EL PEQUEÑO JULEN

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13 de enero……………………….y entonces sucedió que………………………………

….—“Me ha dicho tu prima Adriana que mañana el David nos ha invitado a la finca que se ha comprado, para pasar el día con los chiquillos y hacer una paella“—, le dice Vicky a José, su novio, al llegar a casa, después de venir de trabajar.

Vicky y José son novios, casi desde el mismo día en el que se vieron por vez primera, al menos eso es lo que ellos cuentan cuando conocen a alguien, aquel martes 11 de septiembre de 2001,  el mismo día de los atentados de las Torres Gemelas, cuando a sus once años se descubrieron, el uno al otro, jugando por las calles del barrio, en El Palo de Málaga, en el que sus casas estaban a escasos ciento cincuenta metros.

Dieciocho años más tarde, a punto ya de cumplir los treinta, siguen siendo novios pero “de verdad”. Siguen viviendo en el mismo barrio, en el 44 de la calle Almagro y Cárdenas, perpendicular a la del Padre Coloma en casa de Elena, una tía de Vicky, cerca de la playa, en una calle tranquila y peatonal que siempre está llena de niños jugando. 

En el Palo son muy conocidos. José trabaja como feriante con uno de sus tíos y Vicky en el McDonald’s del Centro Comercial Rincón de la Victoria, el de la Cala del Moral, a nueve minutos en coche de allí. Hace dos años, un fatídico 14 de mayo, siete meses después de haber nacido Julen, perdían al mayor, al Óliver, de tres años, cuando Vicky iba con su hermana Anabel y su sobrina Martina por el paseo de la playa de Pedregalejo y el niño, de pronto dejó de respirar.

Fue David, el marido de Adriana, la prima hermana de José, quien llevó en volandas al niño a urgencias pero nada se pudo hacer por salvar su vida. Aquel suceso entristeció durante muchos meses el corazón de todos “los paleños”. Fue entonces cuando la tía Elena se ofreció a dejarles la planta de arriba de su casa, para poder estar más cerca de ellos y ayudarles en lo que hiciera falta. Además, justo en el portal de enfrente vive la señora Reme, la madre de Vicky, la hermana de Elena.

Hace cuatro meses que David, con los nueve mil euros cobrados del seguro, como parte de la indemnización del accidente de tráfico que había sufrido, decidió comprar una finca rústica en una montaña, a las afueras de Totalán, a diez minutos de allí. Se le había metido en la cabeza plantar aguacates en aquellos cerca de cuatro mil metros cuadrados.

Ha ido allí unas cuantas veces con un pocero, Antonio Sánchez, del que le han dicho que es un verdadero especialista en encontrar agua. Plantar aguacates requiere de mucha agua. Lleva ya hechas tres prospecciones, con tres pozos abiertos. En uno han encontrado cerca de trescientos litros, que no son suficientes, por lo que han de seguir buscando esa maldita agua que no aparece.

Quiere construir una especie de muro de contención, por lo que ha mandado realizar una zanja en forma de «L» en cuya intersección ha quedado uno de los tres pozos abiertos, de apenas veinticinco centímetros de diámetro.

El 13 de enero, de un día como hoy, de hace cuatro años, sobre la una de la tarde las dos parejas con los niños llegan a la finca de David dispuestos a disfrutar de un fantástico día soleado en el campo. Mientras ellos recogen algo de leña para hacer la paella, Vicky y Adriana charlan amigablemente mientras vigilan a los niños que corretean por aquella parcela en la que, aparentemente, no hay peligro alguno.

Vicky avisa a José para que se encargue un segundo de echar un vistazo al nene, mientras ella llama a su encargado del McDonald’s para decirle que se encuentra mal y que no podrá acudir por la tarde a trabajar. José y su prima, Adri, ven a los niños corretear, mientras David enciende los primeros leños.

Y de pronto Julen echa a correr por aquella zanja en forma de L llegando hasta el final de la misma, momento en el que en un visto y no visto, este desaparece, engullido por la tierra, de pie con los brazos estirados por encima de la cabeza, que en un intento desesperado trata de asir su padre que, por unos segundos, ha llegado tarde.

Los desgarradores gritos del padre y de la madre alertan a tres senderistas que están cerca de allí, a escasos cien metros, por el Dolmen del Cerro de la Corona, Francisco Javier Guzmán que se encuentra de ruta con su novia, María Palma, acompañados de un amigo, Juan Antonio Guerra que al escuchar aquellos lamentos echan a correr hacía allí, llegando tres minutos más tarde, cuando las manecillas del reloj señalan las dos menos diez.

A la entrada de la finca, a unos seis metros se topan con un todoterreno Mitsubishi de color azul oscuro, conducido por David Serrano, dueño de la finca, acompañado de su mujer e hija, que con el rostro desencajado pide a los tres senderistas den aviso al servicio de emergencias del 112, mientras abandonan aquel lugar a toda velocidad.

Francisco Javier, María y Juan Antonio, al entrar en la parcela se encuentran una escena de verdadero pánico. Al final de una zanja echado en tierra sobre un diminuto orificio, de apenas veinticinco centímetros, un hombre, afirma que en su interior está su hijo de dos años, mientras grita con desesperación su nombre, al tiempo que la madre en estado de shock, llora y balbucea frases inconexas insistiendo en querer perder la vida ante aquello que no es posible que “vuelva a sucederles”.

Juan Antonio Guerra llama a emergencias faltando un minuto para las dos menos cinco de la tarde, personándose en aquel lugar, veinte minutos más tarde, los primeros servicios de ayuda, el Consorcio provincial de Bomberos, Protección Civil y el 112 de Málaga, así como dos guardias civiles del puesto de Rincón de la Victoria, el más próximo a Totalán, que nada podrán hacer, al encontrarse con aquel diminuto agujero en tierra apenas visible a simple vista, situado en la intersección de aquel surco, abierto y sin sellar, y por el que nadie de los allí presentes llegará a entender cómo, por aquella diminuta apertura, puede haber caído un niño, despertando incluso las dudas entre algunos de quienes allí se personan.

El cruce de declaraciones y de reproches entre los padres de Julen y David, sobre el conocimiento, o no, de aquellos tres pozos y su falta de señalización, así como de las de este con el pocero sobre los permisos de obras y el sellado de aquellos, centrarían la atención de un debate abierto a partir de aquel momento mientras continuaban las tareas de rescate del pequeño Julen, que trece días más tarde, a las dos y media de la mañana del 26 de enero, su diminuto cuerpo sin vida era recuperado.

Según el informe del médico forense, el niño había fallecido minutos después de haberse producido la caída, por múltiples contusiones.

En sentencia emitida por el titular del Juzgado de lo Penal número 9 de Málaga el procesado, David Serrano Alcaide, acabaría siendo condenado a un año de prisión y a indemnizar a cada uno de los padres con 89.529 € así como a la Junta de Andalucía por los gastos del rescate con 663.982 €.

Con valor, determinación y una enorme valentía, José Roselló y Vicky García han permanecido unidos, luchando juntos por seguir viviendo, con dicho pesar, primero dándose el “sí quiero” en la Ciudad de la Justicia de Málaga y siendo en enero, el día 19 de 2021 de nuevo padres, esta vez de una niña, intentando sobrellevar y recuperarse de aquel trágico infortunio. Ya lo dijo Napoleón Bonaparte;

—“Después de sufrir un infortunio, el hombre (y la mujer) talentoso siempre se recupera.“—

D.E.P. Julen

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