EL ABRAZO DE UNA HERMANA…

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11 de noviembre………………y entonces sucedió que……………………………

…….Heidi llama a Paul, su marido, visiblemente alterada. Está embarazada de siete meses (28 semanas) pero durante las primeras horas de aquel martes 17 de octubre tiene la sensación de que algo no va bien y todavía le quedan (o al menos eso es lo que pensaba, hasta ese mismo día, que con todos aquellos nervios ya no está segura ni siquiera de eso) ocho semanas más de gestación. Lleva en la última hora más de cinco contracciones muy doloras.

Paul y Heidi Jackson acuden al Memorial Medical Center, del 119 de la calle Belmont en Worcester, a unos 65 kilómetros al oeste de la ciudad de Boston. Heidi entra en quirófano en apenas unos minutos, dando a luz dos niñas, Kyrie con un peso de  980 gramos y Brielle con 900, siendo llevadas rápidamente a las incubadoras.

Siguiendo el procedimiento establecido para estos casos de partos múltiples, y con la firme convicción de evitar posibles infecciones entre las recién nacidas, las gemelas son separadas, ocupando incubadoras distintas.

La buena nueva pronto recorrerá el hospital entero. Dos niñas preciosas diminutas, de ni siquiera un kilo de peso al nacer, ingresadas en la “unidad de cuidados intensivos neonatales” (UCIN), quedando bajo la supervisión directa de la enfermera que aquel día cubría aquel turno, Gayle Kasparian.

Durante las siguientes tres semanas, el proceso de adaptación extrauterino de cada una de las hermanas será bien distinto, pues, si bien Kyrie (la que había nacido con algo más de peso) mantendría unas constantes más estables, presentando incluso una curva de peso ascendente, no sucedería lo mismo con su hermana Brielle, que además de problemas respiratorios, con varias series de inspiraciones y expiraciones arrítmicas, mostraría también dificultades cardíacas. En aquellos veintiún días, apenas había aumentado de peso, luciendo una coloración azulada en la piel, algo por lo que el cuerpo médico, en “petit comité”, no albergaba expectativas demasiado halagüeñas para la niña.

Durante la cuarta semana prepararon psicológicamente al señor y la señora Jackson para lo peor con la pequeña de las gemelas, que durante todo el día se pasaban observando a sus niñas en aquellas pequeñas cunas rodeadas de paredes de plástico.

El 11 de noviembre de un día como hoy de hace veintisiete años estando de nuevo de guardia la enfermera que las recibió en su turno, Gayle Kasparian, era llamada a la UCIN urgentemente ante las graves complicaciones que al parecer presentaba una de las incubadoras, precisamente la de la pequeña Brielle.

Los desgarradores sollozos de la madre, desesperada, suplicando hacer algo al respecto con urgencia, encogía todavía más los corazones de los allí presentes colocando en una grave tesitura a la enfermera Kasparian, que aquella misma mañana no podía contar con la presencia de su supervisora, Susan Fitzback que se encontraba al parecer asistiendo a una conferencia.

Todos los actos buscando reanimar a la pequeña parecían infructuosos. Ni ampliando las cantidades de oxígeno, ni con el masaje cardiovascular, nada parecía dar sus frutos con la pequeña. La enfermera, recordó entonces una práctica al parecer habitual en Europa que le había contado un compañero hacía tiempo. Allí, en algunos hospitales el protocolo con los recién nacidos en partos múltiples, era bien diferente, ya que los neonatos no eran, nada más nacer, separados, sino que se les mantenía juntos en las mismas cunas. Pero aquella decisión, vulnerando las reglas establecidas en el Memorial, sin poder contar con la autorización de su supervisora, podría comportar graves consecuencias, disciplinarias e incluso legales, en caso de no funcionar.

Consultando el asunto a la madre, sin disponer de otras opciones plausibles, Heidi sin apenas poder articular palabra, asentía, dando así su visto bueno.

Gale Kasparian sin perder tiempo colocaba a la pequeña Brielle en la misma incubadora. En apenas unos segundos, con el calor y la presencia de su hermana parecía estabilizarse el ritmo cardíaco de la pequeña cambiando incluso aquel tono azulado de su piel en un sonrosado brillante. La madre al ver la reacción de su pequeña se abrazaba a la enfermera, quedando aquella Unidad entera en el más absoluto de los silencios, mirándolas embelesadas.

Y de pronto, sucedió algo que las dejaría todavía más maravilladas. Estando así las dos hermanas, una junto a la otra, Kyrie levantando su diminuto brazo, rodeaba el menudo cuerpo de su hermana Brielle, como si supiera que aquel abrazo era lo que realmente ella necesitaba (momento inmortalizado en la fotografía que acompaña esta reseña).

Se da la curiosa circunstancia que la supervisora Suzan Fitzback en aquellos mismos instantes se encontraba en una conferencia sobre el llamado Co-bedding (lecho compartido para los recién nacidos prematuros), y que al reincorporarse a su turno y saber del resultado de aquel asunto procedía a solicitar a la dirección del centro un cambio en el proceder en aquellas cuestiones.

Desde aquel mismo momento la mejoría de Brielle fue espectacular, siendo finalmente ambas dadas de alta durante las navidades de ese año de 1995. Aquellas dos pequeñas, hoy tienen veintisiete años, siguen felizmente juntas y gozan de un excelente estado de salud.

Estudios científicos han revelado que dar o recibir un abrazo al día afecta de forma positiva al estado emocional de las personas, siendo además una excelente manera de solucionar conflictos personales. El abrazo aumenta la producción en nuestro cuerpo de oxitocina, la llamada hormona de la felicidad, que combate la ansiedad y la depresión y fortalece nuestro sistema inmunológico.

Por los beneficios que esta muestra de cariño ofrece, nació en 2004 el movimiento del joven australiano, Juan Mann, llamado “Abrazos gratis”, ofreciéndose a dar abrazos a extraños. Bajo el lema “a veces un abrazo es todo lo que necesitamos” se encuentra un movimiento social que involucra a personas que ofrecen abrazos destinados a ser actos de bondad al azar para hacer que los demás se sientan mejor.

Yo hoy, desde aquí, quiero dar un abrazo a cada una de las personas a las que quiero, uno también para cada uno de vosotros que me estáis leyendo, para mis hermanas y para mi madre y sobre todo, en un día en el que te nos fuiste, un 11 de noviembre de un día como hoy, este, muy especialmente es para ti.

-“Si la vida no me hubiera dado motivos para llorar, nunca habría conocido el poder curativo de un abrazo”- [Richelle E. Goodrich].

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