ALCALÁ 20

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16 de diciembre…………………….y entonces sucedió que……………………………

……era viernes, aquel 16 de diciembre, de un día como hoy, de 1983, último fin de semana previo al de Nochebuena y Navidad, en el que cientos de estudiantes de la capital tenían previsto salir a recorrer los numerosos pubs y discotecas de moda, de una época que acabaría siendo conocida como “la movida madrileña”.

Una movida en la que estaba bien visto utilizar un vocabulario moderno e informal, decir“peña” en lugar de gente y el llamar “colegas” a los amigos, utilizando expresiones ingeniosas (o al menos eso parecía en su día) como el “mola cantidubi” para manifestar algo que gusta y agrada, el referirse a uno como el “menda lerenda”, el salir “de parranda” o a “dar un voltio”, el “me piro, vampiro”, y ese inigualable “¡que nivel Maribel!”, y si algo era bueno, pero mucho, se decía que era “guay, del Paraguay”, por no mencionar lo del “que no te enteras, Contreras” cuando uno no entendía algo que se le decía.

Los colegios mayores, que generalmente solían quedarse semi vacíos algunos fines de semana, aquel, antes de las vacaciones navideñas, estaban todos a rebosar y junto a los estudiantes de las facultades, las empresas celebraban sus ya tradicionales cenas de Navidad. Madrid aquel 16 de diciembre era un hervidero de idas y venidas, de mucho tráfico y muchas ganas de fiesta.

Olvidado ha quedado el intento de golpe de Estado de Tejero que en febrero de 1981 había agitado a todo el país.

Atrás ha quedado 1982, un año de muchos cambios y novedades. El año del Mundial, el de Naranjito, en el que España volvía a caer eliminada casi a las primeras de cambio, y que acabaría ganando la Italia de Paolo Rossi. El de la mayoría absoluta, en las elecciones, de Felipe González y de la aparición del emblemático y querido alcalde de Madrid, el profesor Tierno Galván, año de conciertos, como el de los Rollings en el Calderón y en «Vallekas» el de Simon & Garfunkel, de la visita del Papa Juan Pablo II y de un desfile apoteósico de Francis Montesinos en el Palacio de Cristal, de este valenciano que hacía cuatro días había cumplido treinta y tres años y triunfaba en el mundo de la moda.

Valenciano, como el grupo Videoterapia con Pepa Villalba y Sissi Álvarez que con su pegadiza canción “la noche no es para mí” arrasaban por aquel entonces en todos los garitos de España y de los de Madrid por supuesto, por no olvidar la canción de aquel verano del 82, la de “Bailando” de Alaska.

Es el año de grupos como Aviador Dro, Radio Futura, Siniestro Total, Alaska y los Pegamoides, La Orquesta Mondragón y Mecano con aquella canción del «Maquillaje», con su “sombra aquí y sombra allá» y «embrujada» de Tino Casal,  considerada por muchos el himno de la movida madrileña.

La noche de Madrid tiene infinidad de locales a los que acudir. Madrid no duerme. A la tradicional sala Morasol de la calle Pradillo se le unen la Sala Factory, el Dime que me quieres, Morocco, el Rock-Ola entonces en el 5 de Padre Xifré y la Vía Láctea en el 18 de Velarde.

Y sobre todas ellas, además de las tradicionales discotecas como la Joy Eslava y OH Madrid, una tiene especial gancho para la gente joven, un local que viene arrasando, ubicado en los bajos del antiguo Teatro Alcázar, con sus tres pisos subterráneos, que se han convertido, en apenas tres meses en el local de moda, “Alcalá 20” (en la misma calle de Alcalá).

En la puerta está Tibi, el portero del local, un gigantesco hombre de color, de esos que por su tamaño se dice que son como un “armario empotrado”, que dirige el inmenso e incesante ir y venir de quienes pretenden acceder a su interior. Aquella noche gélida del viernes 16 de diciembre hacía mucho frío en Madrid, así que el bueno de Tibi trata que las esperas sean más breves.

El local estaba, como solía decirse, hasta los topes, albergando mucha más clientela del aforo permitido (con capacidad para 900 personas), pero en aquellos días, las medidas de seguridad no constituían un tema por el que preocupase lo más mínimo. De hecho, toda la decoración de las tres plantas estaba compuesta de goma espuma y elementos altamente inflamables, y por supuesto entonces se podía fumar dentro de la discoteca.

Faltando media hora para el cierre de la sala, a eso de las cuatro y media del entonces ya, sábado 17 de diciembre, de hace hoy treinta y nueve años, un chispazo, en el cuadro de luces situado junto al escenario, en la planta más baja, donde estaban las pistas de baile, alcanzaba una de aquellas cortinas enormes situadas sobre el mismo, provocando un pequeño incendio del que muy pocos hicieron caso al darse las primeras voces de alarma.

A los gritos del correspondiente “¡fuego, fuego!” muchos de los allí presentes corearon a su vez, ¡fuego fuego!, como si de un juego se tratase. Pocos fueron realmente conscientes del peligro.

Se detuvo la música y se encendieron todas las luces, pero la gente parecía resistirse a abandonar el local. Mario Tato, uno de los camareros, trató de apagar aquel fuego con un cubo de agua. Algunos clientes le ayudaron con sifones, pero las llamas lejos de remitir con todo aquel material inflamable acabaron descontrolándose, comenzando a arder todo aquello en un visto y no visto.

De pronto el local se queda completamente a oscuras. Se escuchan gritos.La  gente trata de salir a la desesperada de aquel lúgubre lugar en el que el aire se ha vuelto del todo irrespirable debido a la pésima ventilación. La densa humareda provoca escozor de ojos en aquellos que a tientas, desorientados, tratan de buscar la salida, a través de aquella estrecha escalera que en unos instantes ha quedado completamente bloqueada. El pánico se apodera de los presentes, provocando avalanchas y aplastamientos. Algunos al no poder ascender por aquellos escalones llenos de cuerpos amontonados tratan de encontrar otras vías de escape, pero todas las puertas están cerradas, para evitar que la gente acceda a través de las mismas.

Unos pocos afortunados encuentran una salida al exterior por un lateral del local hacia la calle Cedaceros, pero la mayoría deambula sin sentido por aquella oscura ratonera que en minutos se cobrará la vida de ochenta y una personas, treinta y seis aplastadas al tratar de huir, treinta y dos quemadas por las llamas y trece de ellas ahogadas por inhalación del humo.

María José la hija del portero del edificio, Román Alcón intentando huír por la azotea, acabará precipitándose al vacío ascendiendo, con ella, a ochenta y dos las víctimas mortales.

Una trágica noche que junto a los dos accidentes aéreos registrados en Barajas el 27 de noviembre y en Mejorada el 7 de diciembre, arrojaban, entre los tres, más de cuatrocientas víctimas mortales. Un incendio que conmocionaría a todo el país abriéndose días después un debate sobre la seguridad en los locales de ocio nocturno, sobre todo en cuanto a los materiales utilizados, la necesaria limitación de los aforos y la habilitación de las salidas de emergencia.

-«La primera vez que estuve cerca de la muerte fue en Alcalá 20″- [Javier Bauluz. Fotógrafo. Primer español galardonado con el Premio Pulitzer y superviviente de aquella trágica noche]

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