptible mucho más letal que cualquiera de las que pudieran llevar encima.

En mayo de 1918 la gripe se propagaba por toda Europa hasta Polonia, dispersándose por el Norte de África, y extendiéndose en pocas semanas por la India, China, Japón y Australia, hasta llegar a la recóndita isla de Samoa.

Ningún país quiso informar de aquel proceso contagioso autoimponiéndose la censura, excepto España, que neutral en aquel conflicto, el 27 de mayo, de un día como hoy, de hace ciento cuatro años, en el periódico “El Liberal” ofrecía en su portada matutina, en primera plana, las primeras noticias de aquella pandemia, comenzando a conocérsela como, “la Gripe Española”.

Si bien es cierto que se popularizaría, sobre todo en Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá, con dicho término “The Spanish Flu”, para los alemanes era la “fiebre de Flandes”, para los italianos “la fiebre del mosquito pequeño”, en España “el soldado de Nápoles” al ser tan pegadiza (contagiosa) como una zarzuela muy popular por aquel entonces con el mismo nombre https://youtu.be/VXHXREic5Js?t=33, y en Polonia por poner otro ejemplo de los numerosos que se dieron, “la enfermedad de los Bolcheviques”, con lo que cada país culpaba a otro de aquella enfermedad.

Una enfermedad de la que se contagiarían quinientos millones de personas, y de la que fallecerían entre cincuenta y cien millones, en ocasiones con tal virulencia y rapidez que descolocaba a unos más que sorprendidos galenos. Las autopsias realizadas mostraban unos pulmones endurecidos, rojizos y llenos de líquido. Sus células que deberían contener aire, estaban saturadas de fluidos por lo que sus víctimas morían mediante una lenta asfixia cruel.

El 14 de junio, tres meses después del brote detectado en Kansas, moría el primer afectado oficialmente por gripe en la localidad valenciana de Requena (en donde el número final de estos llegaría hasta los ciento cuatro). El 10 de julio Rafaela Martínez Cubas, de la localidad de Venta del Moro moría a la edad de treinta y ocho años, extendiéndose desde septiembre y afectando a la poblaciones vecinas de Casas de Pradas, Las Monjas, Casas del Rey y Jaraguas, difundiéndose por toda la península.

En Burgos, el gobernador de la provincia, Andrés Alonso López, necesitaba promulgar un Boletín Oficial con carácter extraordinario después de que un grupo de jóvenes propagase la enfermedad tras haber acudido a las fiestas de la localidad de Los Balbases contagiando a ochocientos vecinos de una población de mil doscientos habitantes.

La gripe atacaba por igual a las clases más desfavorecidas como a las más pudientes (algunas personalidades de la época, acabaron contagiándose, como el presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, el rey de España Alfonso XIII, el Kaiser Guillermo, o el primer ministro británico Lloyd George).

La London General Omnibus rociaba con líquido antigripal sus autobuses y conminaba a sus empleados a hacer uso obligatoriamente de la mascarilla, popularizándose entre la ciudadanía el lema, -“use mascarilla, salve así su vida”-, de una pandemia que duraría dos años, y que sería considerada la más devastadora de la historia…hasta nuestros días.

Todo tan distante y al mismo tiempo, tan presente y actual.

Ante la negativa de muchos vecinos a acatar los bandos y ordenanzas, las autoridades se vieron obligadas a tener que amenazar con tomar medidas más drásticas a los insolidarios.

-“Estoy resuelto, como ya se ha hecho en algún caso, a los incumplidores de esta disposición, a castigarlos duramente»- [Yo, el gobernador de Burgos, Andrés Alonso López].

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