VIVIR…SIN CADENAS

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14 de octubre…………………………..y entonces sucedió que………………………

…………en “El elefante encadenado” cuenta Jorge Bucay las inquietudes de un niño al que le encanta el circo y sobre todo el de los animales. De todos los que salen a la pista, el que más le impresiona, como a la gran mayoría, es el elefante, que asombra a niños y adultos, por igual, por su tamaño, peso y fuerza descomunal.

Llama poderosamente la atención del niño como, al acabar la función, este gigantesco animal es atado, con una simple cadena en una de sus patas, a una minúscula y liviana estaca de madera que se encuentra clavada en el suelo, permaneciendo aquel ser colosal inmóvil, sin hacer siquiera el amago de tratar de liberarse, despertando su curiosidad, tratando de averiguar qué es lo que obliga a un animal tan poderoso, capaz de arrancar un árbol entero de cuajo, si se lo propusiera, a quedar amarrado, por lo que se supone que es, para aquel, una maderita.

Preguntando a los mayores, sobre aquella duda que le asalta, nadie es sin embargo capaz de ofrecerle una respuesta con certeza, hasta que alguien le explica que posiblemente el elefante siendo pequeñito habría permanecido atado de aquella misma forma a una estaca parecida de la que trataría, en vano, de liberarse con todas sus fuerzas, cejando finalmente en su empeño al comprobar que aquella era mucho más resistente que su fuerza y empuje, acabando por resignarse, al saberse incapaz, no volviendo a intentarlo más, siendo ya adulto.

Y cada vez que leo este cuento, que me encanta, me viene a la mente la historia de María Jesús, cuando una mañana, como un día cualquiera, se disponía a llevar en su Seat 127, de color rojo, de segunda mano, a su hija, de doce años, al colegio camino del trabajo.

El jueves 17 de octubre de 1991 María Jesús apremia a su hija Irene para acabarse el desayuno. Se han entretenido viendo las impactantes imágenes, apenas a quinientos metros de su casa, en las que minutos antes de las ocho, en la calle de la Duquesa de Parcent, a sus treinta y ocho años, el Teniente de Artillería Francisco Carballar Múñoz, moría, en lo que parecía tratarse de un atentado terrorista, al explosionar su coche, un Peugeot 309 de color gris, en el que viajaba cuando se dirigía hacia la Academia de Artillería, del barrio de Fuencarral, en donde trabajaba.

María Jesús González trabaja en la comisaría de los Cármenes, la que está pasando el cementerio de San Isidro, cerca de Aluche, en el cruce del camino de la Laguna con Cañorroto, ubicada en la misma plazoleta, tramitando los DNI. Sabe que el tráfico se va a poner todavía más denso e insoportable por lo que le pide a su hija que vaya acabando. Desde la cocina se escuchan las sirenas de los coches patrulla y de las ambulancias que acuden hacia el lugar de los hechos.

Se despiden de Virginia, la mayor, que tiene quince años, y se suben al destartalado 127 matrícula H-1293-D, de color rojo, que tiene aparcado justo en la misma puerta de casa, en el 74 de la calle Camarena, de Madrid. Irene le cuenta a su madre un sueño que se le repite desde el lunes, desde el día 14 de octubre, de un día como hoy, en el que unos hombres vestidos de negro las persiguen hasta darles alcance, momento en el que se despierta sobresaltada.

María Jesús trata de calmarla, sabe que se acercan los primeros exámenes serios del curso y probablemente eso la tiene un poco más alterada. Ha empezado 7º de E.G.B, y el tema de los estudios se va complicando, sobre todo para una niña que el próximo mes, el 21, cumple los trece ya. Con su metro y setenta centímetros es alta para su edad, y además de ser una muy buena estudiante, le encanta el ballet, patinar sobre hielo y el baloncesto.

Llevan recorridos cuatrocientos metros cuando un violentísimo impacto acompañado de un sonido ensordecedor las levanta bruscamente del asfalto abriendo el habitáculo del vehículo, arrojándolas hacia la calzada varios metros. La niña sufre la amputación de sus dos piernas y tres dedos de la mano, María Jesús, una pierna y un antebrazo.

La ambulancia que está cerca, que se había acercado a realizar los primeros auxilios al teniente fallecido, acude con celeridad. María Jesús antes de perder el conocimiento escucha como uno de los médicos grita, -“¡a la niña no, que está muerta, a la madre!”-, siendo trasladadas, la madre al Hospital 12 de Octubre, y la niña al Gómez Ulla.

No sería este el último atentado de aquel jueves de octubre, porque dos horas más tarde sobre las once y veinte de la mañana, otra bomba lapa, adherida a los bajos de un Talbot color marrón en el que a bordo viajaba el Comandante de Artillería Rafael Villalobos Villa, acompañado de su hermana María Antonia, explosionaba frente al número 16 de la calle Pablo Casals, seccionando ambas piernas al militar y acabando con la vida de ella.

Irene Villa González no estaba muerta como los sanitarios habían creído en un primer momento. Su madre María Jesús, al no decirle nadie nada llegó a creer que sí, que su niña había perdido la vida en aquel atentado, y durante días no se atrevería a preguntar por ella, temiéndose lo peor.

Una mañana en planta, abandonada ya la UVI, es el padre de María Jesús el que le cuestiona si no va a preguntar por su hija, si está bien y en dónde. La sorpresa de saber que estaba viva le cambiará el rostro, desconcertando a todos los que la rodean, al verla, a pesar de las circunstancias, desde aquel mismo momento tan sonriente y feliz.

Sería la periodista Nieves Herrero la que en su programa “De tú a tú” haría posible que ambas pudieran volver a verse aunque fuera a través de una pequeña pantalla de televisión. Una escena que pudo seguirse en directo desde millones de hogares españoles de aquel entonces y en la que María Jesús transmitía a su hija una felicidad desbordante al verla viva, con unas inmensas ganas de sobreponerse y vivir. En el siguiente enlace podemos ver el momento señalado; https://www.youtube.com/shorts/sXs1RrOwno4

Cuando por fin la madre pudo ir al Gómez Ulla a ver a Irene en persona, sentada en el borde de su cama le diría;

-“Esto es lo que tenemos y con esto vamos a tener que vivir toda la vida. Hay dos opciones: vivir amargadas sufriendo y maldiciendo a los terroristas, que tienes todo el derecho del mundo por lo que te ha pasado, o decidir que empieza hoy tu vida”-

Y ambas decidieron que aquel mismo día habían nacido sin piernas y vivir… sin cadenas.

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